Cuando el dolor se convirtió en paso firme. La marcha en Culiacán.

*¡YA BASTA! arengan al unísono, exigiendo la pacificación de su hogar.

07.09.2025. Culiacán, Sinaloa.- El sol apenas se asomaba entre los cerros cuando las primeras siluetas vestidas de blanco comenzaron a reunirse frente al templo de La Lomita. No eran manifestantes comunes. Eran madres con los rostros marcados por la de búsqueda de sus hijos e hijas desaparecidos, niñas y niños que han aprendido a vivir con miedo, hombres que han enterrado más amigos y amigas que sueños.

Durante el recorrido, la exigencia a gritos y en pancartas de “¡Queremos paz!” marcaron la mirada en medio de la narcoviolencia que ha dejado más de 1,800 asesinatos y 2 mil desaparecidos, en un año.

Miles de ciudadanos salieron este domingo a las calles de Culiacán, Sinaloa, vestidos de blanco. Eran 20 mil personas dicen las autoridades; eran más de 50 mil afirman los asistentes, y cada manifestante llevaba consigo una historia que no cabe en las miles y miles de pancartas pidiendo Paz.

La movilización por la paz, fue convocada por al menos 37 organizaciones civiles, y no fue una protesta. Fue un duelo colectivo. Un rezo en movimiento. Un grito sin violencia que recorrió la avenida Álvaro Obregón hasta la Catedral, donde las lágrimas de dolor e impotencia se mezclaron con las oraciones.

En el último año, Sinaloa ha sido escenario de una guerra intestina entre facciones del Cártel de Sinaloa, dejando 1,900 homicidios y más de 2,800 desapariciones. Cifras que no se leen, se lloran.

Entre los asistentes, Rubén Aceves, hijo de una víctima colateral asesinada en el Hospital Civil, tomó el micrófono para expresar su sentir en medio de la tragedia.

“Mi paz me la da Dios. En medio del dolor, es ahí donde podemos acudir a Él. En Dios somos más los buenos en Culiacán y en Sinaloa,” aseveró.

A su lado, una madre buscadora sostenía una fotografía desgastada por el tiempo. Su hijo desapareció hace 16 años. “No quiero justicia, quiero encontrarlo. Quiero saber si duerme bajo tierra o si aún respira”, dijo, con la voz quebrada pero firme.

Los niños también marcharon. Algunos llevaban carteles que decían: “Mi voz es pequeña, pero mi derecho a la paz es grande.” .

Otros caminaban tomados de la mano de sus abuelos, porque sus padres ya no están. Se estima que al menos 40 menores han muerto en el último año, víctimas colaterales de balaceras, enfrentamientos o simplemente por estar en el lugar equivocado.

El obispo Jesús José Herrera Quiñónez abrió la jornada con un mensaje que resonó más allá de lo religioso:

“Las lágrimas de quienes han perdido familiares, amigos, sus negocios y su trabajo sean ceñidas de esperanza para una ciudad más justa y fraterna.”

La marcha también fue un llamado económico. Marta Reyes, presidenta de Coparmex Sinaloa, denunció que la violencia ha provocado el cierre de más de 1,000 empresas y la pérdida de 40,000 empleos.

“Sin paz no hay inversión, sin seguridad no hay futuro”, afirmó.

Al final del recorrido, cuando el sol ya estaba alto y el calor apretaba, los asistentes se detuvieron frente a la Catedral. Algunos se arrodillaron. Otros simplemente cerraron los ojos. Y aunque no hubo discursos políticos ni promesas oficiales, lo que se escuchó fue más poderoso: el murmullo de miles de corazones que, a pesar del miedo, siguen latiendo.

Este 7 de septiembre no será recordado por cifras ni por nombres. Será recordado por el paso firme de quienes, desde el dolor, decidieron caminar juntos. Porque en Culiacán, incluso en medio de la guerra, hay quienes aún creen que la paz es posible.

Las autoridades sigan amparadas desde el poder y en ausencia al dolor de todo un pueblo.