Del humanismo al antisemitismo, sólo hay una palabra…

**Gente como uno.

/ Mónica Garza. /

El día de ayer se conmemoró el 70 aniversario de las relaciones diplomáticas entre México e Israel; fecha que por muchas razones nos es importante, pero inevitablemente se vio un poco empañada por las declaraciones hechas esta semana por el Presidente López Obrador sobre la figura de un comunicador judío, Carlos Alazraki, llamándolo “hitleriano”.

El comentario ocurrido durante una de las mañaneras, levantó la ceja de más de uno en la comunidad judía de México e incluso en la representación diplomática de Israel.

Y no por la figura en particular de Carlos Alazraki, sino por todo lo que representa un comentario de esa naturaleza, en un México polarizado, tristemente antisemita y muy violento contra los comunicadores.

Pero la diplomacia es la diplomacia y el evento ya estaba programado…

¿Habrá olvidado el Presidente que el sólo uso del término “Hitleriano” o cualquier alusión al nazismo, hoy no sólo es políticamente incorrecto sino que dirigido a una persona de religión judía, puede resultar violentamente racista?

Algo que, por cierto, está prohibido en nuestra Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación y penado en la Ciudad de México.

En nuestro país hay que tener especial cuidado con eso, porque, aunque nos duela reconocerlo, el antisemitismo aún está tan extendido que hay quien lo sigue justificando y considera menciones de esa naturaleza como “no tan graves” y justamente por eso es que está tan naturalizado.

Claramente en Palacio Nacional no están predicando con buen ejemplo, si pretenden promocionarse, como hasta hoy lo han hecho, como un gobierno “humanista”.

No si se banaliza cualquier término relacionado con el nazismo, agrediendo con ello a sus críticos y colocando semánticamente el blanco donde más lastime a los orígenes del objetivo del ataque, en este caso un judío.

Lo dicho esta semana en Palacio Nacional, me remitió a lo ocurrido en 2015 durante el sonadísimo conflicto laboral que terminó con la salida de la periodista Carmen Aristegui de MVS Radio, que generó como efecto secundario otro episodio de antisemitismo, en aquel entonces contra el periodista Ezra Shabot.

En su espacio —y en su derecho— el comunicador expuso su opinión sobre la salida de la periodista de dicha empresa radiofónica y prácticamente de inmediato fue llevado al patíbulo de las redes sociales, donde fue sacrificado por una sociedad rabiosamente racista e ignorante, que dirigió sus ataques, no a la opinión del periodista, sino a sus orígenes judíos.

El comunicador Carlos Alazraki, en una foto de archivo.
El comunicador Carlos Alazraki, en una foto de archivo.
Pues bien, se sigue cayendo en los mismos patrones, pero ahora desde la cúpula del poder, que rema duro para llegar a nuevos puertos de discriminación y estigma, ahí donde más debería de combatirse.

Siendo muy honestos, México está lejos de ser una cultura totalmente democrática o liberal. Con tantito que le rasquemos nos sale lo racistas, clasistas, homófobos y antisemitas. Y eso va para todos. TODOS.

Y en política sin excepción, tienen su dosis a flor de piel. Incluso la izquierda democrática y progresista, que también es selectiva desde un ala particularmente conservadora, con sus propios prejuicios medievales.

Por eso algunos de sus “movimientos” lejos de cuajar, se han ido desvirtuando, como reflejo de un lado profundamente intolerante y antidemocrático, que pretende transformar a la nación por un camino equivocado.

En 2014, la Knesset, el Parlamento de Israel, promovió una ley para criminalizar el acto de llamar a alguien “nazi” o la palabra “nazismo”, o a quien usara cualquier simbología del Holocausto.

El objetivo de la polémica norma —que por cierto dividió a Israel en aquel momento—, era bloquear una tendencia creciente de banalización del Holocausto, según decían los impulsores de aquel proyecto, que al final quedó en una sanción casi de orden moral, a quien niegue el Holocausto, o use símbolos nazis en aquella nación.

En Francia son considerados delitos penales tanto la apología de los crímenes de guerra y contra la humanidad, como el negacionismo del Holocausto; lo mismo que sucede por supuesto en Alemania.

Desafortunadamente en México, estamos más distantes de eso de lo que quisiéramos.

Sin ir más lejos, recientemente se viralizó una boda en Tlaxcala, porque la pareja recreó el casamiento de Hitler y Eva Braun, adornando su vehículo nupcial con swásticas y otros símbolos del tercer reich. ¡En Tlaxcala!

Algo que algunos medios presentaron simplemente como una “curiosidad surrealista”.

Como si no importara que la inspiración de dicha “curiosidad” haya torturado y asesinado a 6 millones de personas por su origen racial y religioso, en uno de los capítulos más horrorosos y vergonzosos de la historia moderna.

Replicar ese odio en cualquier dimensión, no puede caber en el discurso de nadie que presuma alejarse de prácticas del pasado y menos cuando se autodenomina de orden humanista.

Porque el humanismo y la discriminación nunca cabrán en la misma canasta…