De Hildegarda a Isabel II .

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/Clara Scherer /

Hildegarda nació en 1098, Baja Edad Media. Mujer con inteligencia sobresaliente. Personalidad muy influyente en la época. Asesoró a abadesas, a Leonor de Aquitania, a la emperatriz bizantina Irene; a diversos abades, cuatro papas, varios arzobispos, dos emperadores y nobles, incluyendo a Bernardo de Claraval.

Quienes han estudiado su obra afirman que estaba dotada de un talento y una cultura singulares. En 1150, el emperador Federico I Barbarroja la invitó a su palacio. El aprecio mutuo que se generó fue tal que, trece años más tarde, él le otorgó un edicto de protección imperial a perpetuidad para el monasterio fundado por ella.

La única mujer a quien la Iglesia permitió predicar al clero y al pueblo en iglesias y abadías. Sorprende que una persona sin instrucción formal llegase a aceptar que los misterios del cosmos podían explicarse a través de la observación y el razonamiento.

Un talento de la política, con un fino sentido de la libertad y la justicia. Discutió con reyes y papas para conservar su autonomía personal y la de sus conventos. Una personalidad compleja, con luces y sombras que, lejos de empequeñecerla, ocultarla o, peor, borrarla del gran libro de la historia, la hacen digna de inscribirse en él.

El siglo de Hildegarda fue de renovación política, social y económica, cuyos rasgos —según David Lindberg— fueron el molino de agua, cuya difusión originó una “pequeña revolución industrial”, el cultivo rotatorio, la invención del arnés del caballo y el arado de ruedas, la explosión demográfica y la urbanización, generaron acumulación de riqueza y el desarrollo de la cultura y, con ello, la expansión de las escuelas.

Isabel II nació en 1926. Abel G.M. cuenta: “Winston Churchill dijo que, ya de pequeña, la princesa Isabel tenía ‘un aire de autoridad y reflexividad asombroso en una niña’. Isabel II ha sido famosa por mantener las distancias de la política y ceñirse a su papel representativo como jefa de Estado. Raramente ha dejado entrever sus opiniones y nunca las manifiesta públicamente, una equidistancia que ha mantenido su popularidad entre las más altas de los países europeos con régimen monárquico”.

(https://historia.nationalgeographic.com.es/a/isabel-ii-reino-unido-gran-…).

Atestiguó el proceso de descolonización del antiguo Imperio Británico por el que más de 20 países obtuvieron su independencia. Algunos la mantuvieron como jefe de Estado y se incorporaron a la Mancomunidad de Naciones. Vivió la Segunda Guerra Mundial, el colapso del imperio soviético, la fundación de la Unión Europea, el Brexit, el avance de la electrónica, los medios masivos de comunicación y las computadoras.

Montserrat Cabre I Pairet afirma: “La práctica de la relación de autoridad es el eje de la vida de Hildegarda y, también, la clave de su éxito —y entiendo por éxito su capacidad de mostrar la autoridad femenina en el mundo—, su capacidad de hacerla fuente de significado en el mundo”. Sorprende su sentido de la oportunidad política.

“Oportunidad política porque el saber de Hildegarda era uno que le instaba a incidir en el mundo, midiendo estratégicamente el timing. Habiéndose reconocido autoridad, requería del reconocimiento de autoridad de otras y otros para operar en el mundo desde un régimen de mediación propio y sin ceder significados, o cediendo pocos, al orden sociosimbólico patriarcal”. Duoda Revista @EstudisFeministes num 16-1999.

Su práctica de la autoridad, capacidad de percepción de lo ajeno y voluntad y capacidad de intervención; capacidades y voluntades que, cuando son motivadas por el deseo de facilitar el crecimiento de otro u otra, constituyen el núcleo del orden materno. Isabel II quizá tuvo esa capacidad, pero usando el silencio y la discreción. Necesitamos una mujer con autoridad propia en la Presidencia.

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