*Escrito por Tamara Morales Orozco.
Granada, España.- La reconocida periodista, activista y escritora mexicana Lydia Cacho llegó al Festival Internacional de Poesía de Granada con una faceta que, aunque menos difundida, es profundamente esencial en su trayectoria: la de poeta. En esta edición del FIP Granada, su presencia no solo resalta por su legado en el periodismo de investigación y la literatura infantil comprometida, sino por la reaparición de una voz lírica que ha acompañado toda su vida.
Aunque muchos la conocen por sus investigaciones valientes y su defensa incansable de los derechos humanos, Cacho revela que su primer libro, publicado hace más de tres décadas, fue de poesía. Aquella edición casi secreta marca el inicio de un viaje interior que la ha acompañado a través del tiempo y del exilio. “Cuando era adolescente estuve en un taller de prosa y poesía con el maestro Juan José Arreola, allí entendí que una parte de mi sentir del mundo encontraba cobijo en la poesía. Todos mis libros (21) están atravesados por la lírica y el ensayo, incluso las investigaciones más dolorosas. De niña mi abuelo y mi madre me leían a Camoens y a Pessoa, a Rosalía de Castro y Rosario Castellanos, para mí la poesía es un refugio”, indica con firmeza. Añade que en el exilio comenzó a escribir de nuevo, “participé en el Recital del Manhattan en Málaga el año pasado, después de haberla abandonado durante mucho tiempo. Para mí es como volver a casa después de una larga aventura compleja y dolorosa”, menciona.
En el marco del festival, uno de los momentos más significativos será su lectura en Víznar, en el mismo espacio donde fue asesinado Federico García Lorca. El simbolismo es profundo: Cacho estudió en un colegio fundado por refugiados de la Guerra Civil española, sus abuelos eran exiliados portugueses, su profesorado eran filósofas, historiadores, escritores españoles y leíamos a la Generación del 27 como si fuese nuestra, y ahora ella misma vive en el exilio, en España. “Hacerlo ahora que estoy exiliada adquiere más sentido”, expresa, reconociendo la carga histórica y emocional de este acto poético en un lugar sagrado para muchas generaciones.
En un mundo cruzado por el caos político y social, Cacho no busca respuestas ni espera reacciones específicas del público. Confía en el poder transformador de la poesía como espacio de comunión emocional. “De la poesía no se espera nada, esa es su magia. Quienes amamos la poesía y asistimos a recitales nos entregamos a un viaje emocional, sensorial que, si es propicio, nos hará tocar las raíces, conspirar –en el sentido literal de la palabra–, desde lo más vital. Yo solo voy a encontrarme con quienes amamos la vida desde la poesía, con escritoras y escritores de catorce países con una ilusión muy granadina. Lo único que sé es que van a conocer a una Lydia que no imaginaron nunca”, dice, anticipando que el público encontrará en sus versos una Lydia inesperada, íntima y reveladora.
Aunque su lucha contra la violencia ha marcado buena parte de su carrera, Cacho encuentra en la poesía una vía paralela para hablar del dolor con sensibilidad. Relata cómo las víctimas –especialmente niñas y niños– usan la palabra como puente hacia la dignidad, y cómo ella misma ha encontrado en la lírica una forma de contar la verdad sin ceder al morbo ni a la desesperanza. “Soñar con la cicatriz mientras la herida sangra… Desde 1974 que fui consciente de que el Estado desaparecía personas por exigir libertades, entendí que la dignidad humana necesita narrarse desde un lugar que no sea el de la morbosa y sangrienta desesperanza, sino desde la necesidad de las víctimas para renacer, aparecer, resucitar en otras”, escribe, evocando la esperanza incluso en los relatos más oscuros.
Los poemas que compartirá en Granada provienen de un libro aún inédito, gestado en Málaga durante su exilio. “Son parte de un libro que comencé a escribir el año pasado en Málaga. Andalucía me cobijó y nacieron poemas de entre el dolor del vacío y a soledad del exilio”, explica. Aunque prefiere no explicar el contenido de sus textos –porque “es como arrebatarles la inmediatez”–, revela que exploran temas como la tortura, el amor, la muerte y la esperanza. Esta obra representa un paso simbólico y vital: el comienzo de una nueva etapa creativa, marcada por el renacimiento en tierra extranjera. “Cuando te expulsan de tu tierra por valiente, te reinventas o te sometes al silencio. Yo elegí la primera”, confiesa.
Cacho revela que su poesía nace como resistencia, como refugio o como otra forma de verdad. “Dentro de mí vive una niña de doce años que se resistió a normalizar la injusticia y el dolor de las y los otros, hay una rebeldía feroz que es necesaria para enfrentar el caos en que el mundo vive, el caos que han creado un caterva de hombres poderoso, ignorantes, crueles e insensatos. Y volvemos al por qué de estar en los municipios lorquianos, para recordar que los derechos se ganan con las palabras que saben exigir, nombrar, transformar y se defienden todos los días de la vida. Considera que el FIP de Granada es importante, “en especial porque cuando ya nada parece funcionar, solo la poesía nos devuelve a la inspiración en la defensa de una vida digna y libre, lejos del dogma de la destrucción”, defiende.
Para Lydia Cacho, la poesía es también una forma de trazar puentes entre continentes, memorias y luchas. Su escritura navega entre los paisajes heridos de América Latina y las huellas históricas de España, en un intercambio vibrante y necesario. “Yo nací en México y soy totalmente latinoamericana como autora, crecí con una mirada continental de la diversidad y el encuentro, del feminismo de colores, entonces mi poesía está impregnada de esas voces de mujeres que tanto me han enseñado y de una rabiosa dignidad insurrecta que teje historias desde Chile hasta Guatemala, México y Colombia”, confiesa. Granada, en ese sentido, no podría ser un escenario más adecuado: “Granada entera es la historia de un poema reescrito en piedra”.
En una época de incertidumbre y replanteamientos, la participación de Lydia Cacho en el FIP Granada 2025 reafirma la vigencia y necesidad de la palabra poética como resistencia, como memoria viva y como acto de libertad. “Cuando escribo no soy una mujer, soy un fragmento vital de una región del mundo que se resiste al silencio. No puedo imaginar un mejor escenario que Granada para encontrarme con tantas grandes poetas, como Piedad Bonnett, por nombrar solo una. Granada entera es la historia de un poema reescrito en piedra, me emociona volver así, de la mano del Festival Internacional de Poesía.