Defensores de la democracia

Alejandra Ibarra

“De una vez ya para cerrar este fin de semana como tiene que ser: dándole el micrófono a la parte social, a la gente que se queja, que se manifiesta, que se organiza”, empezó a decir Nevith Condés Jaramillo durante una transmisión de Facebook Live la noche del viernes 23 de agosto de 2019. En el video se puede ver al reportero acercándole el micrófono a los vecinos que se quejaban de un bache gigantesco en medio de la calle mal pavimentada. Habían pedido ayuda al ayuntamiento pero los habían ignorado, explicaban. “No se diga más. Ya se oscureció y es hora de echar taco pero, sobre todo, de preocuparse por estas cosas”, añadió Nevith antes de terminar su transmisión.

La mañana siguiente, la del 24 de agosto de 2019, apareció el cuerpo sin vida de Nevith Condés Jaramillo en Tejupilco, Estado de México. Tenía más de 100 heridas de arma punzocortante. Desde el año 2000 a la fecha, 141 reporteros han sido asesinados en México. Este dato se conoce y se repite mucho -hace tiempo ya que nuestro país es uno de los más letales para ejercer el periodismo-. Lo que se sabe poco y se discute aún menos es quiénes eran estos periodistas además de ser víctimas de homicidio: qué tipo de periodismo hacían, cuáles roles comunitarios tenían (denunciar, defender, representar, resistir) más allá del meramente informativo.

Además de su reportaje sobre los baches, Nevith cubrió casos de personas agredidas por policías, hospitales sin medicinas y escuelas destruidas. Otros reporteros asesinados del país hicieron videos de sátira política en YouTube burlándose de conocidos robos al erario, como Leslie Anne Pamela Montenegro asesinada el 5 de febrero de 2018 en Acapulco, Guerrero. Unos más recorrían las calles en moto transmitiendo para redes sociales todo lo que veían: desde hombres con heridas de machetazos hasta balaceras en festivales de música electrónica, como Francisco Romero asesinado el 16 de mayo de 2019 en Playa del Carmen, Quintana Roo. Hay los que relataban ejecuciones de campesinos que defendieron sus ejidos de extorsiones, como Pedro Tamayo Rosas asesinado el 20 de julio de 2016 en Tierra Blanca, Veracruz. Algunos organizaban a sus comunidades usando megáfonos para resistir a megaproyectos, como Samir Flores asesinado el 20 de febrero de 2019 en Cuautla, Morelos. Otros escribían notas en línea para dejar registro sobre lo que más preocupara a la región según el día: deportes o decapitados, como Israel Vázquez asesinado el 9 de noviembre de 2020 en Salamanca, Guanajuato.

Los periodistas asesinados en México comúnmente son la punta visible de un iceberg enorme. Bajo el agua, ocultas, están comunidades enteras que viven silenciadas, asediadas por la violencia o resignadas a mandos autoritarios. Son lugares donde la democracia es débil: la gente tiene miedo a exigir rendición de cuentas, el acceso a procesos de justicia es desigual o inexistente; las oportunidades laborales dependen de caprichos arbitrarios; no hay cauce institucional confiable para la resolución de conflictos; vivir con certidumbres básicas es un lujo prácticamente inalcanzable.

Con su periodismo local, cotidiano y comunitario, los reporteros asesinados cuestionaron lo que había rebasado los límites de lo aceptable y, al hacerlo, se convirtieron en una amenaza para los mandos -políticos o criminales- de estas comunidades. El acto transgresor por el que fueron castigados no residió necesariamente en evidencias contenidas dentro de sus reportajes, sino en el propio acto de publicarlos. Fue el atrevimiento de alzar la voz -no el formato o detalle con el que lo hicieron- el que les costó la vida.

Esas 141 voces silenciadas son más que la suma de 141 coincidencias o casualidades; habla sobre un problema sistémico. Y, como la mayoría de los problemas sistémicos, éste afecta más a los más vulnerables. Mientras el país continúa estancado en un permanente estado de transición hacia la democracia, siguen aumentando los asesinatos de aquellos que, desde lo local, lucharon por defenderla.

La autora es periodista, politóloga y directora de la organización Defensorxs de la Democracia.