25.08.2034 Los burros, fieles compañeros del hombre durante miles de años, se enfrentan a una amenaza cada vez más real: la extinción, advierten los científicos y veterinarios.
En los últimos censos agropecuarios se estima que hay menos de 300 mil burros en México, lo que alertó a Raúl Flores Alfaro, para impulsar el proyecto de Burrolandia, desde 2006, ubicada en Otumba de Gómez Farias, Estado de México.
El objetivo de este lugar es preservar al burro mexicano que, en los últimos años, se ha señalado que está en riesgo. Y es que de acuerdo con datos de INEGI, de 1994 a 2010, el número de burros se redujo en 61.9%, al pasar de un millón 527 mil ejemplares a 581 mil.
Sin embargo, académicos señalan que aunque han disminuido en números, no están en peligro de extinción, ya que el decremento puede deberse a diversos factores.
Aseguran que la mayoría se encuentra en zonas rurales o han dejado de ser utilizados como carga o para el transporte, aunque tanto académicos y defensores del burro hacen un llamado, para cuidar a este equino, que llegó a México en el siglo XVI.
Los asnos llegaron al continente americano junto con los españoles. Y es que, antes de la Colonia no había «bestias de carga» sino solo tamemes, es decir, hombres cargadores. Se dice que los primeros cuatro burros llegaron a La Española gracias a Colón.
También se sostiene que el obispo fray Juan de Zumárraga sintió tanta pena por los tamemes que decidió importar burros desde Castilla hacia la Nueva España. Aquellos simpáticos mamíferos llegaron por el año 1533 y de inmediato encontraron las condiciones idóneas para reproducirse. Desde entonces se volvieron parte imprescindible para diversas actividades principalmente económicas.
Hacia 1533, llegaron estos mamíferos para ser utilizados como carga o transporte. La especie mostró adaptabilidad en las nuevas tierras. Con el tiempo, el burro se volvió parte importante de las actividades económicas de las comunidades y pueblos.
Fue tal su importancia para la agricultura, transporte y carga, que pronto ocupó un lugar preponderante en la seguridad alimentaria y el desarrollo sostenible de las comunidades, tal como asegura Mariano Hernández Gil, académico de la FMVZ, de la UNAM.
No obstante, a pesar de su importancia histórica, natural y social, este apacible animal se encuentra en peligro de extinción. Y es que, a pesar de que nos parece común, su población ha disminuido drásticamente. De acuerdo con un reporte de Investigación y Desarrollo, en el año 1991 había alrededor de 1.5 millones de asnos en México. Sin embargo, en nuestros días queda menos de la mitad de aquel número.
Esta disminución se debe principalmente a que, con la introducción de diferentes tecnologías, el burrito ha sido suplido y relegado. Nadie se preocupa por su cuidado y reproducción aunque hay entrañables excepciones. Entre ellas tenemos a Burrolandia, un santuario ubicado en Otumba, Estado de México que se ha dado a la tarea de preservar, rescatar y generar conciencia en torno al valor del asno mexicano.
Esta preocupante disminución de estos animales es un reflejo de una tendencia global, donde la población de burros ha pasado de 50 millones en todo el mundo a estar en claro retroceso, especialmente en Europa.
El abandono del campo y la industrialización de la agricultura han hecho que el burro haya quedado relegado. Si bien es algo positivo que se haya dejado de explotar en beneficio del ser humano, el nuevo contexto pone en riesgo su subsistencia. Además, el estigma cultural asociado a esta especie, reflejado incluso en el lenguaje, no contribuye a su revitalización.
El burro, una especie extraordinaria
Los burros son criaturas extraordinarias, no solo por su inteligencia y sensibilidad, sino también por sus habilidades. Juan Benítez, profesor del Curso de Nutrición Canina, Felina y Equina de Nubika subraya que, si analizamos las definiciones de la palabra burro, “siempre se usa como apelativo negativo como tonto…y no es así”.
El profesor destaca de los burros que “son animales superinteligentes, si algo no les gusta lo demuestran con esa testarudez propia de la especie y además se les considera suprasensibles e, incluso, unos guardianes infalibles en cuanto a vigilancia de ganado se refiere, dando la voz de alarma si se acerca algún peligro”.
Ejemplos como el trabajo de la especie en el Parque Nacional de Doñana resaltan su contribución en la creación de cortafuegos ecológicos, donde su labor es crucial para la protección del entorno natural.
En cuanto a su alimentación y forma de vida, el experto menciona que los burros requieren dietas bajas en proteínas, azúcar y almidón, pero alta en fibra: “La base de su dieta es paja de cebada y algo de pasto. Presentan diferencias con el caballo como es la temperatura corporal (36-37.2ºC). Si que al igual que los caballos necesitan de su bloque de sal y también padecen riesgo de padecer laminitis o problemas en los cascos”.
Esta información destaca la importancia de comprender las necesidades particulares de los burros para garantizar su bienestar y preservación.
L