Copia al carbón .

* A juicio de Amparo.

/ María Amparo Casar /

En forma, la candidata de un solo hombre aspira a ser una copia al carbón de su jefe. Como él, anunció 100 propuestas para el gobierno que quiere presidir.

En el fondo, no hay mayor diferencia entre los compromisos de la candidata oficialista y las políticas del actual gobierno. El problema es que se ve obligada a partir de la premisa del Presidente: “vivimos un momento estelar”. Para qué cambiar si la violencia no es problema, si la corrupción y la impunidad ya no existen, si la economía va de maravilla y si la pobreza se redujo.

En lo social, Claudia avala una política definida por programas de bienestar prácticamente idénticos a los del presente sexenio. Programas que se crearon al vapor, que no contaron con el abc de lo que requiere el diseño de una política pública, que no tienen reglas de operación claras o no se respetan, que no cuentan con métodos de evaluación que permitan corregir y que no son transparentes en su operación. Todo parece indicar que los programas sociales y su manejo seguirán el mismo modo de ejercicio discrecional, político y opaco que ha seguido el Presidente.

De casi todos los programas se dice que se “mantendrán”, fortalecerán” o “incrementarán”. La mayor diferencia es la reducción de la edad para las pensiones de las mujeres, aunque al 50% de lo que hoy reciben los adultos mayores.

En educación, se habla de que hará de México “una potencia científica y de la innovación… apoyaremos las ciencias básicas, naturales, sociales y las humanidades, y las vincularemos con áreas y sectores prioritarios para el desarrollo nacional”. Ésta sería una novedad de algo que ha despreciado el Presidente.

En salud, lo mismo que prometió AMLO, con todo y el contenido de su reciente iniciativa del derecho a la salud (hace años que contamos con ese derecho sin contar con él): acceso a vacunas, cuidados preventivos, atención médica, estudios y laboratorios, cirugías y medicamentos gratuitos.

En pensiones y salarios no se le movió ni una coma a los planteamientos de las reformas de AMLO.

No hay gran detalle de su programa económico, pero el énfasis está en el fortalecimiento de Pemex y CFE, aunque con mayor acento en energías limpias, la consolidación de las obras emblemáticas, la inversión en infraestructura de aeropuertos, puertos, redes ferroviarias, caminos rurales y artesanales, polos de bienestar y aprovechamiento del nearshoring. Por fortuna, agrega el problema del agua como un asunto de enorme relevancia pero, al igual que su antecesor, destaca que el acceso al agua para consumo humano debe privilegiarse, como si el de la industria y el de la agricultura no fuera igualmente relevante para las personas.

En seguridad, se ha negado a pronunciar la frase de “abrazos no balazos”, pero el corazón de su política es idéntico al del Presidente: atacar las causas sociales de la violencia con el programa de Jóvenes Construyendo el Futuro y añadiendo los dos que implementó en la capital: Jóvenes Unen al Barrio y Reconectando con la Paz. Las Fuerzas Armadas seguirán en las tareas de seguridad pública y no hay pronunciamiento sobre retirarlos de más de un centenar de actividades que en las democracias son propias de los civiles.

Desde luego, promete cero corrupción y cero impunidad, así como austeridad republicana. Absurdo, porque su jefe ya dijo que erradicó las dos primeras y la segunda ya es parte de la moral y la cultura pública en el gobierno.

Para terminar, abraza por entero las reformas político electorales regresivas del actual Presidente: desaparición de legisladores de representación proporcional, sobrerrepresentación del partido mayoritario, adelgazamiento del INE, desaparición de la mayoría de los órganos autónomos, elección popular de ministros, magistrados, jueces y autoridades electorales, ampliación de delitos graves con prisión preventiva oficiosa y creación del Tribunal de Disciplina Judicial. Agrega, a saber por qué, la desaparición de la reelección en los congresos federal y local, y en las alcaldías.

Como ven, mínimas diferencias. Lo que nos vende la candidata del oficialismo es más de lo mismo.

No sorprende. Le dieron el bastón de mando con un manual de instrucciones muy precisas y sabe que sin una elección de Estado sus posibilidades de ganar se reducen drásticamente. No controla ni el dinero ni el partido ni las estructuras territoriales manejadas por los 22 gobernadores de Morena.

No sorprende entonces que acepte que el Presidente haga campaña o, más precisamente, le haga la campaña.

Después de 29 “llamadas de atención” por parte del INE, López Obrador encontró la tramposa forma de darle la vuelta a las prohibiciones legales y de paso mantener el control sobre la candidata. El anuncio de sus 23 giras por la República lo dice todo. Él le abrirá brecha en cada gira y, a juzgar por lo que hemos visto, Claudia bailará al son que le toque López Obrador. Sabe que sólo así puede ganar.

Por lo pronto, ya tenemos la primera muestra de continuidad sin cambio. La inmensa mayoría de las propuestas de Claudia son una copia calca de las de López Obrador.

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