** GENTE COMO UNO.
/ Mónica Garza /
Hasta julio de 2018, como candidato, Andrés Manuel López Obrador mantuvo como promesa de campaña, tardar seis meses en sacar al ejército de las calles.
Quien fuera el más duro crítico, hace once años, cuando en la Cámara de Diputados se preparaba la Ley de Seguridad Pública, que entre otras cosas, le otorgaba más tareas de seguridad a las Fuerzas Armadas, parece haber cambiado radicalmente de opinión.
Hoy, el Presidente López Obrador gobierna compartiendo responsabilidades con el ejército, cada vez más alejadas de su misión, como la distribución de vacunas contra la Covid-19, y “si es necesario, de esa misma manera vamos a distribuir los medicamentos”, aseguró esta misma semana.
Según datos de la Secretaría de la Defensa Nacional, en 2018 había 54 mil 980 militares en operaciones fuera de sus bases; en 2019 la cifra bajó a 52 mil 70 elementos; en 2020 el número se incrementó hasta 76 mil 198, y hasta septiembre pasado, había 80 mil 210 efectivos desplegados para tareas de apoyo a la seguridad pública y combate a la delincuencia.
Esta semana la cifra aumentó de nuevo, con el anuncio del despliegue de 5 mil 177 elementos en el estado de Zacatecas —que vive su peor crisis de seguridad— y de los cuales casi 4 mil pertenecen a las Fuerzas Armadas y la Guardia Nacional.
El “Inventario Nacional de lo Militarizado” presentado por el Centro de Investigación y Docencia Económicas y la organización México Unido contra la Delincuencia, señala las tareas en las que han sido involucrados militares desde 2006 hasta 2021.
Destaca la construcción de infraestructura pública y privada, la distribución de gasolina, libros de texto para la educación básica, vigilancia en las fronteras norte y sur, detención e inspección de migrantes, control de puertos y aduanas, así como reparto de vacunas.
Evidentemente las actividades de las Fuerzas Armadas ya no sólo se limitan a labores de seguridad, sino que están cada vez más inmersas en ámbitos sociales de todo tipo. Algo que en el pasado, hubiera sido prácticamente impensable.
Hace unos días, coincidí en una charla de pasillo con un sobrino del expresidente Miguel de la Madrid, quien recordaba, como parte de la memoria no publicada, una anécdota que el exmandatario confesó en una comida familiar, en la célebre casa de Coyoacán, antes de que su memoria se viera minada por los infartos cerebrales que sufrió.
Sin duda el capítulo más castigado por la historia en la administración del presidente De la Madrid, fue el terremoto de 1985, por la lentitud de su reacción ante la emergencia, que obligó a la sociedad civil a salir a las calles en su propio rescate, mientras que el ejército se mantuvo en los cuarteles.
El propio expresidente, de hecho, llegó a confesar que lo que más se tardó en hacer, fue tomar la comunicación con el entonces secretario de Defensa, Gral. Juan Arévalo Gardoqui, quien le llamaba insistentemente, mientras él realizaba el primer vuelo en helicóptero encima de la ciudad devastada, acompañado por el entonces regente del Distrito Federal, Ramón Aguirre Velázquez, y un médico militar, que era su médico de cabecera —y amigo de la infancia—, el Dr. Leobardo C. Ruiz Pérez.
Ante la negativa del presidente de tomar su llamada, el Secretario de la Defensa solicitó entonces que lo comunicaran con el Dr. Leobardo Ruiz, para pedirle —de militar a militar— que le transmitiera a De la Madrid su urgencia por hablar con él.
Cuando el Dr. Ruiz intentó pasar la bocina al presidente, éste lo detuvo con firmeza y le dijo: “Permítame. No le voy a tomar la llamada al General en este momento”.
Ante lo incómodo de la situación, el médico militar decidió hacer a un lado los formalismos presidenciales y molesto se dirigió entonces al que fuera su compañero de preparatoria: “¡Miguel! ¿Por qué no quieres tomarle la llamada al Secretario?… A lo que el presidente respondió:
“Porque ya sé qué quiere. Quiere sacar a la calle a los soldados, y el problema con los militares es que una vez que los sacas a la calle, ya no hay manera de regresarlos”…
Hoy, 36 años después de esa anécdota, hay más militares que nunca en las calles del país, resolviendo tareas cada vez más alejadas de su misión. ¿Volverán a sus cuarteles en marzo de 2024, como lo marca la reforma constitucional por medio de la cual se creó la Guardia Nacional en 2019?… ¿Podrán?… ¿Querrán?… ¿o se cumplirá aquella profecía presidencial?…