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*Isabel Turrent.
Cuando el equilibrio se rompe y el Estado domina y oprime a la sociedad, los países se deslizan al territorio del Leviatán despótico
No es difícil imaginar a Acemoglu y Robinson -autores de Why Nations Fail- intercambiando información de todos los rincones del planeta y de cualquier resquicio de la historia para encontrar y, más complicado aún, comprobar una fórmula que garantice el progreso humano. Así debe haber sido la escritura de su nuevo libro, The Narrow Corridor, publicado el año pasado. Como abreva de todas partes en el tiempo histórico y en el espacio geográfico, es un libro profuso y difuso que viaja de África a Oriente, y desemboca en Europa, pasando por Grecia y Roma, Chile, Guatemala y Arabia Saudita en los tiempos de Mahoma. Se necesita paciencia, pero vale la pena.
La idea central del libro es que el progreso, el bienestar y la paz sólo son posibles cuando una sociedad transita por un estrecho corredor que se abre entre el eje del poder de la sociedad y el del poder del Estado o Leviatán. Es un proceso complejo y reversible -el libro está lleno de salvedades: factores externos que afectaron el proceso, por ejemplo- y advertencias sobre todo aquello que puede llevar a una comunidad a salirse del corredor.
Se trata de un difícil equilibrio entre el poder del Estado y la capacidad de movilización y organización de la sociedad civil. Cuando el equilibrio se rompe y el Estado domina y oprime a la sociedad, los países se deslizan al territorio del Leviatán despótico. Cuando el Estado se debilita y no quiere o no puede proteger a sus ciudadanos y gobernar de manera eficaz, las sociedades entran en el terreno del Leviatán ausente, garantía del caos, la violencia y la pobreza.
En cualquier momento de la historia, sólo las sociedades participativas, que ayudan a diseñar el marco legal y lo respetan, y maniatan al Leviatán -que buscará ser siempre despótico-, y lo obligan a proteger a los ciudadanos, resolver los conflictos con justicia y proveer los bienes públicos -educación, salud, infraestructura- progresan en democracia.
La clave está en la libertad que es la única garantía de una sociedad civil vibrante: un bien escaso a lo largo de la historia. Robinson y Acemoglu encontraron innumerables ejemplos de Leviatanes ausentes y despóticos. Ninguno ha garantizado, a corto o largo plazo, la protección de sus gobernados ni el bienestar económico sostenido. Las excepciones son mucho más interesantes: las pequeñas ciudades-Estado del norte de Italia, herederas involuntarias de Grecia que, como Siena, formaron comunas y gobiernos electos por representantes de sus ciudades, aprovecharon la libertad de comercio, se enriquecieron e inventaron de paso la banca moderna. Y, por supuesto, Europa.
Robinson y Acemoglu usan la metáfora de la tijera para explicar por qué los países europeos de hoy, que habían estado por siglos al margen de la historia, entraron al corredor del equilibrio de poder entre Leviatán y sociedad para garantizar la libertad, la democracia y el desarrollo. Una hoja fue el fortalecimiento desde finales del siglo V de sociedades tribales que convocaban asambleas y seguían normas de toma de decisiones consensuales. La otra, el legado institucional y jerárquico del Imperio romano (y la Iglesia cristiana) que permitió construir Estados eficaces.
Inglaterra es el caso paradigmático -pero no el único-. La larga tradición de participación de todos los estratos de la población culminó con la Carta Magna que maniató al Leviatán. Para el siglo XIV la Cámara de los Comunes era prácticamente independiente de la de los Lores. Se habían colocado los cimientos de la actual democracia parlamentaria, que se ampliaría hasta otorgar el voto a todos los ciudadanos entre el siglo XIX y el XX, y las bases de la Revolución Industrial.
El libro habla muy poco de México (nos toca apenas haber inventado las tortillas), pero no es necesario que nos dedique un capítulo entero para saber que hemos vivido fuera del corredor durante una larga historia y dentro de él, menos de dos décadas. Es el Leviatán latinoamericano despótico, ideológico, burocratizado e ineficiente del que pocos países de América Latina han podido escapar: el proyecto de López Obrador. A ese regresaremos en mi próximo artículo.
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