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/ Jorge Fernández Menéndez /
Este 2024, según el horóscopo chino, fue el año del Dragón. El Dragón, dicen, es el símbolo del emperador, “el dragón es imaginativo, magnánimo, emprendedor, afortunado y poderoso. Está lleno de fuerza y vitalidad. Es un verdadero acumulador de energía y, si le enojas, se enfurecerá de tal manera que perderá los estribos”.
Este 2024 hemos visto mucha energía, pero poca magnanimidad; mucha imaginación, pero el mundo y sus líderes han perdido, en muchas ocasiones, los estribos. Mucha fuerza desperdiciada en batallas. El mundo está, probablemente, en una coyuntura donde los cambios de regímenes democráticos se dan hacia sistemas más o menos autoritarios y populistas en todo occidente, y no somos la excepción. Hubo elecciones en 79 países, en donde viven unos cuatro mil millones de personas, incluyendo ocho de los diez países más poblados del mundo: Bangladesh, Brasil, Pakistán, Rusia (aunque con partido único), India, Indonesia, Reino Unido, Francia, Estados Unidos y, por supuesto, México. En prácticamente todos los casos avanzaron fuerzas autoritarias y populistas. En Japón y Sudáfrica, los partidos gobernantes que habían controlado la política interna durante décadas perdieron sus mayorías y han perdido el poder o se mantienen en él a través de coaliciones endebles.
El triunfo de Donald Trump modificará los equilibrios mundiales. Ya lo ha hecho desde antes de asumir el poder. En Francia, Emmanuel Macron designó a su cuarto primer ministro en cuatro meses y cada vez parece más cercana la llegada al poder del partido de ultraderecha de Marine Le Pen. En Alemania, por primera vez se han impuesto en elecciones locales partidos de ultraderecha y perdió el voto de confianza el primer ministro socialdemócrata, Olaf Scholz, y convocó a elecciones para febrero. En Italia, en Turquía, en Hungría, se afianzaron gobiernos populistas de derecha. También avanzaron en los países escandinavos y en las elecciones al parlamento europeo.
En América Latina, la gran novedad fue el triunfo de Javier Milei en Argentina, proponiendo un modelo ultraliberal que se presenta como alternativa para un país que había caído en una crisis económica insondable. Pero lo hace generando una crisis social de igual profundidad, a la que sólo sostiene la esperanza de que mejore la economía y de que la simpatía de Trump por Milei se refleje en apoyo e inversiones. Brasil está pendiente de la salud de Lula y con la posibilidad de que en las próximas elecciones ni Lula ni Jair Bolsonaro puedan competir. En Bolivia, el enfrentamiento entre el presidente Luis Arce y Evo Morales alcanza niveles de guerra interna y derrumbe. En Colombia, Gustavo Petro pierde popularidad, prestigio y será derrotado, sin duda, en las próximas elecciones. Ecuador y Perú viven en la incertidumbre. La única luz sigue surgiendo en Uruguay, una democracia indemne a las turbulencias de su alrededor y parcialmente en el Chile de Gabriel Boric.
Hemos vivido en un mundo donde hemos estado al borde de guerras generalizadas detonadas por conflictos locales. Desde la invasión rusa a Ucrania hasta la respuesta israelí al ataque de Hamás, en Gaza y Líbano, con el trasfondo de la caída del régimen de Bashar al Assad en Siria, que modificará todo el equilibrio en Oriente Medio. Hemos vivido terribles guerras civiles ignoradas por buena parte del mundo en Birmania, en Sudán, en varios países africanos. La guerra entre Israel y Hamás llevó a la destrucción de buena parte de Gaza y del sur del Líbano, pero también destruyó a esa organización terrorista y a Hezbolá con ataques que terminaron con la dirigencia de ambas organizaciones terroristas y con una notable pérdida de influencia de Irán y Rusia en la zona. Se incrementó la presencia de los hutíes en Sudán, bloqueando el tráfico mercante en el mar Rojo, pero las derrotas de Irán en Gaza, Líbano y Siria debilitarán las posibilidades de ese grupo terrorista.
Es verdad también que 2024 fue un año de enorme desarrollo tecnológico y científico. Desde la inteligencia artificial hasta avances en nuevas medicinas, tratamientos, sistemas educativos, alcances notables en astronomía y viajes espaciales. Pero también de rupturas cada vez más profundas en muchos países, de polarización, de impulsos a la superchería y la ignorancia desde el propio poder (¿qué mejor ejemplo que Robert Kennedy Jr. al frente de la salud en Estados Unidos?), de movimientos pendulares provocados por los inconcebibles excesos en la cultura woke o por las políticas de cancelación. Vivimos este 2024 en medio de una política de excesos y muchas veces de ignorancia (promovida tanto por presuntos progresistas como por falsos libertarios) en medio del mayor desarrollo científico y tecnológico de la historia de la humanidad.
Si el que termina fue el año del Dragón, el que comienza será, en el horóscopo chino, el de la Serpiente de Madera, que “evoca cambios profundos y transformaciones a nivel personal y global”. Puede ser, pero, sin duda, será un año difícil, conflictivo, donde la tolerancia, la generosidad personal, social e intelectual y la inteligencia tendrán que imponerse a la ineptitud y el autoritarismo, a la violencia y al más profundo individualismo de nuestro tiempo.