Jorge Ramos Ávalos.
El periodista independiente Abraham Jiménez estaba en la azotea de su casa en La Habana tratando de conectarse con su celular en una videollamada para la entrevista. La señal del teléfono es mejor allá arriba que encerrado en su cuarto. Era lunes y la dictadura cubana había quitado el internet en la isla para que no salieran más información y videos sobre las masivas protestas del día anterior. Fueron las más grandes desde el llamado “Maleconazo” en 1994. Pero esta vez hay algo distinto: los jóvenes y los manifestantes saben cómo burlar la censura del gobierno a través de las nuevas tecnologías y las redes sociales.
Abraham no me quiso explicar cómo se conectó conmigo en Miami. “No puedo desclasificar mi estrategia porque si la digo, la pierdo”, me dijo. Pero sí me describió lo que ocurrió el domingo 11 de julio en más de 50 lugares de la isla. “Estalló el hartazgo. El pueblo se cansó y salió a las calles… Es un país desabastecido de comida, de medicamentos. El sistema sanitario colapsó con la pandemia. Esto más un aumento desmedido de la represión a los disidentes y a la sociedad civil ha hecho que el país estalle… Son imágenes que hablan de la molestia y la indignación de un pueblo que ha estado seis décadas sufriendo y aguantando este régimen. Y ha dicho basta”.
Los cubanos han perdido hasta el miedo.
Nos equivocamos si creemos que el problema en Cuba es solo por falta de vacunas o de alimentos. El problema central es la falta de libertad. Los videos que han inundado las redes sociales muestran a gente que grita en las calles “Abajo la dictadura”.
Y lo es. Cuba es la dictadura más vieja de nuestro continente y es triste escuchar a latinoamericanos que piden democracia para sus países pero no para los cubanos.
Tras vivir tres décadas en Miami, muchas veces me ha tocado experimentar la euforia de ver protestas y posibles cambios en Cuba seguidas por la desilusión y la tristeza de una brutal represión. Después de la caída del Muro de Berlín en 1989 crecieron enormemente las expectativas de un cambio de régimen en Cuba. Los vientos de democracia recorrían el mundo. Y en 1991, durante la primera Cumbre Iberoamericana en Guadalajara, le pregunté al dictador Fidel Castro si era el momento para pedir un plebiscito democrático en Cuba. “Respeto la opinión de esos señores”, me dijo en ese momento quien ya llevaba 32 años en el poder. “Pero realmente no tienen ningún derecho a reclamarle ningún plebiscito a Cuba”.
La Unión Soviética desapareció poco después de esa entrevista y varios países europeos se liberaron. Pero Cuba no. Fidel murió en el 2016 y fue reemplazado por su hermano Raúl. La ingenua idea de que no habría castrismo sin Fidel fue rápidamente desechada y la isla siguió regurgitando los letales estertores de la tiranía.
Saltemos al 2021 sin Fidel y con internet. En Cuba se han abierto espacios que ya no puede controlar el Estado y que se están llenando de voces rebeldes.
¿Cómo se hace periodismo independiente en Cuba?, le pregunté a Abraham, quien reporta como periodista sobre la isla desde el 2016 y es fundador de la revista digital El Estornudo (www.revistaelestornudo.com). “Yo vivo en riesgo y he aprendido a sobrellevar ese temor”, me dijo a través de su celular. “Es una locura. Todo el tiempo estás vigilado. Te llevan a interrogatorio. Los sitios en los que publicas están bloqueados por el régimen. Te golpean. Uno tiene que aferrarse a la responsabilidad de contar este país. Si no lo contamos nosotros, la gente va a seguir creyendo que esto es un paraíso cuando es una cárcel”.
Para contar la verdadera historia de Cuba y para promover un cambio democrático, lo mejor y más rápido que pueden hacer otros países es proveer un eficiente sistema satelital de apoyo al internet. El destino de Cuba lo deben marcar los propios cubanos. Y nadie más. Pero hay que oír sus voces.
“La internet cambió a este país”, me dijo Abraham, antes de que se fuera la señal. “Internet nos ha empoderado a los cubanos y nos ha hecho saltar del espacio virtual a las calles. Y cada vez más estamos corriendo la cerca. Nadie sabe lo que pueda pasar”.
Efectivamente, nadie sabe. Pero como me dijo una periodista cubana: “Despertó el caimán”.