¿Dulce o Noroña?

Ivonne Melgar.

La disputa por la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados muestra los alcances y los límites del prometido cambio de régimen.

Por supuesto que el gobierno del presidente López Obrador está sacudiendo las formas tradicionales de hacer política. Y es un hecho que ese sismo incluye al Congreso y ahora mismo se expresa en la candidatura de Gerardo Fernández Noroña a la presidencia de San Lázaro.

Porque, como el propio vicecoordinador de la bancada del Partido del Trabajo (PT) nos los comentó en entrevista para Excélsior, gracias a los cambios que experimenta el país y la politización que vivimos, un perfil como el suyo puede hoy aspirar a ese cargo y competir con altas posibilidades de ganarlo.

Defensor de la versión de que en 2006 hubo un fraude en contra de López Obrador, el diputado petista protagonizó, durante todo el sexenio de Felipe Calderón, el recordatorio en Los Pinos de que el panista se había robado la Presidencia de la República.

Al grito de “Es un honor estar con Obrador”, Fernández Noroña encabezó la protesta disciplinada, cada día primero de mes, de un activismo organizado y fiel al entonces candidato perdedor.

Fue él quien, siendo diputado federal, abonó en la narrativa de que el presidente Felipe Calderón tenía problemas con el consumo de alcohol y, en la tribuna de San Lázaro, acusó al secretario Genaro García Luna de servir al crimen organizado.

Algunos de aquellos señalamientos del rijoso legislador opositor, que en ese sexenio fueron calificados de ocurrencias anecdóticas, actualmente forman parte de la narrativa oficial. Y cómo no si el extitular de Seguridad se encuentra preso en Estados Unidos, señalado de operador del narco por autoridades de ese país.

Experimentado en la protesta social como en el debate y el quehacer parlamentario, Fernández Noroña se volvió candidato a la presidencia de la Mesa Directiva de manera natural, a su modo, rompiendo los códigos tradicionales de las negociaciones parlamentarias en privado y defendiendo en público la estrategia hormiga que el PT impulsó para desplazar numéricamente a la bancada del PRI en su condición de tercera fuerza de San Lázaro.

Es cierto que desde la caricaturización de la trama legislativa podríamos pretender, como en el pasado, que las aspiraciones del petista son una mera ocurrencia. Hacerlo significa, sin embargo, negarse a una realidad:  él es un personaje que condensa el sentir de una aplastante mayoría de representantes populares y ciudadanos que acompañan con militancia y fervor el proyecto político del presidente Andrés Manuel López Obrador.

Pero tampoco podemos ocultar las limitaciones que la autoproclamada Cuarta Transformación afronta cuando sus actores buscan saltarse las reglas institucionales que, en el otro lado de esta historia encarna la diputada del PRI, Dulce María Sauri Riancho, la carta fuerte de la oposición para la próxima presidencia de la Mesa Directiva de la Cámara, una de las parlamentarias más reconocidas de lo que la retórica oficial pretendería llamar el viejo régimen.

Porque la exgobernadora de Yucatán, presidenta del priismo en la primera alternancia del año 2000, representa a una clase política que aun minimizada y reducida cuenta y mucho porque da voz a un pedazo del país y su innegable pluralidad, al grado que el coordinador de Morena, Mario Delgado, tendrá que hilar fino en las próximas horas para impedir que San Lázaro entre en crisis en la antesala de la entrega del Segundo Informe de Gobierno, creándole un problema de imagen al presidente López Obrador.

Se trata de una historia que ha evidenciado los límites del purismo político siempre derrotado por la disputa pragmática del poder, como ayer lo señaló el dirigente interino de Morena, Alfonso Ramírez Cuéllar, al criticar que el PT acrecentara el peso numérico de su bancada con la incorporación del experredista Mauricio Toledo.

Pero más allá de los líos internos entre morenistas, pesistas, verdes y petistas, la definición de la presidencia de San Lázaro ha colocado a Mario Delgado, en plena campaña por la dirigencia de Morena, entre el reclamo de los suyos para que aplique la aplanadora y le abra paso a los petistas y la demanda de la oposición de que cumpla con una institucionalidad indispensable en la coexistencia legislativa y en la antesala de la aprobación de un presupuesto tan complicado como las consecuencias de la pandemia.

Así que en las horas próximas no sólo sabremos si Dulce o Noroña estarán al frente de las sesiones de San Lázaro, sino hasta dónde el prometido cambio de régimen quiere romper los moldes tradicionales de la convivencia política.

En cualquier sentido, la llamada vendrá del gobierno.

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