Después de la tragedia

Clara Scherer

Se aprovechan del miedo femenino, de la obediencia femenina, del servicio femenino y de la seducción que el poder ejerce sobre la subjetividad femenina, construidos también desde la infancia de las niñas bonitas, las niñas bien, las decentes, etcétera

A Marcela Lagarde, porque supo esclarecer el pensamiento.

Dice Rita Segato que “la primera víctima del mandato de masculinidad son los mismos hombres”, y lo razona: “hay una violencia de género que es intra-género: bullying”. ¿Han visto a padres de pequeñines de 2, 3 años, gritándole a su hijo ¡pégale, dale duro, no te dejes!? Desde la primerísima infancia hay que troquelarlos para volverlos insensibles.

La violencia contra las mujeres se deriva de la violencia que los hombres ejercen entre hombres, de las formas de coacción que aguantan para no “rajarse”, el riesgo es enorme: perder su ¿derecho? de participar del estatus (y los privilegios) masculinos. Sus códigos ¿éticos?, la lealtad a la corporación, a su mandato, a su estructura jerárquica, a su repertorio de exigencias y a probar constante y cotidianamente su ¿valor? (de ahí, el título del libro de Ana Amuchástegui e Ivone Szasz (coords.) Sucede que me canso de ser hombre… Relatos y reflexiones sobre hombres y masculinidades en México, frase de un poema de Pablo Neruda), a la rivalidad con un modelo de lo masculino encarnada por sus más conspicuos integrantes, hasta llegar a ¡Superman! Mejor imitarlos, si no es posible superarlos; pero, seguir siendo muy macho.

Masculinidad y potencia las quieren hacer sinónimo. Según el diccionario, masculinidad: “conjunto de características físicas, síquicas o morales que se consideran propias del varón o de lo masculino, en oposición a lo femenino”. Ha quedado claro que la única diferencia, que no desigualdad, es la relacionada con el aparato reproductor; las demás características síquicas y morales, la historia de las mujeres ha demostrado que son propiedad de la humanidad, tanto las positivas como las negativas. Desigualdad puede ser la fuerza física, pero, ¿en verdad es para presumir?

Potencia, según el diccionario: “Poder y fuerza (¿física?) con que cuenta una persona, un grupo, una entidad o un estado, para imponerse a los demás o para influir en ellos o en el desarrollo de los hechos”. Si después de persona, se lee hombre, igual que en grupo, entidad o jefe de Estado, es la sociedad la que atribuye la potencia (el poder) a los hombres (la fuerza ya la tienen) y vulnera así, las capacidades de las mujeres, queriendo por necesidad lógica, instalarlas en la debilidad.

Rita Segato identifica seis tipos de potencia: “sexual, bélica, política, económica, intelectual y moral —ésta última, la del juez, la del legislador y también la del violador”—. Aclara que estas “potencias” tienen que ser exhibidas, y mucho mejor, si lo hace de manera espectacular, donde los otros hombres, sus iguales, lo aplaudan, lo alaben, lo admiren, lo imiten. La forma más a la mano, humillar, golpear, abandonar a una mujer. Y si es repetitivo, mejor, mucho mejor.

Se aprovechan del miedo femenino, de la obediencia femenina, del servicio femenino y de la seducción que el poder ejerce sobre la subjetividad femenina, construidos también desde la infancia de las niñas bonitas, las niñas bien, las decentes, etcétera.

De que los propios hombres son las primeras y numéricamente muy superiores víctimas, pocas dudas y muchas estadísticas: en 89% de los homicidios mueren hombres, atacados por hombres; accidentes viales ocasionados en un 75% por hombres, según la Encuesta Nacional de Salud, 2019: “Entre los hombres, la proporción (de consumo de alcohol) pasó de 67.8% en 2012 a 80.6% el año pasado”. Cirrosis, quinta causa de muerte en México.

Esa pedagogía de la crueldad, educación machista, conduce a muchos niños a no poder establecer vínculos afectivos profundos y duraderos, a ser los “amos” de las tribus, los más “gandallas” y, lamentablemente, los demás niños, se pliegan a sus deseos. Las escuelas hasta hoy, nada han hecho para limitar el poder de estos abusadores. Tienen la “piel gruesa”, han vivido un proceso de “desensibilización”, tornándose incapaces de sentir compasión hacia el dolor de otra, otros y siendo muy capaces de cometer actos de enorme crueldad “sin despeinarse”. Teresa Mateo: “La culpa es de los pájaros, me volaron la cabeza”.

Rita Segato:

https://www.revistadelauniversidad.mx/articles/9517d5d3-4f92-4790-ad46-81064bf00a62/pedagogias-de-la-crueldad

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