De Saussure y el diccionario

Sin tacto.

 Por Sergio González Levet, 

Todos los que nos comunicamos a través de un idioma con otros seres humanos le debemos agradecer mucho a un profesor suizo que vivió entre los finales del siglo XIX y principios del XX.

Se llamó Ferdinand de Saussure y aunque nunca escribió y menos publicó un libro, es considerado el fundador de la ciencia de la comunicación, o semiología, como le llamaba él, y que ahora es conocida de manera rimbombante como semiótica.

Miren nomás, don Ferdinand y sus importantes aportes para crear la ciencia del lenguaje se hubieran perdido, si no fuera porque al año de fallecido, dos alumnos suyos, Albert Sechehaye y Charles Bally, se ocuparon de recopilar las notas que tomaron en las clases que dio el maestro en 1906-1907, 1908-1909 y 1910-1911 en la Universidad de Ginebra.

De ahí surgió el libro Curso de Lingüística General, que se publicó en 1915, y fue la base de los estudios de la lengua a partir de una perspectiva científica, y además fue el fundamento del estructuralismo.

Bueno, entre otras muchas cosas, Saussure estableció la distinción entre “lengua” y “habla”.

La lengua, dice, es un convenio, mediante el cual un conjunto de personas “nos ponemos de acuerdo” para nombrar las cosas.

Así, todos los hablantes del español, por ejemplo, convenimos que la palabra “mesa” se refiere al objeto frente al cual nos sentamos para comer o escribir.

Dice el padre de la lingüística que la “lengua” es una especie de diccionario que todos llevamos en la mente. Y el “habla,” es el uso diario que hacemos de la “lengua”.

Pero resulta que al usar la “lengua”, la vamos cambiando sin querer por varias razones.

Pongo un ejemplo para tratar de hacerlo más claro. La palabra “murciélago” se decía originalmente “murciégalo” (del latín mur -, ratón y ciégalo – ciego, es decir, ratón ciego), pero por la famosa Ley del Menor Esfuerzo la gente empezó a decir “murciélago”, pues cuesta menos trabajo expresarlo así.

Y dice el maestro que cuando una incorrección se generaliza en el “habla” termina por volverse la regla, y entra a la “lengua” como la correcta.

Todo lo anterior me lleva a afirmar, cuando alguien me pregunta si una palabra o una expresión son correctas, que hay que ver cómo las dice la gente, y si son mayoría, pues llevan las de ganar, aunque le den en la torre a la gramática.

De ahí vienen las tantas irregularidades que hay en nuestro idioma, y en todos.

Ni modiux.

 

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