**Otros ángulos.
/ Raúl Cremoux /
Al despegar o aterrizar en el aeropuerto Benito Juárez de la Ciudad de México, aún se puede apreciar el trazo que tenía el aeropuerto de Texcoco que estaba destinado a ser un emblema del potencial turístico, económico, comunicacional, cultural, energético y de nuestra identidad de modernidad ante el mundo.
El creador del proyecto que debiera ser transexenal y que ya estaba en el 34% de su edificación, fue el arquitecto Norman Foster, creador de seis aeropuertos anteriores y dos bases espaciales, entre muchas otras edificaciones repartidas en el mundo.
Los aeropuertos diseñados fueron: 1. El de Stansted en Essex, Inglaterra con una superficie de 87 mil metros cuadrados. 2. El Queen Alía en Amán, Jordania con una superficie de 116 mil metros cuadrados. 3.El de Tucumán, Panamá con 80 mil metros cuadrados. 4. El interior de Kuwait con una superficie de 350 mil metros cuadrados. 5. El aeropuerto internacional Chek Lop Kok de 516 mil metros cuadrados. 6. El aeropuerto Internacional de Pekín de 710 mil metros cuadrados y El Puerto espacial América de 10 mil 219 metros cuadrados, así como La Terminal Espacial en Arizona y el Puerto de Cruceros Kai Tak en Hong Kong
El proyecto de Foster salió vencedor de entre ocho propuestos y la selección duró siete meses. En ello, intervinieron estudios técnicos y de factibilidad realizados por la Organización de Aviación Civil (ICAO), la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA), el Instituto Politécnico, la Corporación Mitre y la UNAM. Se realizaron 6 estudios hidráulicos y de inundaciones. Se convino que la estructura fuera ligera, con base de acero y vidrio. Contaría con la certificación LEED Platino y el techo colectaría agua de lluvia en 21 foniles. Tendría aprovechamiento de luz solar para reducir la energía consumida e iluminar el edificio en forma permanente.
Estaba calculado para tener 96 puertas de contacto (gates) más 68 posiciones remotas e inicialmente tres pistas que más tarde serían seis con despegues y aterrizajes simultáneos para tener una capacidad de 142 operaciones por hora (el actual Benito Juárez ya saturado, permite solo 58 operaciones por hora) El aterrizaje y despegue siempre sería posible, sin importar la niebla, ya que contaría con el Sistema de Aterrizaje ILS categoría IIIb.
El aeropuerto de Texcoco requería una inversión inicial de 169 mil millones de pesos; al mismo tiempo que se hizo la emisión de deuda del gobierno federal y el resto vendría por el flujo del impuesto del TUA. Se calculó que estaría totalmente pagado en siete años. Se crearían 600 mil nuevos empleos temporales y 120 mil permanentes más los 64 mil derivados de los espacios comerciales.
Antes de iniciar operaciones, se contaba ya con todas las aerolíneas nacionales y 31 foráneas. Expertos de once países de Europa y diferentes consorcios de Estados Unidos y Canadá, apostaron a que los viajes en el continente se centrarían en México para dispersarse prácticamente a todo el mundo.
Hasta antes de ser destruido, había captado la atención de revistas como Forbes, Economics, Ecolines Foreingn Affaires, L’Express y nueve diarios europeos especializados en turismo y negocios. La BBC de Londres le dedicó 44 minutos. A pesar de haberse tirado a la basura, el proyecto del aeropuerto de Texcoco ganó el premio Prizker 1999, el reconocimiento más importante del sector arquitectónico.
Nunca se ha sabido de supuestos actos de corrupción en su diseño y construcción.