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EUA, 17 julio 2020.-Las células T, junto con los anticuerpos, son una parte integral de la respuesta inmune humana contra las infecciones virales debido a su capacidad para atacar y matar directamente a las células infectadas.
En un nuevo estudio, los investigadores encontraron la presencia de inmunidad de células T específicas de virus en personas que se recuperaron de COVID-19 y SARS, así como algunos sujetos de estudio sanos que nunca habían sido infectados por ninguno de los virus.
Los hallazgos sugieren que la infección y la exposición a coronavirus inducen células T de memoria de larga duración, lo que podría ayudar en el manejo de la pandemia actual y en el desarrollo de vacunas contra COVID-19.
La investigación fue realizada por un equipo de la Facultad de Medicina de Duke-NUS y de otros lugares.
En el estudio, el equipo evaluó a las personas que se recuperaron de COVID-19 y encontraron la presencia de células T específicas de SARS-CoV-2 en todas ellas, lo que sugiere que las células T juegan un papel importante en esta infección.
Es importante destacar que mostraron que los pacientes que se recuperaron del SARS hace 17 años después del brote de 2003, todavía poseen células T de memoria específicas de virus y mostraron inmunidad cruzada al SARS-CoV-2.
El equipo también evaluó a individuos sanos no infectados y encontró células T específicas de SARS-CoV-2 en más del 50 por ciento de ellos.
Esto podría deberse a la inmunidad de reacción cruzada obtenida de la exposición a otros coronavirus, como los que causan el resfriado común o los coronavirus animales actualmente desconocidos.
Es importante entender si esto podría explicar por qué algunas personas pueden controlar mejor la infección.
Los investigadores también iniciaron estudios de seguimiento en los pacientes recuperados de COVID-19, para determinar si su inmunidad como se muestra en sus células T persiste durante un período prolongado de tiempo.
Esto es muy importante para el desarrollo de vacunas y para responder la pregunta sobre la reinfección.
Un autor del estudio es el profesor Antonio Bertoletti del programa Duke-NUS ‘Emerging Infectious Diseases (EID).
El estudio se publica en Nature.