Detrás del festejo de las madres.

*Zona de Reflexión .

/ Escrito por Lucía Lagunes Huerta /

Ya que mañana será un día para las madres, con comidas, fiestas, flores, regalos, etcétera, como cada 10 de mayo desde que México celebró por primera vez el día de las madres en 1922, vale la pena correr el velo, para asomarse a lo que hay atrás de él.

Un siglo después, el 10 de mayo se volvió una institución romantizada de la maternidad que oculta, una trampa para las mujeres, sobre las cuales, el Estado descarga su abandono.

Esta manzana envenenada que nos ofrecen desde niñas permite que las mujeres que se convierten en madres se vean atrapadas en la renuncia permanente de ellas mismas en nombre del amor materno. Todo se hace a un lado y se coloca al centro el bienestar de las y los hijos.

Y aquí la que no cae resbala, ninguna, quienes somos madres nos salvamos del dilema de cómo lidiar con la responsabilidad de la maternidad y seguir nuestra vida profesional.

Porque todas aprendemos a querer ser madres como si fuera nuestro único destino y cuando nos convertimos en ello vivimos en el mundo del estira y afloja.

Nos pasamos lidiando para tratar de compaginar horarios laborales con los cuidados de las hijas e hijos, sin lograrlo. Pero además, por cumplir con el mandato del papel de madres, en los espacios laborales se nos estigmatiza de ser la que más falta o pide permisos para cuidar a hijas e hijos, como si fuéramos malas trabajadoras.

El estigma se traduce en menos oportunidades de crecimiento profesional y laboral, menos posibilidades de actualización y más resignación a quedarnos en los empleos de menor paga para poder cumplir con la doble o triple jornada que implica la maternidad.

Todo ello, además, disfrazado de una decisión personal y no una condición que nos orilla a tomar lo que nos queda, porque hasta ahora solo las madres son quienes se ven en el dilema de elegir entre una y otra cosa.

La paternidad no tiene el mismo costo, ser padre no implica tener que decidir entre la crianza o tu vida laboral.

Y esto es así, porque histórica y socialmente su decisión es que el cuidado de las hijas e hijos es tarea exclusiva y casi natural de las mujeres, por ser quienes tenemos la capacidad reproductiva, por lo tanto, se nos educó para normalizar que el ser madres es renunciar a cualquier otra cosa que obstaculice la tarea.

Ha habido cambios, sí, especialmente para las nuevas generaciones, que están decidiendo no ser madres por los costos que están viendo que se deben pagar.

En México, según INEGI hay 30 millones de madres, la gran mayoría fuera del mercado laboral formal, pues uno de cada 14 empleos formales que existe en nuestro país es ocupado por una madre, de acuerdo con el Ranking Mamá Godín.

Y esto ocurre porque el Estado no se ha hecho cargo de lo que le toca, por la visión que mantienen quienes hacen las políticas, que equivocadamente conciben el cuidado de las y los hijos como un asunto privado que le toca a las mujeres resolver y no es así.

A esto hay que agregar que 26% de las madres están separadas o asumieron la responsabilidad de la crianza por que el padre desapareció, tampoco quiere decir que las que están casadas o en pareja están compartiendo a partes iguales la responsabilidad de la crianza.

Querer compaginar las dos esferas de lo laboral y la de madre las lleva a tener empleos mal pagados o vivir en la informalidad laboral.

Mira…

En 2023 el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) público un estudio sobre la situación laboral de las madres, encontró que aquellas que laboran en la informalidad ganan $3 mil 202 pesos al mes y quienes estaban en los empleos formales recibían $6 mil 267 pesos mensuales, ninguno de los dos ingresos es para salir bien librada de la pobreza.

Como consecuencia de esta mirada patriarcal las mujeres que por la razón que sea se convierte en madre se acercan más a la pobreza que a una mejor vida.

Por lo tanto, festejar la maternidad decidida y voluntaria tiene que pasar por desarrollar las condiciones para que las mujeres, que así lo decidan, no tengan que renunciar a su vida profesional, ni conformarse con malos empleos, y esto pasa por dejar de alimentar la idea de que la crianza y los cuidados es un asunto de mujeres, porque esto también le corresponde al Estado.