El ave canta, aunque la TV cruja

Por: Héctor Calderón Hallal

En un devenir sucesivo de crisis, algunas provocadas y otras no -hay que reconocerlo- se aproxima este gobierno de López Obrador a su primer tercio y la impresión de observadores y analistas, es que ya el sexenio se agotó o está a punto de ello, sin llegar aún a la mitad.

La confianza ciudadana se escatima y la esperanza se esfuma.

El nivel de improvisación en los últimos días en la mayoría de las dependencias y programas ha cobrado niveles asombrosos, ante las numerosas y al parecer ya permanentes crisis que se le presentan al gobierno de la “Cuarta Transformación”. Lo cual se ha agudizado, hay que decirlo con todas sus letras, por la inexperiencia, la falta de una planeación moderna y adecuada a la realidad nacional y del mundo pero, ante todo, por el empecinamiento y los caprichos del titular del Ejecutivo que, como bien lo aclaró hace unos días en ese, su órgano de deliberación y atención ciudadana, llamado “La Mañanera”, “él es quien tiene la última palabra en todos los temas”.

Repasando los versos que se atribuyen al peruano José Santos Chocano, pero también al tabasqueño Salvador Díaz Mirón, en aquella memorable estrofa: “El ave canta aunque la rama cruja, porque conoce lo que son sus alas”, vino a la memoria del suscrito en una de esas noches recientes de insomnio y encierro, un reconocimiento a la soberbia perfección de la naturaleza… más sin proponérmelo, por un increíble accidente provocado por una señal de internet deficiente, el buscador trasladó al autor a una memorable poesía del también mexicano Octavio Paz, donde da respuesta y hasta refuta el razonamiento de Santos Chocano y Díaz Mirón varias décadas después, en su compilación “Libertad bajo palabra” (Condición de nube 1944): No es el pájaro el que canta…”Es la rama que canta en la punta de un pino… (con) un pájaro detenido, trémulo, sobre su trino. Se yergue, flecha, en la rama, se desvanece entre alas y en música se derrama. El pájaro es una astilla que canta y se quema viva en una nota amarilla. Alzo los ojos: no hay nada. Silencio sobre la rama, sobre la rama quebrada.

A veces en la vida, cuando los hechos rebasan a un individuo  y por obra del destino o de sus propios actos, arriba a un escenario frente a un público exigente, a declamar el poema que olvidó o la canción que no memorizó, debiendo hacer uso de la improvisación, con resultados no siempre alentadores. Cualquiera empequeñece ante el error en público, cuando se es presa de su propia circunstancia.

Y es que la línea que divide a lo sublime de lo ridículo, es apenas imperceptible, fácilmente violable.

López Obrador tiene que improvisar todas las mañanas un script ajustado a su propia historia de histeria, revancha y resentimiento, porque las cosas no le han salido bien y diseñó su plan de gobierno para un país que no es más aquel México de 1968 como él y sus asesores del ala radical morenista lo percibían.

Tal y como aquel jilguerillo en la punta del pino al que se refiere Octavio Paz, que al final se vuelve parte de la escenografía natural y no actor principal que marca las pautas y los diálogos del guión, en esa representación de la sociedad mexicana.

Pues llegaron los tiempos de la vuelta a clases y con muy poca claridad en los criterios del gobierno, se decide que los estudiantes de todos los niveles –particularmente los de elemental, básico y medio básico- deben volver a su ciclo lectivo pero, por razón de la pandemia causada por el coronavirus, será en la modalidad de clases producidas y difundidas por las televisoras, en convenio con la Secretaría de Educación Pública Federal.

 

Este anuncio realizado el lunes 3 de agosto, ha contribuido al debate nacional de manera poco favorable para el Gobierno, por si faltaba algún rubro en el que no fuera desfavorable.

La crítica más ácida, fundamentada por epecialistas de la educación, se circunscribe a anticipar un “desastre educativo”  que redundará en los años venideros en la formación de los educandos: la explicación se basa en que el modelo elegido y las vías de transmisión (televisión), amenaza gravemente con congelar el aprendizaje y el desarrollo de habilidades y competencias de una generación completa.

En esta estrategia, un hombre caracterizado por su aprecio a la ciencia y la tecnología, a lo largo de su vasto historial como servidor público, el secretario de Educación, Esteban Moctezuma,  ignoró por completo el uso y asistencia de herramientas digitales.

Es altamente probable que la decisión no haya sido de él estrictamente, sino del propio Presidente de la República, que asume decisiones desde su “muy particular” visión de la realidad nacional y del mundo.

Pero esta vez, en una estrategia planeada “a las carreras” y con los temores a la crítica, que ya giran en torno al supuesto hecho de que hay muchos  hogares sin televisión en México, lo cual resulta una crítica imprecisa, se animaron a confeccionar una estrategia que resulta medianamente funcional o completamente riesgosa e ineficiente.

No incluyeron las herramientas digitales, ya sea a través de mecanismos de consulta colectivos o a través de algún plan de financiamiento o distribución, por temor a ser señalados de ser integrantes de un gobierno “clasista”.

La estrategia quedó sólo en la producción del desarrollo de todas las clases programáticas por las 4 cadenas de televisión privada abierta y por los canales propiedad del estado, como canal Once del IPN, canal 22, Ingenio TV, SPR, entre otros.

Si a lo anterior se añade que los alumnos, particularmente de los niveles de educación básico y medio básico carecerán de un sistema de acompañamiento o monitoreo, más allá del que los propios padres puedan brindarle –que no es para nada desdeñable-, pues el resultado si se prevé por demás catastrófico.

Se suscribió entonces, una multicitada y célebre alianza con cuatro televisoras privadas para el uso y la transmisión de contenidos escolares por televisión abierta… pero con plataformas de alcance mundial, como Google, simplemente desapareció.

Renunció México y su gobierno al uso de plataformas digitales en esta difícil etapa de la pandemia, en el proceso de formación de una generación que sustentará la esencia de sus trabajos y actividades productivas, en la data science y la telemática..

Casi 30 millones de alumnos del nivel básico y medio básico recibirán sus contenidos, programas, temarios, lecciones o intervenciones en la relación escolarizada, a través de la televisión abierta. Es decir, México pretenderá ‘enseñar’ con la metodología y los instrumentos de hace 50 años.

En México existe formalmente la Telesecundaria desde la década de los setenta. Desde entonces se tiene la certeza de la pobreza de sus alcances en materia educativa.

“Es un medio unidireccional y no bidireccional, dado  que no hay retroalimentación, carece de interacción en tiempo real, imposibilita el uso de herramientas didácticas modernas: ejercicios, creación colectiva, intercambio de experiencias”, señala David Jaso, Director para Latinoamérica de Learnetic, un corporativo dedicado a proveer contenidos digitales interactivos, plataformas y ecosistemas digitales, en numerosos países del mundo.

Jaso coincide con muchos analistas en que la pedagogía es un proceso vivo, esencialmente interactivo que ha dejado largamente atrás al maestro expositor, vocero, oráculo de una sabiduría personal. Debe ser en un plano bidireccional, con retroalimentación y acompañamiento emocional, sobre todo en el básico.

Para ilustrar, estos son los rsultados del programa de telesecundaria en México, en promedio desde su creación:

Sólo uno de cada 5 alumnos (20.7%) de los alumnos del nivel secundaria asiste a las sesiones televisivas.

Según el Programa Internacional para la Evaluación de studiantes PISA (2003),  hay un  promedio de 89.3% de los estudiantes del sistema de telesecundaria que no pueden realizar las tareas básicas en lectura.

Y un 94.4% de los estudiantes de ese mimso sistema de secundaria televisada, tienen competencias insuficientes en matemáticas.

No obstante los anteriores inconvenientes, no significa que la decisión de la SEP esté del todo mal, para el programa Aprende en tu Casa II.

Sólo que se aprecisa un proyecto incompleto e ineficaz para enseñar a los niños de México en esta emergencia sanitaria.

Lo único que significa es que le hace falta una Educación en línea Bidireccional, como lo apunta el especialista representante de Learnetic, por celular, tableta, laptop o computadora de escritorio; esto complementaría la estrategia de televisión de la SEP y Presidencia de la República.

Pero una solución unidireccional puede condenar a los estudiantes y regresarlos en el tiempo a 1968.

Porque: ¿Quién nos garantiza que el alumno vió la TV? El hecho de que la TV esté encendida, no significa que el alumno la está viendo y mucho menos que aprendió algo.

Pero, si se complementa la TV con la Educación en Línea sobre Libros Interactivos en Online/Offline y se le proporcionan al alumno tableros de control a las autoridades educativas y a los padres de familia, entonces se tendrá acorde a las necesidades del siglo 21,  sino una solución no del Siglo XVI (año 1550 cuando se inventó la imprenta) o del año 1968 cuando se implementó la Telesecundaria en México.

Aunque como dijo el inolvidable representante del “Siglo de Oro” español, Francisco de Quevedo. “Nada (nadie) me desengaña… el mundo me ha hechizado”, así podemos afirmar ya de este gobierno que se perdió buscándose a sí mismo mientras perseguía el “Wellfare State”, … ya nada ni nadie me desengaña o impresiona; diario hay un desplante o una política trastocada o estridente, que me da la anterior certeza… “Nada ni nadie me desengaña”.

 

El ave canta… aunque la TV cruja.

 

Autor: Héctor Calderón Halllal

[email protected];

@pequenialdo

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