*Xavier Oliveras González de El Colegio de la Frontera Norte.
30.05.2024.- La búsqueda en el mar después del huracán Otis en octubre de 2023, particularmente en las embarcaciones hundidas, empezó por lo general dos semanas después del suceso, poniendo de manifiesto un desajuste entre el deseo inmediato de los allegados para localizar y recuperar los desaparecidos, de un lado, y el entramado jurídico, competencial, burocrático y mercantil que permite poner en marcha y sostener la búsqueda, del otro. Esas dos semanas fueron también un tiempo precioso perdido, durante las cuales se inició el proceso de desaparición material de los cuerpos de las personas desaparecidas.Este proceso, de carácter fisicoquímico y que no avanza al mismo ritmo ni orden que los procesos sociales, se da mediante la circulación de la materia en el mar y la descomposición de la misma. Así, durante el tiempo transcurrido, empezaron a descomponerse los cuerpos y a dispersarse los restos. Asimismo, durante ese proceso también emergieron algunas ventanas de oportunidad para recuperarlos, y quizá no se aprovecharon del todo.
En este sentido, en esta entrega voy a apuntar algunos aspectos filosóficos, geográficos y tafonómicos, es decir, relativos a la naturaleza del ser humano, a la configuración del planeta y a la descomposición de la materia orgánica, que han de tenerse en cuenta en la desaparición de cuerpos en el mar.
En definitiva, estos nos permiten entender la urgencia y la premura requerida para su búsqueda y recuperación. En particular, me referiré a los dos mecanismos ya mencionados: de un lado, la circulación de la materia en el mar y, del otro, la descomposición de la materia orgánica en el medio marino. Estos mecanismos no están directamente relacionados, pero sí son complementarios y concurrentes, y ambos se rigen , en términos físicos, por la segunda ley de la termodinámica, que explica el incremento irreversible de la entropía [1].
Antes de entrar en detalle en cada uno de estos dos mecanismos, me permito realizar una breve puntualización. Aunque parezca obvio, no debe olvidarse que el cuerpo humano es materia y que, por lo tanto, está sujeto a los mismos mecanismos fisicoquímicos que las demás cosas materiales. Es decir que, por su materialidad, el cuerpo está sujeto de forma inevitable a la circulación y descomposición. Como todas, desde un átomo a una galaxia, pasando por una mota de polvo al planeta Tierra, el cuerpo humano no es una simple suma de partículas subatómicas, sino un ensamblaje relacional del cual emergen propiedades que no poseen las partes agregadas [2]. En este sentido, el cuerpo, la arcilla, el látex, el acero, el agua o la madera de pino no se distinguen a nivel subatómico, pero sí por sus propiedades (tales como la densidad, la elasticidad, la resistencia a la corrosión, el color y la temperatura crítica, entre muchas otras) y, por lo tanto, el grado en el que son sometidos a la circulación y la descomposición.
Una de las propiedades del ser humano, compartida por todos los seres vivos, es su estabilidad temporal como materia orgánica viva y, por ello mismo, dependiente de la operación correcta de un conjunto de funciones biológicas. Sin necesidad de mencionarlas todas, entre aquellas se cuenta la homeostasis (la regulación interna para mantener un estado óptimo, como la regulación de la temperatura), el metabolismo (la transformación de la energía) y la respuesta a los estímulos externos (por ejemplo, al frío o al calor). Como nos recuerda Judith Butler, filósofa feminista y post-fenomenológica, esta propiedad nos hace vulnerables a todo aquello que afecte a dichas funciones. Entonces, la vulnerabilidad física del cuerpo humano depende de las condiciones fisiológicas particulares de cada uno de nosotros, así como de las interacciones particulares que sostienen la existencia de cada quien [3].
Así, un cuerpo es afectable por otros cuerpos, seres vivos, artefactos y condiciones ambientales que tanto contribuyen a nuestra integridad, seguridad y supervivencia como que suponen un riesgo. La consecuencia extrema de esa vulnerabilidad es la muerte o, dicho de otra forma, el cese de las funciones biológicas. Dicho esto, pasemos al primer mecanismo a tener en cuenta para la búsqueda de personas desaparecidas en el mar: la circulación de los cuerpos en el mar.
El mar es como un vasto e inmenso espacio [4] o campo de circulación, por emplear el concepto formulado por Thomas Nail, filósofo materialista del movimiento. Un campo de circulación es producto y a la vez productor de una moción centrípeta de la materia; es decir, de la circulación de la materia desde una periferia hacia y alrededor de un centro que también se va moviendo [5]. Así entendido, podemos asemejar el campo de circulación a un remolino o a un giro oceánico: un volumen de agua girando hacia adentro de sí mismo. Lo que los define en primera instancia no es su forma ni extensión, sino el movimiento.
Desde esta perspectiva, el mar es un campo de circulación a escala planetaria de agua salada, producto de la moción combinada del planeta Tierra, sobre sí mismo y alrededor del Sol, de la Luna alrededor de la Tierra y de la corteza terrestre sobre el manto. Más en concreto, la circulación del agua salada se materializa en distintos tipos de corriente, que de mayor a menor escala son: 1) giros primarios, vórtices donde confluyen múltiples corrientes oceánicas; 2) corrientes oceánicas, producidas por los movimientos astronómicos de la Tierra; 3) corrientes de densidad, por la diferencia en la temperatura y salinidad de las masas de agua; 4) mareas, por la atracción lunar; 5) oleaje, por el viento; 6) de resaca (o de retorno), por la rotura irregular del oleaje al chocar con la costa; 7) deriva litoral, por la orientación relativa de la costa; y 8) otros, como los tsunamis producidos por los maremotos.
Una de los atributos de los campos de circulación es su capacidad de atrapar y hacer circular las cosas materiales. En el caso del mar, esa captura y circulación se da por medio de las distintas corrientes. Ahora bien, por cuestiones de practicidad, conviene reducir las distintas circulaciones a tres tipos: la vertical (el hundimiento de la materia hacia el fondo marino), la horizontal (la deriva por la superficie marítima) y la transversal (la dispersión por el interior del mar).
En este sentido, por ejemplo, el plancton es circulado transversalmente (es decir, por dentro de la masa de agua) por las corrientes en el océano Pacífico. A su vez, el movimiento del plancton condiciona el movimiento, también interior, de los bancos de peces; y estos, a su turno, la navegación por la superficie marina de las flotas pesqueras. De forma similar, las corrientes agrupan y hacen circular de forma horizontal los desechos de origen humano, formando las llamadas islas de plástico, como la “Gran mancha de basura del Pacífico”; y estas, a su vez, atraen fauna marina, dando lugar a nuevos hábitats [6].
En eventos como el acaecido en Acapulco por el paso del huracán Otis, donde al menos 34 personas desaparecieron en el mar (y de las cuales se ha recuperado los restos mortales de 19) [7], los cuerpos son arrastrados y circulados. Teniendo en cuenta que el ser humano es una especie terrestre y que, por lo tanto, tiene muchas dificultades para moverse en el medio acuático, y más aún en una situación de mar encrespada, los cuerpos son circulados sin control. Asimismo, teniendo en cuenta la combinación e interacción de las distintas corrientes, que constituyen un sistema muy complejo, resulta muy difícil seguir y predecir la trayectoria precisa que sigue un cuerpo humano circulado.
Teniendo en cuenta los tres tipos de circulación, por lo general en primer lugar se produce el hundimiento del cuerpo por causa de la gravedad. Salvo que la persona esté inconsciente o, aun estando consciente, que esté amarrada o en el interior de un objeto hundiéndose (como en el caso de varios de los desaparecidos, que estaban dentro de embarcaciones), el hundimiento no es inmediato, puesto que hay una resistencia y lucha por mantenerse a flote. Por lo general, la resistencia a hundirse solo es posible mantenerla unos minutos, si bien la duración para cada caso particular depende de varios factores, como las condiciones del oleaje y del agua (sobre todo la temperatura), la condición física del cuerpo, la habilidad de la persona para nadar, la capacidad para dominar el pánico, el control de la respiración, la inhalación de agua y la presencia de objetos en la superficie marina a los que agarrarse para mantenerse a flote.
En caso de hundirse, la profundidad del hundimiento es dependiente de la flotabilidad del cuerpo. Se llama flotabilidad al empuje hacia la superficie de la materia menos densa (en este caso, el cuerpo) respecto a la más densa (el agua del mar). A su vez, la densidad del cuerpo depende de la cantidad de aire que tenga en los pulmones, así como del aire que haya quedado retenido por la ropa que lleve puesta, como si fuese un globo. Por la misma razón, a medida que el aire es reemplazado por el agua, la flotabilidad del cuerpo disminuye y, por lo tanto, se hunde más.
En este proceso la posición del cuerpo tiene un papel determinante: si se mantiene boca abajo, su flotabilidad permanece alta, ya que el aire no puede escapar tan fácilmente de los pulmones y de la ropa; pero, por el contrario, si se mantiene boca arriba, entonces el aire escapa con mayor facilidad. A estos factores se suman otros, entre los cuales las condiciones del mar y de la densidad del agua (más densa cuanto más salada, más fría y mayor es la presión).
Mientras el cuerpo se mantiene en suspensión en el agua, ya sea en la superficie o dentro del mar, también es circulado transversalmente; es decir, el cuerpo es desplazado respecto desde donde cayó al agua. Es por eso que la trayectoria y, por lo tanto, la localización última donde quede depositado queda sujeta a muchos factores, entre los cuales está la corriente dominante en la masa de agua donde está en suspensión. De esta manera, en caso de que el cuerpo sea circulado por el oleaje o por una marea alta, es posible que termine en la costa o en sus cercanías. Por el contrario, si circula en la corriente oceánica o por una marea baja, es más probable que su desplazamiento sea hacia altamar.
En lo concreto, los cuerpos desaparecidos en la costa de Guerrero, en general, son circulados por la corriente cálida norte-ecuatorial, primero en dirección noroeste, paralelamente a la costa, para después, al chocar con la corriente fría de California, virar al Sur-oeste o al Oeste, alejándose cada vez más de la costa. Esta circulación general hace posible, aunque poco probable, que algún cuerpo sea depositado en la costa de la isla de Clipperton, situada a unos 1,250 km de Acapulco, como no descartan los familiares de los desaparecidos [8].
La consecuencia principal de estas circulaciones es el ahogamiento, que es relativamente rápido, y la muerte puede ocurrir en cuestión de minutos [9]. Esto nos lleva al segundo mecanismo de desaparición material: la descomposición de la materia orgánica en el medio marino.
Tras la muerte, el cuerpo empieza a descomponerse, un proceso fisicoquímico mediante el cual la materia orgánica compuesta se transforma en materia orgánica e inorgánica simple (dióxido de carbono, agua, azúcares simples, sales minerales) [10]. Este proceso es llevado a cabo a través de la autólisis (o digestión celular), consistente en la destrucción de las células por sus propias enzimas, y de la acción metabólica de multitud de organismos (microbios acuáticos, peces y crustáceos, y bacterias intestinales). La descomposición, o putrefacción, de los tejidos blandos (músculos, órganos, grasa) también es más o menos rápida en función de varios factores, como la temperatura del agua (más rápido en agua cálida que en la fría), los niveles de oxígeno en el agua y la profundidad a la que se halle el cuerpo (más lento cuanto más profundo). Teniendo en cuenta todas las salvedades posibles, este proceso puede alargarse desde una a varias semanas, meses e incluso, bajo circunstancias muy particulares (a mucha profundidad y en agua fría y con escaso o nulo oxígeno), algún año.
Ajenas a la muerte del cuerpo humano, las bacterias que habitan en nuestro sistema digestivo continúan vivas alimentándose de azúcares y proteínas, primero, de los últimos alimentos ingeridos por el cuerpo y después directamente de los tejidos blandos. Como resultado de su metabolismo, las bacterias excretan gases (dióxido de carbono, amoníaco, hidrógeno y metano), que se acumulan en los intestinos y demás cavidades del cuerpo [11].
A medida que aumenta su volumen, también aumenta la flotabilidad del cadáver y, alrededor de las 48 horas tras la muerte, el cadáver sale a flote, en la superficie del mar. Su permanencia en la superficie, flotando, sólo es temporal. Los gases generan una presión interior que, tras liberarse, hacen que el cuerpo se hunda de nuevo. Dado que el proceso de descomposición no se detiene, podría darse el caso, menos probable, de que el cadáver reflote una segunda vez.
Tras la descomposición de los tejidos blandos, sólo permanecen los cartílagos y los huesos. Estos se depositan en el lecho marino, donde se convierten en parte del terreno y del ecosistema marítimo. Ahí, dependiendo de la velocidad de sedimentación y de las condiciones ambientales, los restos quedan sepultados y, a la larga, o se fosilizan o se descomponen muy lentamente hasta desaparecer por completo. Bajo otras circunstancias, las corrientes pueden arrastrar las osamentas hacia la costa, donde emergen.
En síntesis, a medida que avanza la descomposición, el cuerpo va desarticulándose y fragmentándose, lo que facilita su dispersión a través de la circulación marina. Con ello, cada vez resulta más improbable localizar y recuperar los restos mortales. Ahora bien, como se desprende de lo expuesto, a lo largo de los dos mecanismos de desaparición material emergen algunas, aunque pocas, ventanas de oportunidad para su recuperación: el arrastre y disposición de los restos en la costa y la salida a la superficie del mar del cadáver debido a la flotabilidad.
*Este texto es una colaboración entre el LEVIF (https://www.colef.mx/levif/), de El Colegio de la Frontera Norte, y A dónde van los desaparecidos.
El Laboratorio de Estudios sobre Violencia en la Frontera (LEVIF) es un proyecto académico y humanista de El Colegio de la Frontera Norte que tiene como objetivo analizar la violencia criminal en esta región fronteriza, generar eventos y documentos de divulgación científica sobre el tema.
Xavier Oliveras González es geógrafo. Profesor-investigador en El Colegio de la Frontera Norte (Unidad Matamoros, Tamaulipas, México), es Vicepresidente de la Association for Borderlands Studies
Foto de portada: Una embarcación dañada por el huracán “Otis” medios año después de su paso por Acapulco. (Lucía Flores)
La opinión vertida en esta columna es responsabilidad de quien la escribe. No necesariamente refleja la posición del LEVIF ni de A dónde van los desaparecidos.
Referencias
[1] Rovelli, Carlo (2023). El orden del tiempo. Barcelona: Anagrama.
[2] Bennett, Jane (2022) [2010]. Materia vibrante. Una ecología política de las cosas. Buenos Aires: Caja Negra; y Ferrando, Francesca (2023). The art of being posthuman. Who are we in the 21st century?. Cambridge: Polity Press.
[3] Butler, Judith (2007) [2004]. Vida precaria. El poder del duelo y la violencia. Barcelona: Paidós; y Butler, Judith (2023) [2022]. ¿Qué mundo es este? Fenomenología y pandemia. Cd. de México: Taurus. Para una síntesis de sus ideas, ver: Cano Abadía, Mónica (2021). Judith Butler. Performatividad y vulnerabilidad. Barcelona: Shackleton books.
[4] En comparación con el propio cuerpo, el ser humano ha experimentado el mar, al igual que el cosmos, como un espacio vasto e inmenso. La idea de vastedad e inmensidad se ha asociado tanto a la extensión como a las fuerzas dinámicas -el movimiento- del mar. Por un lado, como un espacio extenso, muy extenso, e infinito, tanto en lo que respecta a la lejanía desde la costa como en su profundidad, y sin límites o, como mínimo, sin límites conocidos. Por el otro, como un lugar o una cosa material poderosa, impredecible e incontrolable. Desde un punto de vista filosófico, religioso y artístico, al contraponer ambas características al ser humano, nos han permitido ser conscientes de nuestra propia pequeñez e insignificancia, así como de la propia mortalidad y finitud. Por citar solamente un ejemplo, para Immanuel Kant el encuentro entre el cuerpo consciente y la vastedad del mar y del cosmos se traduce en una sensación de asombro, insignificancia y miedo; lo que él define como sublime. Ver: Andrews, Tamra (2000). Dictionary of Nature Myths. Legends of the Earth, Sea, and Sky. Oxford: Oxford University Press; Doran, Robert (2021). La teoría de lo sublime. De Longino a Kant. Buenos Aires: Prometeo; Isham, Howard F. (2004). Image of the Sea. Oceanic Consciousness in the Romantic Century. Nueva York: Peter Lang.
[5] Nail, Thomas (2019). Being and Motion. Oxford University Press.
[6] Choi, Charles Q. (2023, 25 de julio). La Gran mancha de basura del Pacífico rebosa vida. National Geographic [web]. https://www.nationalgeographic.es/medio-ambiente/2023/07/gran-mancha-basura-pacifico-rebosa-vida
[7] Pérez Caballero, Jesús (2024, 26 de febrero). Desastre y desapariciones en Acapulco tras el huracán Otis (IV): Hipótesis sobre la información de los desaparecidos en el mar. Adónde van los desaparecidos [web]. https://adondevanlosdesaparecidos.org/2024/02/26/desastre-y-desapariciones-en-acapulco-tras-el-huracan-otis-iv-hipotesis-sobre-la-informacion-de-los-desaparecidos-en-el-mar/
[8] Valeria, Juárez (2024, 31 de enero). Piden familiares de tripulación Tourbellino siga la búsqueda por tierra. Radio y Televisión de Guerrero [web]. https://rtg.com.mx/piden-familiares-de-tripulacion-tourbellino-siga-la-busqueda-por-tierra/
[9] Abelairas-Gómez, Cristian et al. (2019). El ahogamiento: epidemiología, prevención, fisiopatología, reanimación de la víctima ahogada y tratamiento hospitalario. Emergencias, 31: 270-280. https://revistaemergencias.org/numeros-anteriores/volumen-31/numero-4/el-ahogamiento-epidemiologia-prevencion-fisiopatologia-reanimacion-de-la-victima-ahogada-y-tratamiento-hospitalario/; y Rodríguez-García, Aurelio y Gómez-García, Antonia María (2014). Manejo inicial del casi ahogamiento e hipotermia por inmersión. Ene. Revista de Enfermería, 8(1). https://dx.doi.org/10.4321/S1988-348X2014000100003
[10] Martlin, Britny A., Anderson, Gail S. y Bell, Lynne S. (2023). A review of human decomposition in marine environments. Canadian Society of Forensic Science Journal, 56(2): 92-121. https://doi.org/10.1080/00085030.2022.2135741; Nasti, Atilio, Diaz, Iván A. y Echandi, Francisco (2021). Tafonomía forense aplicada a la resolución de problemas médico-legales en Argentina: el caso de los restos humanos de la laguna “Falsa Chela”, Patagonia meridional. Revista Mexicana de Medicina Forense y Ciencias de la Salud, 6(2): 73-101. https://doi.org/10.25009/revmedforense.v6i2.2924; y Mukherjee, Siddhartha (2023). La armonía de las células. Una exploración de la medicina y del nuevo ser humano. Cd. de México: Penguin Random House, pp.91-111.
[11] Romero, Sarah (2019, 21 de octubre). ¿Por qué flotan los cadáveres?. Muy Interesante [web]. https://www.muyinteresante.com/ciencia/22197.html