Desempleo

Carlos Elizondo Mayer-Serra/
en REFORMA

AMLO dice estar preocupado por el empleo. En sus palabras: “La refinería de Dos Bocas continúa […], porque […] significa empleos, obra”. Ese mismo día confirmó la cancelación de la construcción de una cervecera en Mexicali, resultado de una consulta organizada por el gobierno. Esta planta generaría varios miles de empleos directos e indirectos.

Dos Bocas se construye con dinero público. Difícilmente será rentable. De ser concluida, esos empleos requerirán recursos del gobierno. La cervecera se construía con recursos privados y pagaría impuestos.

Además, probablemente el costo de dicha cancelación lo pague el gobierno. Si el valor de una empresa se va a cero por un acto regulatorio, ello equivale a una expropiación y el afectado debe ser indemnizado por el gobierno, según el artículo 1110 del aún vigente TLCAN.

AMLO no mide las consecuencias de sus actos. Debido al referéndum en Mexicali se debe sentir un demócrata. Sin embargo, muchas de las inversiones planeadas ya no vendrán a México y por lo tanto tampoco llegarán esos empleos formales.

Con el colapso económico en el que ya cayó el mundo y nosotros de corbata, el 2021 es el menor de los problemas. El banco JP Morgan estima una caída de la economía mexicana del 7 por ciento para este año. Si el gobierno no ejecuta pronto un ambicioso plan de apoyo a la economía, veremos este año quiebras en muchos sectores, con las consiguientes pérdidas de empleo.

AMLO se hizo líder nacional por su rechazo al Fobaproa. El dilema en 1995 era evitar la quiebra de los bancos y garantizar los recursos del ahorrador. Fobaproa fue parte de la respuesta. Tuvo muchos problemas, pero no era opción sentarse a ver la quiebra del sistema financiero. AMLO ya no es oposición. Debe actuar.

El dilema ahora es cómo proteger el empleo y la fuente de pago de impuestos. Esto requiere empresas privadas solventes. AMLO dice con razón que la gran mayoría del empleo viene de las pequeñas y medianas. Pero las pequeñas no suelen pagar impuestos ni tener a sus trabajadores inscritos en el IMSS. Las más grandes aportan una gran proporción del pago de impuestos y otras contribuciones, tanto directamente como por los impuestos que pagan sus trabajadores.

AMLO piensa que no hay que rescatar a los grandes y ricos empresarios. Quiere y tratará de apoyar a los informales que son su base electoral, aunque con apoyos muy modestos para el tamaño del reto.

Como su apuesta petrolera falló, los únicos ingresos públicos importantes con los que cuenta son los impuestos que pagan quienes están en la formalidad. Los que quiebren no sólo despedirán a sus empleados, sino que dejarán de pagar impuestos. Cuando la economía se recupere ya no existirán. La pérdida de capacidades productivas será en muchos casos irreversible y tendrá un alto costo social para el país.

Hay muchas formas de apoyar a las empresas y sus trabajadores. Todas requieren ayudar a que no quiebren quienes generan esos empleos. Todas costarán recursos fiscales. Cómo se les cobran estos apoyos a quienes los reciban es un tema que se debe afinar para no subsidiar a empresarios incompetentes. Santiago Levy ya propuso varias medidas: https://bit.ly/2vSoPb4.

Dejar que las grandes empresas se rasquen con sus uñas le puede dar satisfacción a AMLO. Sin embargo, tendrá un costo alto incluso para esos dos temas con los que está obsesionado, el déficit público y la deuda del gobierno. La economía decrecerá tanto que la deuda como proporción de esta aumentará.

En épocas normales la prudencia fiscal es una buena obsesión. Ahora es un error colosal. AMLO corre el riesgo de terminar como el presidente Herbert Hoover en Estados Unidos en medio de la Gran Depresión, orgullosamente ortodoxo en materia fiscal, mientras el empleo caía de forma vertiginosa.