“COSAS DE MUJERES”

Alama Ciudadana.

“Que no estes en el problema, no significa que no seas parte de la solución”

En días pasados una noticia le daba la vuelta al mundo: varias mujeres mexicanas habían salido a las calles de la CDMX y diversas ciudades del país a exigir un alto a la violencia contra mujeres y niñas, a pedir una respuesta de las autoridades por sus desaparecidas y a alzar la voz en representación de miles de mujeres y niñas que ya no pueden hacerlo porque les arrebataron sueños, libertad o la vida.
Mientras el mundo daba nota de esto, la atención nacional se centró en esos grupos de choque que siempre aparecen infiltrados en las manifestaciones que se realizan en este país y que logran acaparar los titulares informativos desvirtuando la verdadera esencia de los movimientos sociales.
El problema en el tema de violencia contra mujeres y niñas es que para el gobierno esto parece seguir siendo un tema que debe resolverse desde un escritorio, un tema de ensayo científico o de marco teórico; pero lo más grave es que el mensaje que se sigue mandando desde todos los sectores (público, privado y social) es que este tema y los temas de género en general, nos atañen e importan únicamente a las mujeres.
Pareciera que en nuestra sociedad ha quedado inamovible el pensamiento de que lo que le pasa a las mujeres es sólo cosa de mujeres; pareciera que se tiene claro que todos tenemos contacto cercano con alguna mujer: nuestra madre, una esposa, una hija, una amiga, una nieta, una sobrina, una compañera de escuela o de trabajo, vecinas, un ser querido o simplemente alguien que conocemos y tratamos a diario; y es aquí cuando las cifras dejan de ser frías y cuando las historias de los medios dejan de parecer lejanas, ¿cierto? Cuando lo asimilamos de esta manera nos damos cuenta de que lo que le pasó a alguien más nos pudo y nos puede pasar a cualquiera de nosotros.
Uno de esos miles de casos ajenos a nuestra realidad cotidiana es el de Esmeralda Castillo Rincón, una joven de catorce años que desapareció un diecinueve de mayo de dos mil nueve cuando se dirigía a la secundaria en Ciudad Juárez, Chihuahua. Su padre, “Castillo”, lleva una década buscándola; durante diez largos años en los cuales ha realizado las más inverosímiles acciones para lograr encontrar una pista que lo lleve al paradero de su hija; José Luis Castillo se ha vestido de indigente para vigilar los bares y cantinas en la frontera norte, enfrentó la cárcel por demandarle justicia al gobierno de César Duarte y se hizo viral el año pasado por plantársele al actual gobernador de Chihuahua, Javier Corral y al actual Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, así como a quienes ahora son el Secretario de Seguridad Pública Federal y la Secretaria de Gobernación para exigir justicia con su voz entrecortada pero firme y siempre con un jorongo muy particular: una lona con el rostro y nombre de su hija, Esmeralda.
Cuando pienso en los destrozos que se causaron en la Ciudad de México, me queda claro que unos son producto de grupos de choque especializados en “romper” los movimientos sociales, otros son consecuencia de una energía mal encausada y desenfrenada; pero cuando pienso en personas como José Luis Castillo Carreón y en miles de mujeres y hombres que viven un infierno en vida porque no encuentran a sus desaparecidas o porque les han arrebatado el alma de su hogar, creo que ningún muro, ningún monumento, ningún edificio, ninguna roca y ninguna cosa material en este mundo puede detenerlos en la búsqueda de sus seres queridos, en la búsqueda de justicia o en esa lucha contra la impunidad.
Como lo he externado en varios momentos, los problemas de las mujeres no sólo son cosa de mujeres. No basta crear un área de género, institutos de la mujer, agencias y leyes especializadas para solucionar el problema; lo que se requiere es que cambiemos de “chip”, que le demos un giro al paradigma, para que los hombres también se involucren en las tareas de género, no como venganza o consecuencia de un mandato legal o un compromiso social, sino por convicción, por humanidad y por solidaridad, tal y como ocurre con otras tragedias como inundaciones, incendios o terremotos.
Porque la verdad sea dicha, la violencia que sufren mujeres y niñas en México es una verdadera tragedia social, silenciosa y cruel que cobra más vidas que cualquier fenómeno natural y es constante.
Por eso es de suma importancia involucrarnos en la prevención a la violencia contra las mujeres y niñas desde la infancia, de la mano de la educación escolar, pero sobre todo con fundamento en los principios y valores que les inculquemos a los niños y niñas desde nuestras casas.
Mientras sigamos pensando que el feminismo sólo es cosa de mujeres, que los temas que promueven la equidad de género derivan de un mandato legal y no del reconocimiento de un derecho humano, que a las mujeres las violan porque salen a altas horas de la noche o por la forma en que se visten o que a las mujeres las agreden porque “se pasaron de la raya”, seguiremos siendo indolentes, seguiremos siendo insensibles y seguiremos siendo irresponsables ante ese riesgo latente que corren todos los días nuestras madres, nuestras hermanas, nuestras hijas y cualquier mujer o niña a la que tengamos estima o cariño.
Cuando dejemos de pensar que la que lucha por sus derechos es una revoltosa, que la que se divierte es una “cualquiera” o que la que triunfa no lo hizo por sus propios méritos, habremos logrado cambiar ese paradigma que tanto daño le hace a nuestra sociedad.
Insisto, no se trata de dividir ni de ahondar brechas, no se trata de ser ajenos y “apoyar” a la distancia; se trata de involucrarnos, participar y de unirnos para solucionar JUNTOS un problema que no sólo es cosa de nosotras las mujeres, sino que nos atañe y afecta a todos como personas, familias, sociedad y país.

Alma Delia Hernández Sánchez
Integrante del Comité de Participación Ciudadana del Sistema Estatal Anticorrupción de Veracruz de Ignacio de la Llave.
Integrante del Sistema Estatal para la Prevención, Atención, Sanción y Erradicación de la Violencia contra las Mujeres en Veracruz.
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