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/ Adela Ramírez /
México es un país que habla en colores, canta en doble sentido y piensa en refranes. Los dichos mexicanos son mucho más que frases pintorescas: condensan siglos de experiencia, observación y picardía. Se transmiten de generación en generación, y aunque muchos los repetimos sin pensar, esconden historias fascinantes sobre cómo vemos el mundo, cómo nos reímos de la desgracia y cómo encontramos consejo en una oración corta.
No por nada dice el dicho: “Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente”. La advertencia es clara y directa: si no pones atención, alguien más aprovechará. Pero ¿de dónde viene tanta sabiduría popular?
Los refranes no son exclusivos de México, pero aquí los hemos vuelto parte del ADN cultural. Según la investigadora Margit Frenk, muchos dichos llegaron con los conquistadores españoles y se mezclaron con expresiones indígenas, generando un sincretismo lingüístico.
Por ejemplo, “El que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija” tiene raíz castellana, pero resonó perfectamente en un país donde las ceibas, los ahuehuetes y los mezquites daban sombra no sólo física, sino también simbólica: la protección de alguien poderoso.
En contraste, expresiones como “No hay mal que por bien no venga” muestran la influencia del pensamiento religioso colonial, donde la resignación se mezclaba con esperanza.
La función social de los dichos
Más allá del ingenio, los dichos cumplen un papel esencial: transmiten valores, educan sin regañar y hacen comunidad. Decirle a alguien “Al mal paso, darle prisa” no es sólo consejo práctico, es un recordatorio de que todos hemos pasado por apuros y que se deben enfrentar lo antes posible.
El antropólogo Guillermo Bonfil Batalla, en su libro México Profundo. Una civilización negada (1987), explica que el lenguaje popular refleja la resistencia cultural frente a la imposición de sistemas externos. Los refranes, en este sentido, han sido una forma de mantener viva la sabiduría de la gente común, incluso frente a cambios políticos, sociales o tecnológicos.
No es casual que los abuelos sean los principales guardianes de esta tradición. En un país donde las sobremesas duran más que la comida, lanzar un dicho en el momento exacto es tan valioso como contar una buena anécdota.
Dichos que nos pintan de cuerpo entero
Algunos dichos mexicanos son radiografías de nuestra manera de ser. Tomemos algunos ejemplos:
“El que mucho abarca, poco aprieta.” Perfecto para las personas que quieren vender cosméticos, cuidar nietos, hacer manualidades y, encima, quejarse de falta de tiempo.
“Más vale pájaro en mano que ciento volando.” Un clásico que refleja la prudencia: mejor asegurar lo que ya tienes que apostar todo por lo incierto.
“Aunque la mona se vista de seda, mona se queda.” Una joya del humor popular que señala que, por más adornos, la esencia no cambia.
“Cría cuervos y te sacarán los ojos.” Una advertencia con tintes dramáticos sobre la ingratitud, que seguramente todos hemos escuchado en boca de alguna abuela.
“No hay peor sordo que el que no quiere oír.” Filosofía pura sobre la terquedad humana, tan actual como en tiempos coloniales.
Cada frase esconde un retrato: la prudencia, la burla, la desconfianza o la esperanza, todos encapsulados en una oración breve.
Del campo al TikTok
Lo fascinante es cómo los dichos han sobrevivido y se han adaptado a la era digital. Hoy, no es raro ver en redes sociales memes que retoman expresiones clásicas con un giro moderno. ¿Quién no ha visto “Camarón que se duerme… se despierta con notificaciones”?
Este reciclaje demuestra la vitalidad del lenguaje popular: no se queda en los libros de antropología, sino que sigue vivo en la calle, en los memes y hasta en la publicidad. De hecho, marcas de refrescos, celulares o autos han utilizado refranes para conectar con un público que reconoce de inmediato la cadencia de estas frases.
Como señala el filólogo José Luis Alonso Hernández, el refrán funciona porque es breve, rítmico y fácil de recordar, lo que lo hace perfecto para un mundo saturado de mensajes cortos.
Humor y resistencia
No hay que olvidar el ingrediente clave: el humor. En México, incluso los dichos más trágicos vienen acompañados de una sonrisa. “El muerto al pozo y el vivo al gozo” es brutal en su realismo, pero también es una manera de recordarnos que la vida sigue.
Este sentido del humor ha funcionado como un mecanismo de resistencia cultural. Frente a crisis económicas, desastres naturales o cambios políticos, los dichos nos han permitido relativizar y seguir adelante.
Los dichos mexicanos no son fósiles lingüísticos: son herramientas vivas que nos ayudan a pensar, reír y transmitir experiencia.
Así que la próxima vez que escuche a alguien decir “Al mal tiempo, buena cara”, recuerde que no es sólo un consuelo: es el eco de siglos de sabiduría popular que nos recuerda lo más mexicano de todo… que siempre encontramos la forma de salir adelante, aunque sea con un buen chiste.
Porque, como bien dice otro refrán: “El que ríe al último, ríe mejor.” Y en México, reímos todos juntos.
X: @delyramrez