Del diálogo al acuerdo

Paralaje.

Liébano Sáenz.

El diálogo del poder con los demás es una parte fundamental de la buena política. Uno de los cambios relevantes del presidente es la apertura hacia sectores que por el perfil retórico del presidente no estarían en el primer lugar de la agenda. La investidura presidencial obliga y limita. Soy de la opinión que el mandatario debió recibir a las víctimas que marcharon en días pasados. Un encuentro con Javier Sicilia hubiera sido útil frente a un grupo que se ha movilizado al amparo de una causa irrefutable. El presidente ha instruido a su gabinete para escuchar los reclamos y las propuestas de las víctimas; sería útil que el mismo mandatario se involucrara.

El diálogo es indispensable para quien detenta el poder. En este nuevo giro del trabajo presidencial, el encuentro con empresarios es sano y encomiable. El presidente tiene mucho que decir y convocar, pero también los empresarios deben decir lo que les limita para invertir a ellos y a sus pares. El presidente da garantías de respeto riguroso a la ley y eso es relevante y, todavía más, una relación al margen de la corrupción o el tráfico de influencia. Eso es lo que necesita la empresa para crecer e invertir, certeza sobre el Estado de derecho y el compromiso de las autoridades de cumplir y hacer cumplir la ley.

Los encuentros con empresarios han provocado cambio. El presidente ha encontrado un sector empresarial a la vanguardia mundial, con un sentido de responsabilidad más allá de lo que se hubiera pensado y con un compromiso para continuar invirtiendo en el país. Por su parte los empresarios ven en el presidente la autenticidad de su propósito al servicio de México y también una actitud de respeto hacia los sectores productivos.

Lo relevante del acuerdo y del entendimiento entre el poder y los factores económicos es la convicción compartida sobre el crecimiento económico. El gobierno tiene no sólo una retórica difícil de procesar por el inversionista, también una postura ideológica que redefine las reglas existentes sobre todo en el sector energético. Que existan temas de divergencia no significa que pueda haber otros de convergencia y acuerdo, además de que éstos últimos son mucho más relevantes que los primeros. De allí la necesidad del diálogo y también del acuerdo.

Es bueno y productivo su encuentro con los mandatarios estatales de todos los partidos. Lo es para que la política pública del gobierno federal pueda ser instrumentada en el territorio de manera eficaz, bien sea en materia de seguridad, salud, educación o economía. El presidente necesita del apoyo de lo gobernadores, como también los gobernadores del presidente. Cuando del bienestar de los mexicanos se trata no hay diferencias partidarias. Un ejemplo muy a la vista de una relación constructiva es lo que se ha dado entre el gobernador del Estado de México, Alfredo del Mazo y el presidente López Obrador. Distintas generaciones, partidos diferentes, agendas asimétricas, pero un propósito común.

Al presidente le hace falta reunirse con los líderes de la oposición. En este contexto es una buena señal el diálogo y encuentro del presidente con los coordinadores legislativos de la Cámara de Diputados de todos los partidos políticos. El consenso sobre lo fundamental es posible, pero también asumir las diferencias sin que esto de lugar al denuesto o a la descalificación. La pluralidad política es expresión del país diverso y las diferencias que hay entre los mexicanos. No hay proyecto político que pueda representar todo y a todos. Además, una vigorosa e inteligente oposición es necesaria para la buena marcha del país y para el eficaz escrutinio del poder. El respeto a disentir también es acuerdo.

El diálogo con la diversidad es la expresión del poder presidencial como representante de todos los mexicanos. Si bien es cierto que el gobierno ha sido electo con una plataforma particular y que es lo que esta promoviendo el presidente, también lo es que la función del presidente como jefe de Estado, es decir el conjunto nacional, le obliga a la apertura y a un ejercicio permanente de encuentro con los demás.

Los problemas y los anhelos de los mexicanos no se resuelven a partir de la voluntad presidencial, pero tampoco sin ésta. La tarea hacia delante para un mayor bienestar y crecimiento económico, una mejor seguridad para las personas y sus familias, servicios públicos de calidad o autoridades al margen de la venalidad es una construcción colectiva, de poderes públicos, ordenes de gobierno y órganos autónomos. También de la sociedad en sus expresiones múltiples como son empresas, organizaciones sociales y civiles, medios de comunicación, iglesias, escuelas y universidades. A todos corresponde una tarea para lograr un mejor país. Que el presidente reafirme su condición de mandatario de todos los mexicanos a través del diálogo y del acuerdo, es un buen camino hacia tal propósito.