Hoy traigo para compartir los resultados de una investigación que hizo la Comisión Interamericana de Mujeres, sobre el financiamiento de las campañas electorales de las mujeres en la región.
Me pareció más que oportuno, ya que estamos en la recta final de la contienda electoral, donde por lo menos 10 mil cargos los están disputando las mujeres, y pocas veces nos detenemos a pensar cómo financian sus campañas las mujeres.
El estudio denominado ¿Dónde está el dinero para las campañas electorales de las mujeres? dado a conocer recientemente por la Comisión, nos deja claro que el sexo y el género de la candidata sigue siendo un obstáculo para tener un piso parejo al momento de la competencia electoral.
Porque después de lograr superar los sexismos internos partidarios y lograr por fin ser candidata, la siguiente piedra en el camino es lograr financiamientos para sus campañas.
Si bien en cada elección se gasta muchísimo dinero en la promoción de candidaturas, y en este proceso electoral de nuestro país no ha sido la excepción, no siempre son las candidatas quienes lo hacen a manos llenas; más bien, la tendencia es que ellas lo hagan contando pesos y centavos.
Pues de acuerdo con las experiencias de mil 500 políticas acompañadas por la comisión a lo largo de cinco años, las candidatas latinoamericanas y del Caribe, incluidas por supuesto las mexicanas, no tienen dinero para hacer sus campañas, debido a que los partidos políticos no las apoyan, pese a tener los recursos económicos y la obligación de hacerlo, porque a decir de las políticas cuyos testimonios enriquecen este informe, se siguen privilegiando las candidaturas masculinas como las ganadoras y las mujeres siguen siendo la “lista de relleno”, según sus propias experiencias.
En esta contienda electoral tan larga, con dos candidatas a la presidencia me pregunto cuántas negociaciones han tenido que hacer para que la partidocracia masculina les suelte el dinero, no sé si algún día lo sabremos, pero fácil, estoy segura no ha sido.
Por lo que las mujeres que ingresan a procesos electorales se ven obligadas a echar mano de sus recursos personales, sus ahorros, si cuentan con ellos o endeudarse a través de préstamos para sacar adelante sus campañas electorales, para ellas ingresar a la política en muchas ocasiones es perder patrimonio y recursos.
Este es uno de los muchos factores por los cuales las mujeres históricamente habían llegado a los congresos a través de las candidaturas plurinominales, porque hacer campaña es muy caro y ellas no siempre tienen con qué pagarla.
En este caso la frase una candidata pobre es una pobre candidata, más que un dicho es una descripción de lo que las mujeres políticas enfrentan, porque refleja las inequidades de la competencia electoral entre ellas y los hombres.
Solo México y Brasil tienen reglamentación para la financiación de las campañas de las políticas como mecanismo para la igualdad de las mujeres en la contienda electoral, revela el informe.
Sin embargo se enfrentan dos problemas, uno que ya ocurrió en Brasil, que cuando así lo decidan las mayorías en los congresos, esta regla se puede suspender, o como en el caso mexicano, que pese a la regla que señala que las candidatas tienen derecho a recibir por lo menos el 40 por ciento de la financiación general de las campañas electorales, no hay un verdadero mecanismo que permita la fiscalización que garantice que el recurso, realmente, llegó a las candidatas, pues los ingresos entran a la cuenta general de los partidos y ellos reportan en general gastos de campaña.
Parte de las lecciones aprendidas que señala el informe es que, por supuesto debe existir la norma legal para garantizar un piso parejo de financiación de las mujeres en relación con sus pares y segundo, deben existir mecanismos claros de fiscalización de estos recursos para romper el control partidario de los recursos que es usado como vía de chantaje y subordinación de las mujeres.
El informe cae en muy buen tiempo, porque nos coloca, precisamente, los retos que aún se mantienen a los que debemos buscarle salidas para garantizar que la paridad no sea solo una declaración de buena voluntad, sino que se generen las condiciones para que este derecho sea realmente accesible todas las mujeres.