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/ Escrito por Dulce María Sauri* /
“¿Crees que hicimos bien en ir a votar?”. “Si hubiéramos salido los opositores, otro gallo cantaría”. “Nuestra estrategia funcionó: las urnas quedaron vacías”. “Cumplí con mi obligación ciudadana, aunque no supe bien por quién voté”. Estas y muchas otras frases han circulado entre amigos tras la desoladora jornada del domingo 1 de junio.
No sorprende que la narrativa de la presidenta Sheinbaum y de Morena sea de triunfo total. Citando al clásico: “haiga sido como haiga sido”, desplazaron al Poder Judicial y colocaron en su lugar a perfiles cercanos, obedientes, funcionales al régimen (o al menos, eso creen).
Tampoco sorprende que la oposición a la reforma judicial reclame como victoria la escasa participación ciudadana.
En un panorama de derrotas acumuladas, hasta el silencio se convierte en consuelo. Pero, amigos lectores, ambas visiones simplifican un panorama más complejo.
Hay motivos para la alerta, pero también para la resistencia.
Lo que logró el oficialismo (y lo que no)
Con un esfuerzo logístico y económico mínimo, el régimen de la 4T parece haberse apropiado —por ahora— de la Suprema Corte de Justicia. Esa mezcla de rencores, oportunismos y cálculo político que ha sostenido su cruzada contra la autonomía judicial tuvo un éxito rotundo. En los estados gobernados por Morena, los mandatarios estatales influyeron sin rubor en la designación de jueces y magistrados federales… y, por si fuera poco, también promovieron a los suyos en los tribunales locales.
¿Quién mandará ahora sobre este “Frankenstein judicial”? ¿La Corte capturada? ¿El Tribunal de Disciplina Judicial —la nueva Santa Inquisición— con su capacidad de castigar la disidencia? ¿El crimen organizado, o sus intermediarios de cuello blanco? ¿O será la propia presidenta, quien se verá obligada a negociar, caso por caso, con los verdaderos dueños de las togas recién estrenadas?
Vale recordar algo esencial: presidenta y gobernadores se van. Ministros, jueces y magistrados se quedan, por 9 o 12 años. Las lealtades cómplices se agotan cuando se acaba el poder. Que no se les olvide.
Lo que mostró la oposición (y lo que debe entender)
La oposición eligió resistir. Algunos lo hicimos desde las urnas. Otros, desde la abstención. Quienes votamos fuimos minoría. Pero no estuvimos solos: cientos de funcionarios del Poder Judicial se inscribieron como candidatos. Sabían que tenían todo en contra. Aun así, dieron la cara. A ellas y ellos les debemos respeto y reconocimiento. Representan la resistencia activa, ética, institucional.
Pero también es cierto que quienes optaron por no votar lograron su propósito: las casillas se vieron vacías, el desinterés fue palpable. Apenas un 12% del padrón participó. La tentación de convertir al otro 88% en “voto opositor silencioso” es grande… pero errónea.
No todos los ausentes fueron críticos; muchos simplemente no entendieron las boletas, no conocían a los candidatos, o nunca votan. La abstención crónica en México ronda el 40%. No es resistencia: es desafección.
Las y los abstencionistas críticos también pueden tener una impresión equivocada de la ausencia en 2025 de la aplanadora morenista de 2024. Así sucedió en 2021, cuando las oposiciones malinterpretaron sus triunfos urbanos y subestimaron el poder territorial de Morena. Tres años después, llegó la derrota de 2024. Abstenerse es más fácil que movilizarse, pero también más riesgoso cuando se carece de estructura o liderazgo.
Morena ¿invencible?
Vale la pena mirar los resultados donde sí hubo competencia electoral: en las elecciones municipales de Veracruz y Durango. Ahí, con participación ciudadana cercana al 45–49%, Morena no arrasó. Incluso perdió presencia y posiciones. A pesar de sus maquinarias, traiciones y coacciones, tuvo límites. El mensaje es claro: Morena no es invencible. Los programas sociales no son todopoderosos, ni su clientelismo es infalible.
Cuentas, boletas y defensa del INE
En este momento, el INE en sus 300 juntas distritales está contando boletas. Primero vendrán los resultados de la SCJN; luego, Tribunal de Disciplina Judicial y Sala Superior del Tepjf. Antes del 11 de junio deberán entregarse los resultados finales. Espero que el servicio profesional de carrera del INE resista los embates y amenazas de quienes quieren imponer sus cuentas y candidaturas sobre los resultados de las urnas. La ciudadanía tiene legítimo derecho a la desconfianza.
Es crucial vigilar los números. Una sola boleta de la elección de la SCJN contiene nueve votos posibles. Bastarían 10 millones de electores para llenar 90 millones de recuadros. ¿Y si las urnas están vacías? ¿Y si se falsifican resultados? Salvaguardar la legitimidad del INE es lo último que nos queda. Aunque la amenaza de la reforma político-electoral de septiembre próximo pende sobre la última maltrecha institución de la transición democrática.
¿Qué sigue? Empieza la resistencia y la lucha por la renovación de la Justicia en México. Reconstruir el Poder Judicial independiente y autónomo, garantizar la procuración de justicia a través de fiscalías y de ministerios públicos independientes y autónomos. Capacitar a las policías, restablecer la inteligencia como una función vital del Estado; defender al país de las asechanzas criminales. Suficiente para empezar. ¿Cuándo se terminará? No sé. Pero hay que luchar. —Mérida, Yucatán.
*Exgobernadora de Yucatán