- El Ágora .
/ Octavio Campos Ortiz /
“La materia no se crea ni se destruye, solo se transforma” y también aplica en política. No se extinguió el PRI como los dinosaurios por un meteorito, pero sí por la pérdida de congruencia ideológica y la traición a los principios de justicia social que dieron origen a la creación de un partido posrevolucionario. Sin embargo, a diferencia de los tiranosaurios, el instituto hegemónico no desapareció, solo se transformó en un movimiento, el de Renovación Nacional, cuya metamorfosis se llevó lo peor del ADN del partido fundado por Plutarco Elías Calles. Con una salvedad, el “nuevo” organismo político inicia su surgimiento por la vejez, como la película “Benjamin Botton”, recién nacido-anciano que con el paso del tiempo muta a adulto, joven, niño y muere como bebé. Morena, en menos de una década, vive sí el poder, pero con los vicios del decrépito y anquilosado PRI.
El presidente sonorense creó un partido para pasar del caudillismo al país de instituciones, mientras que ahora un caudillo populista acabó con esas instituciones. Morena, lejos de ser una nueva opción de gobierno, se estrenó en el poder para servirse de él y puso en práctica las vetustas políticas del corporativismo tricolor; detractor de su génesis priista, se olvidó de crear una nueva clase política para alimentar su proselitismo de los desperdicios del tricolor y de su hermano mayor, el PRD, amén de sesenta ochenteros trasnochados, ceuistas, izquierdistas mercenarios y resentidos politiquillos lanzados de paraíso. Trapecistas y rémoras mercantilistas que prostituyen la política son los cuadros que forman la nueva estructura partidista, con un común denominador: no el principio ideológico, sino los beneficios de la corrupción.
A diferencia del periodo del partido único, donde la indisciplina política, la ineficacia en el servicio público, la ingobernabilidad y el enriquecimiento desmedido eran castigados con la cárcel o defenestrados por “motivos de salud”, ahora se solapa y alienta la deshonestidad. Bajo la falacia de que “no somos como los de antes” o “los del PRI robaban más”, ahora se encubre la ineficacia y la corrupción, mientras sean leales a un solo hombre. La connivencia con el crimen organizado, la pérdida de la gobernanza ante las mafias, claudicar en la función de dar seguridad a los ciudadanos son permitidos si mantienen esa lealtad. Había antes más pudor.
Como Benjamin Botton nacieron ancianos y por ello practican las tropelías de antaño, llevan en el ADN lo peor del PRI. Escandalosos ejemplos de corrupción, ineficacia, falta de gobernabilidad, enriquecimiento ilícito no son sancionados, sus autores eran priistas y las nuevas generaciones -los contestatarios de antaño-, protestaban no para corregir el rumbo del país, sino protagonizar ese sui géneris reparto de la riqueza.
De ideología, mejor ni hablamos. En el pasado, cuando menos los partidos tenían documentos programáticos, declaración de principios y plataforma ideológica. El tricolor se fincaba en la no reelección y la justicia social. A la 4T se le hace bolas el engrudo con su Código de Ética partidista. Un porcentaje de su ADN proviene del Sol Azteca, cuya formación tribal le impide llegar a los consensos que requiere todo instituto político que se precie de serlo. La ambición de poder de los facciosos cuatro teístas es opuesta a los deseos de la primer morenista del país. Una cosa es el discurso político y otra la realidad pragmática. Claro que va el nepotismo y las corruptelas. Las tribus de la 4T devoran cualquier intentona democrática y de verdadera instalación de un gobierno de izquierda. Históricamente el socialismo en México ha fracasado. El propio Lázaro Cárdenas prefirió entregar su proyecto progresista de nación a un general de derecha -Manuel Ávila Camacho-, que a su amigo, el radical constituyente Francisco J. Múgica.
Ni Morena ni la 4T representan a la izquierda o al socialismo mexicano, defienden un proyecto político populista que en dos lustros perdió la mística y afloró la corrupción que hay en su ADN. Nació anciano el Benjamin Botton mexicano.
Apostilla: Mientras en la cúspide del poder siguen los discursos y las soluciones tardías, las verdaderas respuestas al cambio climático germinan desde abajo, desde los surcos y montes donde las comunidades rurales mexicanas luchan por sobrevivir y regenerar. Campesinos, ejidatarios e indígenas no esperan la promesa de una política pública que nunca llega; ellos ejecutan una alternativa real basada en su conocimiento ancestral, la organización colectiva y su vínculo con la tierra. La milpa, los sistemas agroecológicos, el cuidado del agua y las semillas nativas no son reliquias, sino tecnología social viva, resistente y políticamente poderosa.
El foro “Agua, Biodiversidad y Clima para México”, en el Papalote Museo del Niño, es un llamado a escuchar con otros oídos y ver con otros ojos. La verdadera sostenibilidad se aprende en los caminos de tierra donde florece la esperanza colectiva. Es hora de que el gobierno federal deje de tratar a las comunidades rurales como sujetos de asistencia y las reconozca como líderes ambientales. Si México quiere un futuro climático viable debe empezar por voltear hacia quienes ya lo cultivan.