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Karla Eulise Rosas Jácome*
La realidad de la violencia en el país se niega todos los días como si ocurriera en otra parte, o peor aún, como si estuviera ocurriendo sólo en los dominios de lo imaginario. Su exceso la vuelve improbable. Porque también la violencia “al proyectar sus propiedades […] en un nivel de excepcionalidad rompe las nociones de lo verosímil para entrar en el orden de lo imaginario”, y también en ella “la inflación del contorno es inseparable de la sustracción”. Así, en la misma lógica del hiperbolismo, al exagerarse en la realidad ella se niega.
Elsa Blair, Muertes violentas. La teatralización del exceso
La imagen sobre la violencia, el sufrimiento y la crueldad, tiene un lugar importante en el contenido que se comparte en internet. Ya sean fotografías de cuerpos sin vida o víctimas de tortura, videos sobre enfrentamientos armados, sobre violaciones a derechos humanos o en los que se priva de la vida a una persona de maneras atroces, es de mi interés presentar cómo la imagen sobre la violencia ha tendido a la banalización del sufrimiento en el momento en que comenzó a moverse por la red.
Desde sus inicios, internet ha estado repleto de estas imágenes, y con la creación de las redes sociales, éstas se convirtieron en lugares para que la imagen sobre el sufrimiento ajeno se compartiera de manera masiva.
Estos espacios tienen reglas sobre el contenido que se publica, por lo que la imagen explícita en la mayoría de los casos es eliminada de las plataformas. Sin embargo, en muchas ocasiones, estas imágenes continúan en las redes al saber sortear las reglas sobre censura. Tanto en Instagram como en TikTok se puede llegar a encontrar contenido cruel y explícito, así como en X, donde es muy común encontrar esa clase de publicaciones. Sin dejar de mencionar Telegram o 4chan [1], espacios en los que la censura ciertamente no es una preocupación debido a su bandera de libertad de expresión.
En las redes de uso generalizado, el contenido sobre la crueldad puede ser de true crime, videos en los que se narran casos de crímenes reales como los que se incluyen en el hashtag (#) “contexto”, hasta videos en los que se muestra explícitamente la violencia y el sufrimiento, además del contenido en el que se realiza una especie de eufemismo visual de lo cruel, dada la forma “inofensiva” y “entretenida” con que se presenta la imagen explícita.
En este punto es evidente que la imagen sobre la violencia, el sufrimiento y la crueldad ha formado parte de nuestra cotidianidad en el internet a partir de la masificación que le brindaron las redes sociales. Debido a la sobre exposición que tenemos a ellas corremos el riesgo de trivializar el contenido de la imagen y volver el mirar un acto de consumo, olvidando su componente político, pues la mirada no es inocente ni carente de relaciones de poder, desde el preciso momento en el que existe una persona que sufre y una que observa ese sufrimiento, desde el momento en el que caemos en la trampa de concebir ese sufrimiento como una ficción al estar en una pantalla.
Dentro de la gama de modalidades en las que se presenta la imagen del sufrimiento ajeno, el contenido sobre la violencia y el horror generados por grupos criminales o en alusión a ellos, representa uno de gran importancia en la presentación del dolor en redes sociales.
Además de videos explícitos sobre ejecuciones o cualquier tipo de delito que atente contra la vida, por parte de los grupos criminales, también existe el contenido referente a reclutamiento y propaganda en el que los autores presentan las actividades delictivas como una alternativa de vida, a partir de la construcción de identidad por medio de “imágenes, emojis, hashtags y canciones compartidas” [2], como se menciona en el informe de El Colegio de México “Nuevas fronteras en el reclutamiento digital. Estrategias de reclutamiento del crimen organizado en TikTok”.
De acuerdo con el informe, entre los simbolismos compartidos se encuentran los hashtags: #nuevageneración, #4letras, #4l, #ng, #mencho, #mecho (sic.), #señormencho, #ElSeñorDeLosGallos -relacionados mayormente con el Cártel Jalisco Nueva Generación-, #maña, #trabajoparalamaña, #belicones, #fracesbelicas (sic.), entre varios otros de uso general [3]. Además, están los emojis:

Tabla extraída del informe Nuevas fronteras en el reclutamiento digital. Estrategias de reclutamiento del crimen organizado en TikTok, p. 10.
Aunado a las implicaciones que presenta el informe respecto a la creación de una identidad que alude al modo de vida criminal, este tipo de videos, al hacer uso de las maneras de comunicar propias de las redes -emojis, hashtags, música-, participan de las mismas lógicas de consumo que el contenido de cualquier otra temática. Es, finalmente, un producto de entretenimiento.
Un ejemplo de este tipo de productos de entretenimiento en TikTok, que derivó en el tema de este texto, es un video en el que se hacía alusión a la disolución de cuerpos en ácido. Con el texto “oye, no encuentran a mi amigo, desde ayer no aparece [sic]”, y la canción “SANTAL 33” de Peso Pluma y Óscar Maydon, el video mostraba una fila de tambos de los que salía un gas. Este formato fue una especie de tendencia, ya que en el #contenedores aparecieron al menos 20 videos con el mismo mensaje y la misma representación en términos de imagen y música.
No es el objetivo de este texto ahondar en si este tipo de contenidos muestra una acción real o no, sino preguntarnos por las implicaciones de colocar texto, música y hashtags a estos contenidos con la intención de participar de una tendencia.
Este tratamiento a la imagen puede crear una separación entre la realidad y lo ficticio. Por un lado, se conoce que estas prácticas cruentas y atroces existen. Por otro lado, la forma de presentar los actos de violencia en redes hace que se puedan consumir como entretenimiento, los vuelve un eufemismo visual a grado de que pueda existir un video alusivo, por ejemplo, a la disolución en ácido de cuerpos, que fácilmente puede ser deslizado y pasar inmediatamente a otro contenido virtual. La banalización del sufrimiento, al volverse contenido pasajero, es una idea de Susan Sontag que ha sido recuperada por Salvador Salazar en su artículo “Contra el vouyerismo o la fascinación morbosa ante el dolor”. En este artículo, Salazar menciona la advertencia de Sontag acerca de cómo las imágenes sobre el sufrimiento extremo pueden anestesiar y trivializar lo que muestran. La masificación del contenido sobre el sufrimiento y el dolor ajenos que las redes sociales han permitido, puede llegar a convertir este tipo de imágenes en “rutina visual, en espectáculo despolitizado” [5].
Frente al consumo y la banalización, la mirada ética y el hacer memoria
La banalización de la violencia ha hecho que ciertos usuarios de redes, aunque no pertenezcan al crimen organizado, contribuyan proactivamente a producir contenido en el que se glorifica la actividad criminal y se banaliza la muerte y el sufrimiento de otras personas. Estos videos que no muestran algo explícito ni gráfico, pero hacen alusión a ello, se pueden filtrar más fácilmente al consumo masivo en redes, precisamente porque no son explícitos.
Así, aunque sabemos que las atrocidades están ocurriendo, esta forma de presentar el sufrimiento sirve como una especie de barrera que hace que la población no afectada directamente, piense que esas formas de violencia le son ajenas. De la misma manera, así como la presentación del eufemismo visual, la exposición excesiva a la violencia genera distancia frente a quien la observa.
En la misma línea, Elsa Blair menciona que el exceso de violencia provoca su negación, “es como si no estuviera ocurriendo o, peor aún, como si ella [la violencia] ocurriera en otra parte. Su exceso la vuelve improbable” [6]. Además de esta “vacuna” frente a la violencia, el distanciamiento que tiene el espectador contribuye a un discurso de marginalización y criminalización bajo la idea de que “les pasa a otros” [7].
A pesar de lo mencionado existen otras posibilidades en la reproducción de imágenes alrededor de la violencia, ya que también han servido para mantener la verdad y exigir justicia ante atrocidades que, de otro modo, podrían ser negadas sin nadie que contradiga la versión oficial. En zonas controladas por Los Zetas entre 2012 y 2014, espacios digitales como El Blog del Narco o Semanario Zeta, fueron cruciales frente al silenciamiento de la violencia en los medios de comunicación [8]. Además, las imágenes que capturan las madres buscadoras durante hallazgos de fosas hacen posible denunciar malas prácticas en la inhumación de cuerpos en custodia de instituciones estatales.
Sin embargo, como menciona Salvador Salazar en el citado artículo, frente al universo de imágenes sobre violencia y crueldad existe la necesidad de una ética de la mirada, que implica asumir el acto político que significa el mirar. En ese sentido, se vuelve necesario preguntarnos quién está haciendo visible la violencia y con qué intención.
Quizá el resultado de poner en práctica ese principio ético para la mirada sea la transformación del impacto de esa imagen en acciones, y que, lejos de banalizar, puedan generar memoria, similar cuando se colocan veladoras y cruces en zonas donde han fallecido personas.
Miremos con ética esos mensajes visuales. Que la exposición a estas imágenes no resulte en el consumo del dolor como entretenimiento, sino que nos haga contribuir con actos de solidaridad, procesos de memoria y exigencia de justicia y no repetición.
Referencias:
[1] Telegram es un servicio de mensajería instantánea gratuita. 4chan es un sitio web de tableros de imágenes de distintas temáticas. Ambas plataformas se caracterizan por tener políticas de censura mínima y moderación laxa.
[2] El Colegio de México (2025). Nuevas fronteras en el reclutamiento digital. Estrategias de reclutamiento del crimen organizado en TikTok, p. 22.
[3] Ibíd., pp. 11-12.
[4] Según el informe del COLMEX: “El Makabélico es un artista cuyas producciones musicales reflejan, en un estilo urbano, las expresiones del crimen organizado y la cruda violencia en México. Algunas de sus producciones musicales son utilizadas como un estandarte por parte de miembros de organizaciones criminales en redes sociales.” (p. 10).
[5] Salazar, Salvador (2025, 26 de marzo). Contra el vouyeurismo o la fascinación morbosa ante el dolor, La Verdad Juárez. https://laverdadjuarez.com/2025/03/26/contra-el-vouyerismo-o-la-fascinacion-morbosa-ante-el-dolor/
[6] Blair, Elsa (2005). Muertes violentas. La teatralización del exceso. Universidad de Antioquia, p. 23.
[7] Esto fue mencionado por May-ek Querales durante la 3a sesión del ciclo de conferencias “Reconocer la emergencia. Diálogos forenses sobre el exterminio social”, organizado por el GIASF. https://www.youtube.com/watch?v=sWaVkUu2zcc
[8] Comentario realizado por Querales durante la sesión mencionada.
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*Karla Eulise Rosas Jácome es egresada de la Licenciatura en Sociología por la UNAM y estudiante asociada al GIASF.
El Grupo de Investigaciones en Antropología Social y Forense (GIASF) es un equipo interdisciplinario comprometido con la producción de conocimiento social y políticamente relevante en torno a la desaparición forzada de personas en México. En esta columna, Con-ciencia, participan miembros del Comité Investigador, estudiantes asociados a los proyectos del Grupo y personas columnistas invitadas. Las responsables de la misma son Erika Liliana López y Sandra Gerardo (Ver más: http://www.giasf.org)
La opinión vertida en esta columna es responsabilidad de quien la escribe. No necesariamente refleja la posición de adondevanlosdesaparecidos.org o de las personas que integran el GIASF.
Foto de portada: Velada por Ameli García y por más de 100 mil desaparecidos en México, en el Monumento a la Revolución realizada el 19 de julio de 2025. (Juan Abundis / ObturadorMX)












