Crisis o apocalipsis, de Sicilia y Dayán /1

  • Sin tacto .

 / Por Sergio González Levet /

Las autoridades de la Universidad IVES de Xalapa tuvieron la amable deferencia de invítame a participar en la presentación del libro Crisis o apocalipsis. El mal en nuestro tiempo, que recoge el diálogo que sostuvieron el poeta Javier Sicilia y el maestro Jacobo Dayán. Tuve una grata intervención, y me salió un texto más bien amable, que pongo a consideración de los lectores de “Sin tacto”. Por su extensión, lo tendré que dividir en dos entregas, hoy y mañana, si disculpan:

Con mucho tino advierte el prologuista, Luis Xavier López-Farjeat, que Crisis o apocalipsis “no es un libro fácil de digerir”, y que “de hecho, es incómodo”.

Es un diálogo de dos personas con muy buen oído y mejor olfato, que están además muy comprometidos con el tema de la violencia en México y en el mundo, y con el resguardo de los derechos humanos.

Doy las gracias cumplidas a Javier Sicilia -poeta, escritor y activista pleno- y aquí debo agradecer también la participación de Jacobo Dayán, a quien he seguido igualmente a través de sus múltiples y valiosas publicaciones en favor de los derechos humanos

Leo también en los prolegómenos que la idea de esta conversación convertida en un libro partió de la charla que sostuvieron el español Jorge Semprún y el rumano Elie Wiesel en 1995, con motivo de los 50 años de la liberación de los campos de concentración nazis.

Es buena aquella inspiración, pero en realidad el diálogo, la plática, ha sido cosa de los humanos desde que empezamos a tener un principio de lenguaje y pudimos comunicarnos con nuestros semejantes.

Imagino allá en la cueva a los cazadores en cuclillas alrededor de la fogata cuando empiezan contarse sus hazañas y le dan vida sin saberlo a la literatura.

De las pláticas entre los homínidos, los hombres transitaron casi en automático a las pláticas con dios. Los profetas bíblicos se la pasaban pidiendo y sufriendo y alegando con el creador a través de conversaciones que no siempre terminaban muy bien que digamos, pero que al final resultaban en conocimientos para que la humanidad siguiera expandiéndose y dominando al mundo, como se le prometió.

Los filósofos griegos volvieron a encontrarle el gusto a la charla entre humanos, entre iguales, cuando descubrieron que pensar era bastante atractivo y hasta divertido. Por eso el mayor de ellos, Sócrates, tenía un sentido del humor tan agudo y era tan solicitado por las personas inteligentes de su tiempo, que no eran muchas.

Bueno, si a números nos vamos, ahora que somos ya casi 8 mil millones de personas siguen escaseando las mentes cultivadas, pero ésa es otra historia.

Y si Sócrates era muy grande y enseñaba a través de la palabra dicha, de la dichosa palabra, no es de extrañar que el libro más famoso de esa época sea los Diálogos de Platón, en donde se recogen las charlas y los azotones que daba su maestro a los pobres ciudadanos que se atrevían a cuestionar al padre de la filosofía.

(Continuará).

 

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