Cuando Esto Acabe

Tiempos modernos.

Autor: Alberto Morales Gutiérrez.

Probablemente, al final de esta crisis, la prueba de fuego vaya a ser el estado en el que quede nuestra capacidad de pensar, de hacernos preguntas

Es el pensamiento el que nos permitirá entender que desde la suma de tiempos muertos que guiaban nuestro ayer, era virtualmente imposible producir una dinámica viva. En la imagen, Tie

Difícilmente se va a presentar en nuestra historia un momento como este, de tal dimensión, de tal impacto, de tal significación. Tal vez como nunca antes haya circulado también por el ciberespacio más información, más análisis, mayor número de documentos. Las “lecturas” de la situación rebasan los anaqueles. Ya no sabemos qué leer, por dónde escudriñar. Todas las fuerzas económicas, políticas, sociales, filosóficas, hacen interpretaciones desde sus perspectivas y tratan de persuadirnos ahora del apocalipsis, quizás del cambio trascendental, más allá de la resignación.

Probablemente, al final de esta crisis, la prueba de fuego vaya a ser el estado en el que quede nuestra capacidad de pensar, de hacernos preguntas, pues la gran tarea que se impuso la economía de mercado fue precisamente la de neutralizar el pensamiento, banalizarlo, reducirlo a su mínima expresión.

Desde hace unas dos o tres semanas se agita en redes una acción contracorriente que, a partir del hastag #CuandoEstoAcabe, plantea preguntas pertinentes y llama a que las gentes aporten también sus interrogantes e intenten encontrar respuestas. Pienso que en medio de este agite, de esta polución informativa, de este escándalo de miedos, de normas, de limitaciones y de desafíos, lo que suena más sensato es atreverse a preguntar, atreverse a pensar.

Íbamos muy rápido, ciertamente.

Michel Onfray plantea en Cosmos una hermosa afirmación a propósito de lo que él denomina “la construcción de un contratiempo”. Dice: “Lo que es válido para un ser humano conviene también para una civilización, lo que conduce a la abeja, impulsa también al volcán…” ONFRAY Michel. Cosmos. Editorial Paidós. Argentina 2016.

Habla del tiempo y cómo éste es diferente para cada quien. El del niño no es el mismo tiempo del anciano, el de Virgilio no es el mismo tiempo de Einstein.

Tal vez este descomunal “frenazo” sea un imperativo, pues en términos de Onfray ese tiempo acelerado en el que nos tenían, no desemboca en “una aceleración infinita, sino en una abolición del tiempo”. En el pasado, el tiempo estaba vivo, pero el tiempo de la aceleración era un tiempo muerto.

Retomando la caverna de Platón, Onfray sentencia: “somos sombras que vivimos en un teatro de sombras” y esas sombras eran lo que nosotros creíamos que era lo normal, que esa vida de sombras era la normalidad.

Es el pensamiento el que nos permitirá entender que desde la suma de tiempos muertos que guiaban nuestro ayer, era virtualmente imposible producir una dinámica viva. Es el pensamiento, el hacerse preguntas, el convocar a la reflexión, lo que nos permite entender que “el tiempo de las virtualidades a partir de las cuales numerosas personas pueden afirmar sin vergüenza y de absoluta buena fe, que lo real no ha tenido lugar” es, definitivamente, un tiempo de sombras.

Claro, atreverse a pensar, hacerse preguntas, buscar respuestas, crea un contratiempo evidente, pero como bien concluye Michel Onfray: “toda construcción de un contratiempo existencial, es un comienzo de conquista de la eternidad…”