*
/ Cecilia Lavalle*/
Las alarmas están prendidas. La incertidumbre es la que empieza a sentarse y a ponerse cómoda. Como en cualquier duelo o preduelo. Por el momento, me digo. De momento, me repito.
Por el momento hay más población viviendo en países no democráticos que en países que presumen serlo. Y esos datos no cuentan, claro, aquellos que lo simulan o que dan síntomas de enfermedad terminal.
De momento hay gobernantes que, electos más o menos democráticamente, ejercen de dictadores o se comportan como monarcas del medioevo o emperadores de la Antigüedad.
La paridad, tan duramente conseguida, no camina por donde imaginamos y, de momento, en medio mundo nos entrega dolorosos resultados; entre otras razones porque, como dice la periodista Nuria Varela, cuando nosotras llegamos al poder, el poder está en otro lado.
Elecciones al Poder Judicial que dejó de ser Poder, y que no parecieron elecciones; no por fallos en la organización, sino en el diseño.
Guerras que empezaron no sabemos cuándo, o sí sabemos, pero parece que no van a terminar nunca.
Misiles que vuelan de un lado a otro dejando su cauda de luz, de lágrimas, de dolor, de penurias, de duelos, de injusticias.
El hielo invadiendo calles, como neblina. Me recuerdan a los dementores, esos macabros personajes salidos de la imaginación de J. K. Rowling que, en la saga de Harry Potter, te robaban la felicidad en un suspiro. Entran a casas, fábricas, ranchos, escuelas, separan, esposan, empujan, someten, se llevan. En un suspiro.
Y la desazón se empieza a acomodar, el corazón se duele, la angustia se abre espacio. La incertidumbre se pasea, escoge lugar, se sienta, pide un aperitivo y algo de comer, no tiene prisa ni trazas de irse.
Por el momento. Me digo. De momento.
Porque también están ahí, aquí y en todas partes, demócratas resistiendo y argumentando, protestando y exigiendo, defendiendo y sosteniendo.
Porque hay mujeres que están apostando sus mejores ideas y sus más elevados ideales a transformaciones profundas que abran un nuevo relato, y que sostienen la igualdad como principio irreductible. Están aquí, ahí y en todas partes.
Porque también están pacifistas que lo mismo navegan con alimentos y medicinas a la primera línea de guerra, que desobedecen órdenes de represión, que se plantan frente a la muralla de hielo. Esgrimen valores que, aunque parezcan muletas, son pilares.
Porque también están quienes gritan que el emperador está desnudo, o que el genocidio no es combate al terrorismo, o que designación no es lo mismo que elección, o que la superposición de Poderes no mejora un Poder, o que autocracia y plutocracia, por más que se disfrace, no es democracia.
Sí, por el momento parece que el mundo colapsa. Pero han redoblado el esfuerzo quienes resisten y sostienen.
Por el momento los tambores de guerra resuenan aquí y allá. Pero también las acciones pacifistas y los gritos que desnudan al rey, a los reyes.
Por el momento el hielo inunda ciudades. Pero el amor, la solidaridad y la congruencia también salen a escena.
Por el momento parece que todo está perdido. Pero aquí, ahí y en todas partes oigo voces que cantan como Mercedes Sosa: “¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón. Como un documento inalterable. Yo vengo a ofrecer mi corazón”.
*Periodista de Quintana Roo, feminista e integrante de la Red Internacional de periodistas con visión de género.
CimacNoticias.com