El abusón

Guadalupe Loaeza

“Al señor profesor le hubiera avergonzado ver a su hijo Jorge en una campaña tan desaseada políticamente. Llena de errores. Despilfarro desvergonzado y con protagonistas en entredicho”. (Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas, publicado el 19 de noviembre de 2004).

En efecto a Carlos Hank González le hubiera dado mucha vergüenza, no nada más por el gran desprestigio de su hijo menor, sino por sus más recientes dichos respecto a que si le haría la invitación a Lupita Jones, su contrincante por la coalición PRI, PAN y PRD, para sumarse a su campaña. “No, no quiero basura”, contestó Hank. Fue tan misógina y estúpida su respuesta que, incrédulo, el reportero insistió en preguntarle: “¿Y a Lupita Jones (la invitaría?)”. Y el “abusón” replicó: “Por eso, no quiero basura”. Al otro día se disculpó por su comentario “desafortunado”, pero más que desafortunado, fue una respuesta denigrante y muy vil. ¿De dónde le vendrá su pobre concepto que tiene de las mujeres? Cuando le preguntaron si en las encuestas estaba por encima de él Marina del Pilar, candidata por Morena (quien por cierto va muy arriba en las encuestas) contestó sintiéndose muy chistoso: “Soy un hombre casado (cinco veces) y tengo 23 hijos”. Como bien señala en Zeta Jesús Alejandro Ruiz Uribe: “Hank es el anticiudadano, no respeta las reglas mínimas de convivencia social”.

Su padre también tenía mucha cola que le pisaran, pero como bien dice Blancornelas: “era un político en los momentos más difíciles (…) Hasta quienes lo odiaban resaltaban su virtud política”. Es decir que el hijo heredó lo más oscuro de su papá sin contar con su personalidad ni su carisma, ni mucho menos con su inteligencia.

¿Qué pensar, entonces, de su hijo, un personaje siniestro, acusado en primer lugar de ser el autor intelectual del asesinato de Héctor Félix Miranda, El Gato, codirector fundador del diario Zeta, cuyo asesinato todavía impune cumpliera 33 años el 20 de abril pasado? De allí que, hasta la fecha, el semanario le dedica todos los viernes una página con su fotografía, en un fondo todo en negro y con letras blancas se lee: “Hank, ¿por qué me asesinó tu guardaespaldas Antonio Vera Palestina?”. Su jefe de escoltas ya purgó pena y recuperó su puesto con su jefe.

Aparte de este terrible señalamiento, Jorge Hank Rhon es acusado de una montaña de ilegalidades y complicidades con el cártel de los hermanos Arellano Félix; acusado, en los años noventa, por investigaciones judiciales norteamericanas; acusado y detenido en el aeropuerto de la Ciudad de México por traficar con pieles exóticas y artesanías orientales; acusado por acopio de armas; acusado por haberse apoderado de manera ilegal y de fraccionar los terrenos federales en los que se encuentra el Hipódromo de Agua Caliente; acusado e investigado en San Diego, California, por el tráfico de especies en peligro de extinción; acusado por todos estos antecedentes, mismos que fueron tomados en cuenta por la autoridad migratoria norteamericana para negarle la visa a Estados Unidos, y acusado por Bonilla, el gobernador de Baja California, por no pagar adeudos por más de 25 millones de pesos que no liquidaba por tener acuerdos ocultos con el gobernador panista Francisco Vega de la Madrid. Por último, hay que decir que, en el 2009, Angélica María Muñoz Cervantes, novia de su hijo Sergio Antonio Hank Krauss, murió en extrañas circunstancias, sin que a la fecha hayan sido aclaradas suficientemente.

No hay duda que la conciencia de Jorge Hank Rhon es como un basurero lleno de inmundicia y porquería. Allí ha de esconder sus resentimientos, complejos, odios, obsesiones, frustraciones y miedos. Cuántos secretos inmundos no se habrán ido acumulando a través del tiempo. Seguramente también están en su basurero personal decenas de chalecos de pene de burro, botellas vacías de su bebida preferida (tequila) a través de la cual se ve una víbora de cascabel, una cobra, un pene de león, uno de toro y cabellos finos de osos grises de Canadá. Hasta arriba de toda esta montaña de basura aparece un viejo marco dorado estilo barroco. Es una fotografía a colores de todos los miembros de la familia Hank González. En medio, vestida y arreglada de una forma sumamente modesta, en contraste con los demás, aparece Guadalupe Rhon totalmente eclipsada por la fuerte y seductora personalidad de su marido. Casi no se ve. Es transparente. No existe. He allí la cicatriz más profunda de Jorge Hank Rhon, por eso es como es…

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