/ Escrito por Cecilia Lavalle ./
Tengo una amiga que está deprimida. Dice que ya se dio cuenta que está envejeciendo. Con casi 70 años, cualquiera diría que ya era hora de que se diera cuenta. Pero el problema no es la inconsciencia, es la resistencia.
¿Por qué nos resistimos a envejecer? Como sociedad quiero decir. Qué es toda la aceptación de la cirugía plástica para verse más joven, sino resistencia. Qué es el auge de la “medicina antienvejecimiento” sino resistencia. Qué son todas esas frases de “ser jóvenes de corazón” sino resistencia.
Hemos construido una cultura que considera que envejecer es una enfermedad y, por tanto, hay que tratarla con medicamentos.
Una cultura que desprecia a tal punto las arrugas que se inventó el concepto de “botox preventivo”; es decir, evita lo que ni siquiera ha aparecido en rostros de personas ¡de menos de 30 años!
Una cultura que a duras penas abre el mercado laboral a personas mayores de… ¡40 años!
Mi amiga no es una excepción ni en mi círculo cercano ni en el país ni en el mundo. Es una víctima del edadismo.
El término lo acuñó el gerontólogo Robert Butler en 1969, para referirse a la discriminación, los prejuicios y los estereotipos que se tienen sobre las personas mayores.
Nuestra cultura está plagada de edadismo. Y, de acuerdo con la escritora Ashton Applewhite, el edadismo se alimenta, entre otras cosas, de la negación. La nuestra.
Negación, dice Ashton, incluye intentar aparentar ser más joven o sentir que nuestros cuerpos nos traicionan sólo porque están cambiando.
Yo dejé de culpar del dolor de mi rodilla a mis 64 años -relató una vez- cuando la otra no me dolía a pesar de tener la misma edad. Dejé de pensar que era “un momento senil” perder mis llaves, cuando me di cuenta de que nunca dije que era un “momento juvenil” cuando las perdía en la secundaria.
Necesitamos un cambio cultural. Pero eso pasa por cambiar nuestra propia percepción de lo que significa envejecer. Y es imperativo que lo hagamos porque el edadismo puede tener consecuencias negativas en la salud física y mental, y en nuestro bienestar en general.
¿Qué necesitamos hacer?
Al parecer debemos empezar por darnos cuenta de que está bien envejecer (la alternativa es morirse, claro), y adaptarnos a los cambios que vivimos conforme transitamos por la vida.
Para ello es fundamental quitarle el poder a los mensajes que lucran con la idea de que la vejez es una enfermedad y que la juventud es la meta. Detrás de estas ideas hay miles de negocios y millones de mercancías.
Se habla, también, de la enorme importancia de la actitud y del propósito de vida; así como de los espacios donde se puede convivir con personas de nuestra edad.
Como bien dice Applewhite: tener vagina no está mal, lo que está mal es el sexismo. Amar a personas de nuestro mismo sexo no está mal, lo que está mal es la homofobia o lesbofobia. Envejecer no está mal, lo que está mal es el edadismo.
Tenemos mucho trabajo que hacer, porque no sólo vivimos más de 30 años que lo que vivieron nuestras tatarabuelas, sino que se estima que para 2050 una de cada 5 personas tendrá más de 60 años.
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@cecilialavallet