Cuando la violencia viene de nosotras mismas

Por Mariana Rodríguez

En el marco de la lucha contra la violencia hacia la mujer, la atención se concentra en temas de vital importancia como la violencia doméstica y los feminicidios, pero también es importante que recordemos un tipo de maltrato del que rara vez se habla y que pasa prácticamente desapercibido: el maltrato de las mujeres hacia su propio género.

Cuando hablamos de maltrato, lo primero que se nos viene a la cabeza es violencia física o sexual, pero la violencia de género también puede ser social, emocional, psicológica, entre varias. Cuando entendemos el maltrato en su diversidad de formas, podemos identificar maneras en las que también las mujeres ejercemos violencia hacia nosotras mismas. A propósito de esto, entrevistamos a Esther Pineda, socióloga y especialista en estudios de género, que nos comenta:

“La violencia por razones de género se ha tipificado como una forma de violencia que generalmente se ejerce del hombre hacia la mujer, porque esa es la forma más extendida estadísticamente. Sin embargo, también está presente y no se puede negar, la existencia de formas de violencia entre las mujeres en procesos de interacción cotidianos que están asociadas a la ideología del sistema patriarcal. Éste concibe a la mujer como un objeto para el disfrute masculino y nos enseña que debemos competir entre nosotras por el amor y la atención de los hombres, lo que genera discordia entre mujeres que en algunos casos llega a agresiones no sólo verbales y psicológicas, sino también físicas”, afirma la entrevistada.

Ese maltrato no se limita al espacio privado o sentimental, sino que lo vemos extendido de forma naturalizada en otros contextos y además promovido en los medios de comunicación. En muchas telenovelas podemos ver como mujeres antagonistas se denigran mutuamente y se van a los golpes como si fuese una conducta común y aceptable. Esto mismo también sucede de forma menos evidente en otros tipos de programación, como señala Esther:

“Vemos programas -que son los de mayor consumo y mayor difusión en los medios- de chismes y farándula que son generalmente presentados por mujeres que se dedican allí a descalificar y humillar a otras mujeres que hacen vida en algún escenario mediático. ¿Quién que crezca viendo eso, no asume que eso es natural? Que está en la “naturaleza” de la mujer hablar de las otras, criticarles por su apariencia, su forma de ser, sus relaciones, etcétera”, según nos dice.

“Esto contribuye a los estereotipos que existen de que las mujeres son chismosas, competitivas y conflictivas y los hombres no, y finalmente que es mejor tener amigos hombres que mujeres por esas razones. Eso logra a alejar a las mujeres entre sí mismas y les impide relaciones de amistad y de compañerismo sano, lo que se refleja en otro tipo de conducta que genera violencia entre mujeres, que es el que se da en los espacios laborales cuando una mujer accede a un cargo con mayor responsabilidad o poder decisión. Vemos que las mismas mujeres afirman y reproducen el estigma de decir ‘Ella lo logró no porque se lo merecía, sino porque se acostó con tal hombre o porque usó sus atributos físicos´. Entonces nuevamente legitimamos los estereotipos y subestimamos las capacidades de las mujeres”, afirma Pineda.

Educar desde la igualdad y no desde la diferencia

El machismo es un elemento profundamente internalizado en las sociedades latinoamericanas, y hay quienes piensan que a veces las mujeres jugamos un rol fundamental en su reproducción. Desde la mamá que no permite que sus hijos varones se encarguen de las tareas de la casa “porque eso es de mujeres”, hasta la chica que resiste maltratos de su pareja, estas conductas son aprendidas por generación tras generación y representan una forma de maltrato endógeno entre las mujeres. Esther explica:

“En nuestra sociedad las mujeres son las que tienen mayores responsabilidades en el proceso de educación de hijos e hijas y son ellas las principales transmisoras de los procesos de socialización. Entonces, por ejemplo, vemos que a los niños se les permite jugar en la calle, salir, pero sin embargo a las niñas se les suele permitir salir menos del hogar, no se les permite jugar en la calle. Hasta los mismos juguetes reproducen estos roles que son validados por las madres. Por eso es importante evitar educar y socializar a los niños y niñas de forma diferenciada, porque eso que creemos que es inofensivo, va a tener una influencia en como los hombres traten en su edad adulta a quienes puedan ser sus compañeras o hijas”.

Y la influencia de esos elementos en la vida de las mujeres, tiene dimensiones aún mayores:

“En muchas oportunidades las mujeres aceptan y se mantienen en relaciones violentas como consecuencia de la educación que recibieron. Las mujeres empiezan a recibir violencia y van donde sus madres principalmente para buscar apoyo, y muchas veces son sus mismas madres, abuelas o tías que le dicen ‘pero es tu esposo, cuida tu matrimonio por el bien de tus hijos, no te separes’ y esto ha contribuido a situaciones que incluso pueden terminar en feminicidio”.

Para esta investigadora, la clave para revertir la situación es promover una educación basada en la igualdad y generar espacios de debate que pongan en evidencia estos mecanismos de reproducción del maltrato, pero sobre todo, promover el apoyo entre nosotras mismas:

“La solidaridad entre mujeres es fundamental para romper con ciclos de violencia y para minimizar formas de discriminación y sometimiento. Cuando vayamos a empezar a hablar mal de otra mujer o a juzgarla, tenemos que detenernos un momento y reconocer que como género debemos rescatar urgentemente el concepto de sororidad por encima de esa idea de competencia que se nos ha impuesto y que reproducimos sin darnos cuenta” afirmó Esther.

Por Mariana Rodríguez

Fuente: https://eltoque.com/texto/cuando-la-violencia-viene-de-nosotras-mismas

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