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Octavio Campos Ortiz
Como buenos demagogos, los panegiristas de la 4T han hecho de la posverdad un credo que tiene obnubilado al pueblo y a ellos mismos. Pero, la realidad es otra. La posverdad se define como la distorsión deliberada de la realidad que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y las actitudes sociales, manipula sentimientos colectivos. Eso hace el aparato de propaganda de la 4T.
Para imponer un inacabado proyecto político populista que pretende administrar la pobreza como fórmula para retener el poder, recurren a las falacias cuando pretender gobernar. Hacen uso de la imagen del liderazgo mesiánico para convencer a las masas, como lo hicieron Hitler o Mussolini, quienes vendieron la idea de culpar a enemigos reales o ficticios de los graves problemas nacionales y los únicos capaces de vencer a esos adversarios. Aquí, el tlatoani tabasqueño los emuló y superó. Construyó una narrativa basada en la falacia de “los otros datos” para descalificar, estigmatizar, confrontar, condenar y linchar a quienes contradijeran sus dichos. Su caudillismo provocó polarización y divisionismo social; impuso su posverdad y obnubiló a la sociedad.
El continuismo de la 4T mantiene ese discurso y la narrativa de la victimización, y aunque no presumen un origen ario, si imponen el culto a lo prehispánico y hasta distorsionan la historia para presentar una versión maniquea del desarrollo del país y presentan a los aztecas como víctimas buenas y a los conquistadores -antiguos neoliberales-, como explotadores del indígena y responsables de todos nuestros males. Como los nazis, inculcan un falso nacionalismo para incitar a la violencia en aras de defender una rebasada soberanía en un mundo globalizado, ante la impericia del gobierno en política exterior. Esa posverdad niega una terca realidad. No somos demócratas, no hay un país con bienestar, se palea la pobreza como destino manifiesto para mantener un ejército electoral que sustente a una camarilla, aunque no haya crecimiento ni desarrollo. Hemos normalizado la inseguridad y creemos toda la infodemia que justifica un país en paz y con tranquilidad social.
La terca realidad es otra, la ambición de poder nos ha convertido en un país de gobierno autoritario, recipiendario de una presidencia imperial que vulnera el Estado de Derecho, sin contrapesos al poder, autoridades corruptas en connivencia con el crimen organizado, sin empleo, educación, salud ni vivienda. Lejos de Dinamarca y cerca de Birmania.
Parte de la posverdad cuatrotera es negar los datos, estudios o informes internacionales. Prefieren verse en el espejo e ignorar el comparativo internacional. La organización sin fines de lucro Datos de Ubicación y Eventos de Conflictos Armados, ACLED (por sus siglas en inglés) que califica letalidad, peligro para civiles, difusión geográfica de la violencia y fragmentación de grupos armados ubica a México en 4º lugar como el país más peligroso en el ranking mundial, solo por debajo de Palestina, Birmania y Siria y arriba de Nigeria, Ecuador, Brasil, Haití, Sudán, Pakistán y Ucrania que ocupa del décimo primer lugar. También somos la nación más riesgosa para ejercer el periodismo, incluso más que en Estados que enfrentan guerras civiles conflictos armados con el exterior o internos.
Tampoco somos el país más democrático del mundo mundial como se hacen aparecer. Según el Índice Democracia de The Economist Intelligence Unit, Noruega está en primer lugar, seguido de Nueva Zelanda, Suecia, Islandia, Suiza, Finlandia, Dinamarca -tan añorada por su sistema de salud-, Irlanda, Holanda y Luxemburgo. México ocupa el lugar 84 de 167 países, donde el último lugar es Afganistán. Penosamente estamos a media tabla.
Por cierto, Bulgaria se suma a los gobiernos derrocados por el movimiento de la Generación Z de aquella nación de la otrora poderosa Europa del Este. El gobierno dimitió luego de las manifestaciones de los Zoomers en contra de la corrupción, el presupuesto 2026, la exigencia de transparencia y cambios políticos. El primero de enero de 2026, Bulgaria entrará a la eurozona. Mientras tanto, aquí se desdeña a los centennials, al que no ven como lobo, pero ahí viene.
La posverdad cuatrotera no puede mantener para siempre obnubilada a la sociedad. Si no se regresa a la estructura real de una nación democrática, cuando reaccionen el dinosaurio seguirá ahí y el destino los alcanzará.












