**Alguien como tú.
/ Mónica Garza /
No debe de ser fácil despedirse de la vida en plena conciencia, involuntariamente y con aceptación. Dejar de dar la batalla porque hay que rendirse cuando las armas ya son ineficaces frente a un enemigo incombatible: la muerte anunciada. Es el escenario —tan demoledor como digno— en el que Mauricio Fernández Garza, alcalde de San Pedro Garza García, se despidió de la política públicamente y anunció su partida de la vida…
Vaya lección la que dio ese político regiomontano, con todos los claroscuros de su historia, polémico hasta el último día, por enfrentar a sus adversarios sin mirar hacia los lados, hasta que se le paró enfrente el único que sí lo doblaría: el cáncer de pulmón.
El “Tío Mau”, como suele ser llamado, fue el escultor de su propia leyenda por más de tres décadas de trabajar desde el empresariado y la política, con un estilo confrontativo que lo hacía para muchos el adversario perfecto, rudo en sus formas, pero elegante en los acuerdos.
Demasiado conservador para estos tiempos, pero equilibrado con esa mirada ambiciosa que lo llevó a convertirse en el primer alcalde en México en presentar un Plan Municipal de Desarrollo (1991), que hoy nadie podría escatimarle.
A partir de ahí nada parecía detenerlo, por eso cuesta trabajo asimilar la escena de su última aparición pública en esa silla de ruedas desde donde anunció su rendición.
El mismo que fue de los primeros en hablar de estrategias de blindaje municipal, de grupos de vigilancia y de “control informal”, que en no pocas ocasiones enfrentó a sus poderosos aliados con sus activos detractores.
Mauricio Fernández, político.
Mauricio Fernández, político. ı Foto: Especial
Pero consiguió recuperar espacios públicos que se creían perdidos en tiempos en los que Nuevo León parecía arrodillarse ante la inseguridad; creó el Valle Oriente con una moderna infraestructura vial, que hoy alberga uno de los centros comerciales más modernos del norte del país.
El hoy emblemático Parque Rufino Tamayo fue un proyecto impulsado por Mauricio Fernández Garza, así como el museo de reciente apertura, La Milarca, que es una de sus aportaciones culturales más visibles.
Milarca es el nombre de su hija, la que sobrevivió a un intento de secuestro en 2007, sólo un año después de haber perdido a Martel, su hijo de 19 años que murió al desplomarse la avioneta en la que viajaba.
Dicen los que lo conocen de cerca, que después de ese día comenzó la caída interior de aquel hombre a quien el dolor transformó. No volvió a ser el mismo, aunque tampoco cedió en su objetivo político.
Se le acusó de poner reglas que cayeron en excesos en términos de vigilancia en su municipio —el más próspero del país—; se le llegó a señalar de hacer un “pacto” con el crimen organizado para que sus células se sujetaran a ciertos límites si querían operar en su territorio.
Corrió la leyenda de que llegó a tener tratos con el capo Arturo Beltrán Leyva, pero nunca nadie pudo demostrarlo.
Para muchos neoleoneses la personalidad disruptiva de Mauricio Fernández era necesaria, cuando la inseguridad crecía en Nuevo León y había una necesidad imperante de poner orden.
San Pedro Garza García es uno de los municipios más caros de México en todo sentido, con desigualdad y privilegios para unos cuantos, lo que algunos señalan con un dedo juzgador.
A la administración de Mauricio Fernández se le cuestiona la construcción de nuevos desarrollos de vivienda o la transformación de espacios públicos en áreas semi privadas, porque genera segregación y el acceso limitado a cierta élite pone en evidencia una desigualdad social, muy anticlimática en tiempos de la Cuarta Transformación…
Fernández dijo que deja el cargo “con la frente en alto”, con un San Pedro en los primeros lugares nacionales en seguridad, finanzas, servicios y calidad de vida.
¿Está este séper municipio listo para una transición sin tropiezos? ¿Se ha previsto cómo mantener el estatus de San Pedro Garza con su crecimiento poblacional, movilidad congestionada, seguridad compleja, costos de servicios y demandas ciudadanas?
Mauricio Fernández Garza deja un legado que será evaluado con parámetros distintos en distintas trincheras. Para algunos habrá sido un visionario adelantado, con sentido estético urbano y comprometido con la cultura.
Para otros, se ha despedido una figura polarizante, de estilo autoritario, confrontativo, de declaraciones arrebatadas y privilegios evidentes.
Pero más allá de todo lo que su figura representa, lo que se puede palpar en el San Pedro Garza García que gobernó, exige una próxima administración a la altura del estatus adquirido.
Ante el hecho atípico y hasta poético de la despedida de Mauricio Fernández Garza, en la fortaleza institucional que su sucesor pueda sostener, habrá quedado el verdadero legado de este hombre de contrastes legendarios.