**Sin tacto
/ Por Sergio González Levet /
A mediados de 1975, la entonces Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Veracruzana se fue con todo y chivas a estrenar su campus en la zona de San Bruno. Era casi una hectárea de terreno en el que el entonces CAPFCE había construido cuatro módulos de aulas y uno para las oficinas administrativas.
Y hacia allá se cambiaron para caber mejor las facultades que integraron la Unidad de Humanidades -Letras, Filosofía, Idiomas, Pedagogía, Historia y Antropología- y se sumaron tres centros de investigaciones y estudios: Lingüístico-Literarias, Históricos y Educativos.
Ah, y una biblioteca por fin con espacios dignos y libres de humedad… y una cafetería a todo lo que daba.
Llegaron un buen día a las flamantes instalaciones en el norte de la ciudad el titular de la Unidad, el recordado Jesús Morales Fernández, acompañado de la sempiterna secretaria académica Alicia Enríquez Arias y los directores: Mario Muñoz, Octavio Castro, Adolfo Carrillo Patraca, Marco Antonio Rodríguez Revoredo, Octavio García Mundo, Francisco Córdoba Olivares. También, los directores de los centros: Jorge Ruffinelli, Esther Eguinoa y Ricardo Corzo Ramírez.
Y con ellos, los maestros, los alumnos, los empleados, la escuela de estudiantes extranjeros administrada por Saúl Pabello Rojas, Bertha Ladrón de Guevara y Lorenzo Arduengo Pineda…
Y la misma caterva de aprendices de intelectuales, que andaban siempre con un libro nunca leído bajo el brazo (Rayuela de Cortázar, Ulises de James Joyce, los cuentos completos de Borges), disfrazados de hippies: pantalón de mezclilla, barba rala, boina cheguevaraesca, para tratar de ligarse a las gringas que llegaban en los cursos de verano.
Humanidades era otro espacio libre de América Latina -como aquella Cuba de Fidel-, pues en ese lugar se daban cita todos los revolucionarios de la ciudad y discutían ampliamente con los intelectuales de altos vuelos que ahí daban clases.
También era un espacio tolerado para el consumo de mota sin ambages y medio tolerado para el amor libre del Peace and Love de aquella época.
De humanidades salían todas las manifestaciones que se respetaban y ahí se enunciaban las consignas eternas: El pueblo unido jamás será vencido.
Pero todo eso se acabó. Llegó a la Rectoría un “hombre de izquierda”, según la definición del presidente AMLO, y lo primero que hizo Martín Aguilar-como sus iguales fascistas de la 4T- fue tomar una medida neoliberal: mandó a sellar las puertas, puso a policías del IPAX para que vigilaran la entrada y salida de personas, e hicieran rondines por los pasillos que antes eran de los muchachos.
Hoy Humanidades ya no parece una escuela, sino un búnker (¿tendrá también la culpa de eso García Luna?) y quienes en ella estudiamos una carrera completa pasamos ahora por allí con la nostalgia de la juventud perdida y de la profunda libertad que gozábamos cuando no éramos libres, dicen…
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