Eco salió de su escondite .

*Mis proyecciones en el espejo .

/ Por Paula Roca

Hoy entiendo que existe un nombre para esas personas controladoras, tóxicas, que, si no giras alrededor de ellas, pueden despedazarte. Durante mucho tiempo viví atrapada en una realidad distorsionada, moldeada por alguien que intentaba manipularme a su entera conveniencia. Entre “expertos” en crear versiones que justificaban sus acciones, mientras invalidaban las mías. Era como estar atrapada en una telaraña invisible que me drenaba lentamente.

Con el tiempo aprendí que el narcisismo no es solo un rasgo de personalidad; es una fuerza destructiva. Siempre me hacían sentir culpable por mis reacciones a sus ataques, como si el dolor que experimentaba fuera mi culpa. Su encanto lograba envolver a quienes los rodeaban, aislándome aún más, porque nadie parecía ver el daño que yo sufría.

Hoy sé que no estaba equivocada, que no tenía por qué tolerar ni aguantar. Identifiqué las dinámicas tóxicas y aprendí a reconocer que mi mundo no era normal, aunque me hicieron creer lo contrario. Pero escapar no fue fácil. Romper esas cadenas implicó no solo alejarme físicamente, sino también sanar las heridas emocionales que dejaron en mí.

Vivir con una persona narcisista es como estar frente al diablo detrás de un escritorio. Recuerdo cómo, en más de una ocasión, sentí que me daban una pluma y un papel para firmar un pacto invisible, uno en el que debía ser obediente y avalar cada uno de sus actos, por más dañinos o irracionales que fueran. Era como si, al grabar mi firma, renunciara a mi voluntad, convirtiéndome en una marioneta sin vida propia. Cuando decidí ya no querer permanecer ahí, mis emociones fueron ignoradas y utilizadas en mi contra, mis logros minimizados, y mis esfuerzos siempre insuficientes para llenar su vacío. Y fue así como la bomba atómica explotó para acabar con todo.

Entendí que el narcisismo trasciende la simple toxicidad. En su interior, estas personas saben cuán frágiles son, aunque proyecten una imagen de superioridad y perfección. Necesitan absorber la luz de los demás porque en su interior solo hay oscuridad. Durante años, fui esa “pila” que les alimentaba, pero nunca era suficiente, porque su vacío es insaciable.

La única manera de liberarme fue seguir mi camino, romper sus cadenas y reconstruir mi brillo desde adentro. ¿Qué si pagan sus culpas y malas acciones? No lo sé, pero estoy segura de que, en el fondo, ellos saben que algún día la vida les cobrará facturas muy altas. Mientras tanto, continúan aparentando felicidad y éxito ante los demás. Sin embargo, ahora entiendo que mi felicidad y plenitud son su peor castigo. Saber que he encontrado mi luz, y que ya no la pueden robar, es la prueba de que he ganado.

Podrán quitarme todo lo material con sus mentiras y traiciones, pero el reflejo en el arroyo siempre les recordará quienes son de verdad y mientras yo salgo de mi escondite ellos siguen en su vieja postura llena de infelicidad buscando la forma de dañarme.

Pero el eco me impulsa y me ayuda a volar y salir del escondite, para no volver a mirar hacia atrás por más ruido o vacío que se escuche. Su estruendo será mi impulso para ser nuevamente una semilla brillante, desde la que la vida brota y se abre paso para seguir adelante sin el juicio del narciso aquel que un día me quiso hundir en su pozo profundo de agua turbia y oscura.