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/ Eduardo Sadot/
De manera silenciosa pero contundente, la propaganda política hace su trabajo, el repetir una mentira muchas veces la hace verdad, eso sostenía el nazismo de Hitler manipulado por Goebbels, su genio propagandístico o publicitario, para quienes nada entienden de la diferencia de ambos, pero es falso, una mentira repetida muchas veces ¡jamás! Llega a ser una verdad, porque una mentira, siempre será mentira, aunque muchos la repitan, crean o estén convencidos de que verdad, siempre será mentira, o en todo caso un dogma porque lo creen muchos.
Solo Goebbels sostenía esto para posicionar las mentiras del Führer nazi – Hitler – igual sucede en cualquier dictadura de derecha o de izquierda, esto es algo que les espanta aceptar, pero menos permiten que se sepa.
Comenzar por alabarse a sí mismo a pesar del mal gusto y el evidente engaño, el ser humano cree las mentiras extremas, lógicamente no hay nada más evidente que una persona se promueva como “honesta” cuando eso – y todos lo han sabido siempre, pero les encanta engañarse – cuando el primero y el único que lo repita que es “honesto” es la propia persona que lo dice, aunque no lo sea – alabanza en boca propia es vituperio – pero una mentira extrema verdadera inverisímil penetra hasta el fondo del subconsciente colectivo, así fue y así ha sido. Ustedes recuerdan la película del exorcista, quienes la vieron y les preguntan lo que más les impresionó y lo que más recuerdan, es como la niña Regan MacNeil, interpretada por la actriz Linda Blair, poseída por el demonio, le gira la cabeza completamente en 360 grados, algo ilógico y humanamente imposible, en esa película dirigida por William Friedkin en 1973, calificada por muchos como la mejor película de terror, con esa escena cumbre impactó en el consciente de toda una generación.
La turba, la masa, se sorprende y cree en aquello que mientras más inverosímil sea más credibilidad le da, así fue con el mito del chupacabras y antes también, en los años sesenta en la colonia Santa María la Ribera, un barrio antiguo de la ciudad de México, corrió el rumor, que andaba en los drenajes una víbora, que salía en las noches y llegaba hasta donde hubiera una madre amamantando a su bebe, la víbora ocupaba el lugar del bebé y al bebé le daba de comer su cola, el rumor no precisaba que tipo de víbora, quienes aseguraban haberla visto, decían que era un – pitón, otros una anaconda –. Por más cercana a la fantasía más creíble, porque estimula la fuga de una realidad que hiere y entonces lo mejor es creer lo que no existe. Pero lo peor es que acostumbra a las masas a creerlo todo sin poner en duda lo que ven, perdiendo así su capacidad de crítica y análisis elemental, asi empieza la manipulación. Así de grave y mentirosa resulta la propaganda política manipulada por mentes perversas, primero, con el egoísmo personal y mezquino de enriquecerse o empoderarse – como ha sido el caso de “Elpigmenio” – y en segundo lugar, la perversión al servicio de un fin, “el poder” frente a una sociedad manipulada con sus resentimientos, rencores, frustraciones, decepciones, promesas incumplidas aprovechándose de su ignorancia.
La lista de mentiras es larga, se volvió costumbre. Costumbre con la que se familiarizaron los mexicanos de finales de la primera a la segunda década del siglo XXI, una generación corrupta a la que compraron, pero que también se vendieron a cambio de pensiones del bienestar, ese fue el nivel de “moral” de una generación que vendió a la generación de sus hijos y sus nietos por una pensión que no fueron capaces de construir en sus tiempos productivos.
Pero las alabanzas y mentiras surtieron el efecto deseado, convencieron y manipularon a una generación que está llamada a ser la época de la corrupción universal del bienestar en México.
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