/ Leticia Robles de la Rosa /
El mundo político del país, cuyo epicentro es la Ciudad de México, ha entrado a una dinámica muy parecida a la forma de actuar de las porras ultras en el futbol mexicano y donde las voces serenas se apagan ante la estridencia de quienes se resisten a aceptar que la realidad es necia y se les estrella en la cara.
Así como el 6 de junio de 1997 y el 2 de julio del año 2000 son fechas inolvidables para la memoria democrática de México, porque la sociedad asestó dos duros golpes al otrora hegemónico priismo, el segundo y tercer domingos de abril de este año serán fechas significativas para entender la dinámica política de México en lo que resta del sexenio del poder presidencial de Morena.
El domingo 10 de abril, la operación electoral de Morena para lograr que los 30 millones de mexicanos que eligieron al partido para la Presidencia de la República refrendaran su lealtad a ese proyecto político fue un fracaso, a pesar de revivir las viejas prácticas de fraude electoral que caracterizaron al viejo priismo dominante hasta el despertar democrático de los mexicanos en 1988, cuando las candidaturas de Cuauhtémoc Cárdenas y Manuel Clouthier sacudieron por primera vez el aparato electoral priista.
Ninguna de las 32 entidades del país logró el 40% de participación ciudadana necesario en la revocación de mandato, a pesar de los acarreos, la violación de la veda electoral, la majadera intervención de funcionarios públicos en asuntos electorales y la entrega de dinero para movilizar simpatizantes artificiales.
Ganó la abstención, con el 82.3% y la participación se quedó en un 17.7 por ciento. Ni siquiera en la llamada cuna del morenismo, la Ciudad de México, pues se logró sólo el 19.74% de la participación ciudadana. Un fracaso la operación electoral de Morena.
Y el domingo 17 de abril, desde la Cámara de Diputados, la oposición política resurgió contundente para frenar la reforma constitucional eléctrica, porque sus 223 votos bastaron.
Pero así como las porras ultras del futbol mexicano arremeten a golpes contra los aficionados de los equipos que le ganan al suyo, Morena decidió comenzar a lanzar golpes contra sus adversarios políticos para acusarlos de “traición a la patria”, porque, en su lógica, sólo quien está con ellos está en lo correcto y quien no coincide con ellos está en un error.
Así como en abril de 1793 Maximilien Robespierre creó el Comité de Salvación Pública, que, entre otras funciones, tuvo la de aprehender y ejecutar a los críticos de su gobierno; o en 1921 Hitler creó las SA o Camisas Pardas, que después Ernst Röhm las convirtió en un grupo de choque para golpear a los opositores al nazismo; o en 1923, que Benito Mussolini reforzó a las Camisas Negras para asesinar a sus opositores, en el México del 2022 el partido Morena llamó a sus simpatizantes a buscar a los legisladores de oposición para demostrarlos por haber votado en contra de la reforma, al insistir que ese voto fue una “traición a la patria”.
En 1913, el dictador Victoriano Huerta ordenó cerrar la Cámara de Diputados porque ahí se expresaba la oposición a su gobierno y ordenó matar al senador Belisario Domínguez por llamarlo dictador y pedir a la sociedad que se rebelara. En este 2022, un partido político, Morena, llama al linchamiento de sus opositores.
Las lecciones de la historia mundial y nacional parecen no tener ningún efecto en Morena. El grupo político que la integra cerró reforma en 2006 porque perdió la Presidencia de la República y acosó a los magistrados electorales porque perdió la Presidencia en el 2012, no se observa en la historia para detectar si tiene rasgos similares a quienes persiguieron a sus opositores.
Morena se observa en un espejo que le muestra un falso rostro demócrata que lo lleva a no ver ni oír razones y los lleva a actuar como las porras ultras del futbol mexicano.