*Sin tacto .
/ Por Sergio González Levet /
Si yo dijera que los alcaldes de Xalapa Hipólito Rodríguez y Ricardo Ahued hicieron una obra impresionante, estaría dando una falsa estadística, porque afirmaría que hicieron entre los dos -por decir cualquier cifra- 3 mil kilómetros de pavimento, pero tendría que aclarar que Hipo hizo 30 y Ricardo construyó 2,970. El promedio para ambos en esta hipótesis sería de 1,500 cada uno, pero la realidad es otra muy distinta de lo que a veces enseñan las cifras manejadas indiscretamente.
[“En matemáticas, la discreción se refiere a objetos, conjuntos o funciones que son contables y separados, es decir, que no son continuos o están formados por elementos que no están conectados o que se pueden contar de uno en uno”. ¿Quedó claro?]
No sucede lo mismo cuando tratamos el caso del alcalde Ahued y su sustituto, el licenciado en Derecho Alberto Islas Reyes. Este último hizo la hombría de continuar, durante el año que le restó como mandato, con la misma dinámica de obras, mejorías de servicios y atención a las peticiones y quejas ciudadanas.
Así que la estadística, que es una ciencia exacta, puede dar cuenta de cómo entre ambos hicieron una obra social y material impresionante: Ahued en el 75% del mandato e Islas en el 25% restante. Es evidente que en los números brutos el ahora Secretario de Gobierno lleva la delantera porque tuvo el triple de tiempo que su sucesor, pero porcentualmente se puede demostrar que tanto monta, monta tanto, Alberto como Ricardo.
Cuando el licenciado Ahued Bardahuil anunció que pediría licencia al puesto de titular del Ayuntamiento, no pocos se preguntaron cómo podría continuar su suplente para mantener la precepción ciudadana que había logrado conquistar su antecesor.
En verdad que el reto era difícil y parecía que lo mejor para el licenciado Islas Reyes era terminar el cuatrienio con discreción (aunque no fuera matemática), seguirse de muertito y hacer como que gobernaba hasta que se llegara el último día de diciembre de 2025 y entregara una administración aderezada por lo realizado en tres años por su amigo y propietario Ricardo Ahued.
Pero Alberto Islas no es de ese talante, y decidió emprender su rumbo con el mismo ímpetu que lo hicieron otros munícipes que tuvieron el tiempo como aliado y no como una espada de Damocles.
Hoy que las obras de remodelación y reparación de la ciudad se están terminando y los ciudadanos están ya cobrando y disfrutando los beneficios de las molestias temporales, empiezan a darle la razón al alcalde empecinado en hacer en un año lo que otros no pudieron realizar en tres.
Bien por Ahued, bien por Islas y mejor para los habitantes de esta laberíntica ciudad, que lo es no sólo por la orografía.
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