*Alguien como tú.
/Gladys Pérez Maldonado. /
Los 16 Días de Activismo contra la Violencia de Género, que se llevan a cabo del 25 de noviembre al 10 de diciembre de cada año, nacieron para sacudir conciencias y exigir a los Estados acciones reales para detener la violencia que viven millones de niñas, adolescentes y mujeres en el mundo. Sin embargo, más de tres décadas después de su implementación, el mensaje sigue siendo dolorosamente vigente, la violencia patriarcal permanece intacta, incluso se transforma y se profundiza con nuevas formas de control, explotación y odio digital.
Este periodo de activismo, del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer al Día de los Derechos Humanos, no es solo un calendario simbólico, es un recordatorio de que la violencia de género es un problema estructural que se perpetúa en los hogares, las calles, los centros de trabajo, las escuelas y también en las plataformas digitales. En países como México, la violencia adquiere dimensiones alarmantes, feminicidios cotidianos, desapariciones en aumento, abuso sexual infantil, trata de personas y un Estado que, pese a avances normativos y programas institucionales, aún falla en garantizar justicia y reparación.
La iniciativa, impulsada por ONU Mujeres, busca alinear esfuerzos de gobiernos, sociedad civil, instituciones educativas y ciudadanía para visibilizar y actuar frente a todas las formas de violencia física, sexual, económica, política, digital y simbólica. Sin embargo, la realidad evidencia una brecha profunda entre los discursos en foros internacionales y lo que viven las mujeres en su cotidianidad.
En numerosas regiones del mundo, denunciar sigue siendo un privilegio, para muchas mujeres, alzar la voz significa exponerse a represalias, revictimización o incluso a perder la vida. Las cifras globales mantienen un patrón brutal, una de cada tres mujeres ha sufrido violencia a lo largo de su vida, y en numerosos países el aparato de justicia sigue siendo lento, inaccesible o indiferente.
En México, la campaña de los 16 Días toma un significado particular. Es un país con marcos legales sólidos, como la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, políticas especializadas, Centros de Justicia para las Mujeres, Centros Libre, refugios y fiscalías especializadas, sin embargo, también es un país donde cada día se reportan agresiones que muestran el tamaño del reto, mujeres asesinadas con saña, niñas violentadas en sus entornos más cercanos, hostigamiento sexual que permea instituciones públicas y privadas, campañas de odio digital contra mujeres en política, y una impunidad que continúa siendo la regla.
El activismo, en este contexto, se convierte en resistencia. En memoria de quienes ya no están, en defensa de quienes sobreviven, en exigencia para que la justicia deje de ser un privilegio excepcional.
Los 16 Días de Activismo también son un recordatorio de algo fundamental, no basta con sensibilizar; se necesita prevenir, atender y sancionar con rigor.
La prevención requiere educación sexual integral, campañas permanentes, transformaciones culturales profundas y un compromiso político real para desmantelar el machismo que sostiene la violencia. La atención demanda instituciones con recursos, personal capacitado y enfoque de género, y la sanción exige sistemas de justicia que funcionen.
Sin estos tres pilares, cualquier campaña queda reducida a un ritual anual que acumula discursos, pero no transforma vidas.
El espíritu de los 16 Días es colectivo, invita a gobiernos, pero también a familias, escuelas, empresas y medios de comunicación, no habrá cambio si la sociedad sigue normalizando la violencia o atribuyéndola a conflictos domésticos, problemas de pareja o malentendidos. Cada acto de violencia es una violación de derechos humanos, no un asunto privado.
Al finalizar cada 10 de diciembre, la campaña no debe apagarse, la violencia no descansa, y la acción tampoco puede hacerlo.
El verdadero impacto de los 16 Días no está en las publicaciones en redes sociales ni en las conferencias institucionales, sino en lo que se hace después, la indignación debe convertirse en política pública; el activismo, en presupuesto; las demandas, en reformas; y la memoria, en justicia.
Las mujeres del mundo no necesitan un calendario para recordar que viven violencia, son los Estados y las sociedades quienes requieren este recordatorio para asumir su responsabilidad histórica, porque mientras la violencia siga siendo una realidad cotidiana, los 16 Días de Activismo seguirán siendo, más que una campaña, un grito global para exigir lo que nunca debió negarse: una vida libre de violencia por derecho, no por excepción…












