** Sin tacto .
/ Por Sergio González Levet /
Hoy, para todas las mujeres reales que son madres, como me enseñó mi esposa.
El Presidente y sus ignominiosos seguidores están repitiendo mañosamente que la Suprema Corte de Justicia de la Nación “suplantó la voluntad popular” cuando le corrigió la plana a las reformas que hicieron al vapor las mayorías morenistas en la Cámara de Diputados y en la de Senadores.
También mañosamente, los amloístas se presentan como los depositarios únicos de aquella “voluntad popular”, y por tanto pretenden convencer de que tienen el derecho de modificar a su antojo las leyes que quieran, incluso la Constitución.
Su falaz razonamiento es que lo que ordena la mayoría es lo que rifa en nuestro sistema de gobierno, y que el pueblo depositó en ellos la confianza para que interpretaran cabalmente sus deseos.
Pero la democracia no es eso. No lo fue entre los griegos originales, y menos lo es en los tiempos modernos.
Vamos a ver: “democracia es una forma de gobierno en la cual el poder político es ejercido por el pueblo o por sus representantes electos. En ella, todos los ciudadanos tienen la oportunidad de participar en la toma de decisiones y en la elección de sus líderes a través del voto libre y secreto.”
Y “una democracia se basa en la protección de los derechos individuales y las libertades civiles, como la libertad de expresión, de prensa y de asociación. Los líderes electos son responsables ante el pueblo y deben rendir cuentas por sus acciones y decisiones.”
En la democracia, la decisión de la mayoría no es el único elemento determinante, sino que se deben tomar en cuenta todas las corrientes de pensamiento, incluidas las de las minorías.
Y rige aparte la ley, que se adopta por todo y para todo el conglomerado de los habitantes de un país. Pongo un ejemplo: si una persona comete un asesinato, la ley lo juzga y lo condena, aunque la mayoría de los ciudadanos diga que no es culpable.
Con el pensamiento de tomar en cuenta a las minorías, nuestra Constitución establece dentro del Congreso los conceptos de mayoría simple y mayoría calificada. Esto es porque los diputados del partido o alianza partidaria que tengan la mitad más uno de los votos, no representan obligadamente a la mayoría real de los votantes, y menos a la de los ciudadanos.
En las elecciones de 2021, los partidos de oposición tuvieron en conjunto 2 millones de votos más que los de Morena-PT-Verde, y sin embargo esta última coalición alcanzó más de 250 curules y más de 64 escaños.
Pero no son la mayoría ni son todo el pueblo, como afirma socarronamente el presidente López Obrador.
Lo que sí priva en nuestro sistema de gobierno es que la ley es la ley, y la Constitución -que es preservada cuidadosamente por el Poder Judicial- es el documento que está por encima de los deseos y las calenturas de quienes gobiernan.
Por eso el rencor vivo de AMLO.
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