Eco, la estupidez y la imbecilidad.

Sin tacto

/Por Sergio González Levet/

En 2009, diez años antes de su muerte, Umberto Eco publicó un sabroso libro que incluía sus conversaciones con el cineasta Jean-Claude Carrière llamado Nadie acabará con los libros. Son charlas muy interesantes y yo diría que divertidas sobre muchos intríngulis de la cultura moderna.

En una parte, nuestros dos sabios abordan el tema de la imbecilidad y la estupidez de una manera tan elegante y tan reveladora que no resisto la tentación de reproducir algunos fragmentos que nos traerán, ay, a tantas cosas de nuestros tiempos.

Los pongo sin más porque, como luego dicen en los oficios, el texto se explica por sí solo.

Umberto Eco: En uno de mis libros hacía yo una distinción entre el imbécil, el cretino y el estúpido. El cretino no nos interesa porque es un individuo que en lugar de llevarse la cuchara a la boca se la lleva a la frente; no nos interesa porque es aquel sujeto que no entiende lo que le estás diciendo. Su caso es sencillo.

 

Por el contrario, la imbecilidad es una cualidad social y, en lo que a mí respecta, también puedes llamarla de otro modo, dado que para algunos “estúpido” e “imbécil” son términos que se refieren a la misma cosa. El imbécil es aquel que siempre, llegado el momento, se le ocurrirá decir exactamente lo que no debería decir. Es el autor de metidas de pata involuntarias.

 

Por el contrario, el estúpido es diferente; su déficit no es social sino lógico. A primera vista, tal parece que razona de una manera correcta; y resulta muy difícil darse cuenta, de inmediato, que esto no es así. Por eso es peligroso. (…) Te pongo un ejemplo. El estúpido dirá: “Todos los habitantes del Pireo son atenienses. Todos los atenienses son griegos. Por lo tanto, todos los griegos son habitantes del Pireo”. Te asalta la duda de que algo no está funcionando bien porque sabes que existen griegos de Esparta, por ejemplo. Pero eres incapaz de explicar, expeditamente, en dónde y por qué el estúpido se ha equivocado. Tendrías que conocer muy bien las reglas de la lógica formal. Eso es, creo que deberíamos ocuparnos específicamente del estúpido.

Jean-Claude Carrière: Yo creo que al estúpido no le basta con equivocarse. Afirma claro y fuerte su error, lo proclama a los cuatro vientos, quiere que todos lo escuchen. Es sorprendente ver lo estridente que es la estupidez. “Ahora sabemos por fuentes fidedignas que…”. Y le sigue una garrafal sarta de estupideces.
UE: Tienes toda la razón. Si empiezas a afirmar con insistencia una verdad común, trivial, de inmediato se transforma en una estupidez…
Como que esta plática nos recuerda a alguien…

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