Desprestigiar

Carlos Elizondo Mayer-Serra

A AMLO no le gustan los órganos autónomos. Según él, son corruptos. Habría entonces que desaparecer a Morena. Su presidente interino, Alfonso Ramírez Cuéllar, ha acusado a su antecesora, Yeidckol Polevnsky, de hacer pagos a empresas fantasma por casi 400 millones de pesos.

Su otro sonsonete es su alto costo. Bajo esta lógica AMLO no debería continuar con sus caprichos, desde su programa a favor del béisbol, hasta una costosa e inútil refinería.

No le gustan los órganos autónomos porque son autónomos. Las instituciones tienen que estar a su servicio. Cualquier crítica es vista como una afrenta. Bastó una queja de su esposa para hacer renunciar a la titular del Conapred, nombrada por él en noviembre del 2019.

Una institución que le disgusta en particular es el INE. Dijo este jueves que es el organismo electoral “más costoso del mundo”. También lo ha acusado de que “se hicieron de la vista gorda ante fraudes electorales”.

Quizás su andanada contra el INE sea para que, como lo ha dicho respecto al Conapred, sea absorbido por la Secretaría de Gobernación (donde ya está), aunque no creo que tuviera los votos para reformar la Constitución si eso quisiera. Los ataques contra el INE parecen perseguir otros dos propósitos. El primero, estrangularlo presupuestalmente. Con menos dinero, su capacidad para funcionar será menor. Sí, es una institución cara. En buena medida por las muchas responsabilidades a su cargo, resultado de la desconfianza de la oposición hacia el gobierno, del abuso de su poder, desde el robo de los votos hasta la intención de influir en el proceso o el resultado. AMLO ya no está en la oposición. Ahora quiere margen de maniobra.

Este martes dijo que va a estar muy pendiente de que las autoridades estatales no vayan a “aplicar prácticas de compra de voto, de acarreo, de reparto de dádivas”. Es el ladrón gritando “¡ladrón!”. AMLO parece preparar el espacio presupuestal para poder gastarlo en la elección del 2021. Pretende quedarse con los recursos de fideicomisos que hoy financian tareas importantes, como apoyar a los estados en caso de desastres naturales.

Ya existe el instrumento para operar la elección: los servidores de la nación. Esa red de activistas de Morena que levantó en el 2018, a nombre de AMLO, un censo para poder distribuir los programas sociales de su gobierno. No se sabe la metodología utilizada, ni qué uso se da a ese padrón. Hoy son empleados de la Secretaría del Bienestar y una poderosa arma para la movilización electoral.

Las elecciones intermedias requieren estimular al votante. Con baja participación, el aparato gubernamental pesa más. La participación electoral en la del 2015 fue del 48 por ciento del electorado, frente al 62 por ciento del 2018.

El segundo objetivo es desprestigiar al INE y a sus consejeros. La mayor fuerza del INE es su credibilidad. Entre más alta, más le cuesta al Ejecutivo, políticamente hablando, una amonestación o advertencia emanada del INE. En el 2019, en una escala del 0 al 10, el INE tenía un nivel de confianza de 6.5, la Presidencia 7.0.

El Presidente ya inició la campaña electoral, o más bien, nunca la terminó. Quiso sin éxito que la revocación de mandato coincidiera con la elección intermedia para poder impulsar el voto de su coalición, hoy con su nuevo miembro, el Partido Verde Ecologista de México. Éste apoya a un gobierno que ve en los hidrocarburos el futuro energético. Para poder usar la mañanera como púlpito en el proceso electoral y usar el gasto público para estimular a su base, le conviene un INE desprestigiado y debilitado.

Hoy gasta su tiempo y energía en lo electoral. No le importa que México sea ya el segundo lugar mundial en muertes diarias por millón de habitantes por coronavirus, salvo para tomarse una foto vestido de traje frente a un presunto paciente.