Fueron largas batallas hasta que se ganó la guerra. El territorio a conquistar era el de la democracia. En cada reforma (salvo una en la que se introdujo la cláusula de gobernabilidad para que el PRI no perdiera la mayoría y que fue retirada inmediatamente) se avanzó un tramo hasta llegar al objetivo de que México obtuviera la membresía para pertenecer a lo que entonces se llamaba el concierto de las naciones democráticas.
Lo hicieron por la vía institucional y sentándose a la mesa con todas las fuerzas políticas incluyendo, por supuesto, la del partido en el gobierno. La oposición -incluido el PRD de entonces hicieron sus alianzas para acabar con el partido hegemónico. Aunque hoy lo niegue Pablo Gómez, en este país no sólo ha habido PRI-AN, también hubo PAN-PRD y en las reformas electorales PRI-PAN-PRD. Los números no le daban a la oposición de entonces ni para aprobar ni para frenar reformas constitucionales, pero hubo una voluntad política -por miedo, por necesidad, por prudencia, por pragmatismo, por visión o porque supieron leer los tiempos- del partido mayoritario de abrir a cuentagotas el sistema de representación.
Lo hicieron -aunque también hoy lo niegue Pablo Gómez- a través de lo que llama “un conciliado de camarillas” en las que él fue un actor prominente. No hizo falta entonces, quesque consultar al pueblo. No se tuvo que decir que “la última palabra la tendrá la ciudadanía mediante una encuesta pública y el partido”.
Y, aquí cabe la pregunta. Qué otra cosa si no una camarilla es la Comisión Presidencial. Camarilla que por cierto no incluye ni a un solo integrante de la estructura de Morena: ni su presidenta, ni su secretaria de general, ni su secretario de organización.
Su partido, sobrevivió gracias al dinero público que hoy dice el propio Gómez se ha “entregado para sostener burocracias políticas inútiles y lambisconas dirigidas por élites voraces”. Su partido se benefició de esa representación proporcional que hoy dice no se gana en el territorio y no representa más que a las burocracias. Su partido creció porque se logró sacar las manos del gobierno en todas las etapas de la elección y ponerlas en órganos independientes, aunque hoy diga que el INE es un desperdicio. Su partido recogió los votos porque hubo un IFE/INE que no permitió el fraude. Su partido avanzó gracias al dinero del Estado que hoy denuesta.
El sistema electoral sin duda requiere de una reforma, pero no precisamente una que reviva a al partido hegemónico y que impida al Congreso ser un contrapeso. |