Por: Zaira Rosas
¡Estás enseñando mucho!, ¿cuántas veces hemos dicho o escuchado esta frase? Ese comentario volvió tendencia en redes sociales al Senador Samuel García y sirvió para reflexionar una vez más de algo que ya sabemos, como bien lo dice Carolina Hernández: “todas hemos sido la Mariana de un Samuel”. Al menos en una ocasión alguien nos ha dicho cómo vestir, si algo es muy provocativo, si estamos enseñando, si está pegado. Estos comentarios están terriblemente mal porque responsabilizan de manera inmediata a la mujer de la actitud que los hombres puedan tomar sobre nuestro cuerpo.
Para alguno es algo natural, el mismo senador pidió disculpas públicas reconociendo su error, reiterando que se trataba de una broma sin intención. El problema en México es ese, queremos disfrazar en el humor las agresiones no sólo sexistas, sino todo tipo de discriminación o distinción. Una mujer subió un video en su cuenta de tiktok en el cual le parece chistoso burlarse de su empleada haciéndole creer que debía comprar 5 quesos en lugar de uno. El simple hecho de narrar el video me parece a mí carente de sentido. ¿Quién podría querer burlarse de eso?
Meses atrás un reconocido comediante se excusaba de comentarios racistas, reiterando que la intención no era ofender. Si la intención no es dañar, pero de igual forma lastima, ¿aun así no cuenta? En las disculpas después de los comentarios tanto el comediante como el senador señalaron un punto de partida: estamos aprendiendo, para algunos suena a excusa, pero es una realidad que el entorno y la cultura de nuestro país hace que todos en algún momento podamos cometer esos errores.
Era una simple broma, sólo es mi opinión, no es por ofender, pero… son ejemplo de algunas frases que van de la mano con situaciones hirientes. En ocasiones son comentarios sexistas, en otras sobre la condición social, características físicas o raciales. Alguno lo catalogan de exceso de sensibilidad, la realidad es que sí hay más derechos humanos, sí estamos aprendiendo que está mal enfocarnos en esas distinciones y aún peor considerar que pueden ser sujetas a bromas. Sí, todos hemos hecho alguna de cualquiera de estos tipos, por ello en vez de solo castigar públicamente a quienes las hacen deberíamos tomarles la palabra en sus disculpas y comenzar a educarnos al respecto.
México es un país machista, clasista y racista por mucho que nos cueste reconocerlo. Pero todos y todas hemos sido partícipes de ello. Tenemos que comenzar con procesos pedagógicos partiendo de la falta de intención del daño y explicar a nuestro entorno por qué están mal ciertas acciones. Si retomamos los años de escuela seguramente tenemos presentes los conocimientos inculcados con paciencia, aquellos donde partían desde nuestra falta de noción y no los que entraban a la fuerza, sin explicarnos las bases, asumiendo que es algo que ya deberíamos saber.
Comencemos entendiendo la desigualdad, el significado detrás de esos comentarios sin intención que hemos repetido sin reconocer en ellos un evidente desfavorecimiento hacia alguien más. Partamos desde el respeto, la intención de crecer en comunidad, con igualdad. Todos los países tienen historias lastimosas cuyas bases están en la falta de respeto e intolerancia. Evitemos que la nuestra siga creciendo y obteniendo reconocimiento internacional por la violencia que se vive en el país. Esos comentarios sin intención escalan a crímenes de odio si no les pone un alto desde hoy. Dejemos de normalizar las bromas, para exponerlas como una realidad que debe erradicarse.
A estas alturas deberíamos tener en claro derechos humanos, el respeto por el otro, conocer sobre principios de dignidad, igualdad y justicia. Sin embargo, no es así, por ello debemos sumar esfuerzos señalando abiertamente cuando algo está mal, no por sensibles o porque seamos una generación de cristal, si no para evitar que se repitan esos errores.