El canto en espiral del huracán como puesta en escena.

*Desastre y desapariciones en Acapulco tras el huracán Otis (XII).

*Esta es la 12a y última entrega de la serie “Desastre y desapariciones en Acapulco tras el huracán Otis”, coordinada por el Colegio de la Frontera Norte (Colef).

Patricio Villarreal Ávila*

30.10.2024.-F enómenos tan terribles como el huracán Otis permiten repensar radicalmente el sentido de la desaparición. Si se asume ésta desde una perspectiva amplia, el huracán Otis, del que se cumple un año, nos muestra que además de la desaparición de individuos —como los no localizados por el hundimiento de las embarcaciones o por deslaves—, hay desapariciones de espacios —como construcciones urbanas precarias o, incluso, zonas verdes como parques— que también generan un contexto de ausencias donde esos niveles se interconectan. Reflexionar sobre esas conexiones de desapariciones e, incluso, pensarlas con otros fenómenos (como las desapariciones en la Guerra Sucia, el pasado reciente de Guerrero o las extorsiones actuales) han sido objeto de entregas previas a esta [1].

En este último artículo de la serie dedicada a Otis desde la óptica amplia del fenómeno de la desaparición, se pretende hacer un ejercicio inspirado en las representaciones teatrales. Se trata de una invitación a imaginar una forma de comprender este fenómeno climático: comprender un huracán como si tuviera propiedades antropomórficas, como si pudiéramos ver sus atributos indumentarios o sus fuerzas naturales como instrumentos bélicos. Al fin y al cabo, las consecuencias que tiene la hélice destructiva del fenómeno climático (podemos llamarlo Otis, podemos llamarlo John) quizás encuentre su parangón en otro engendro monstruoso de nuestra historia reciente: la espiral violenta que la guerra entre organizaciones (del narcotráfico, del Estado, de las multinacionales) provoca en el territorio nacional, misma que también se lleva por delante todas las vidas — y formas de vida — que encuentra a su paso. Por supuesto que no son iguales, pero ambos fenómenos son como un rehilete que rota inclemente y que no para si la corriente no lo deja. Cada uno, a su manera, tiene sus muertos y sus desaparecidos.

Ante un fenómeno como Otis, podemos optar por la reflexión y el análisis, y esto es necesario desde ámbitos como el periodístico, científico o académico. Pero, a nivel individual, ¿cómo pueden los sentidos dar cuenta de un fenómeno como el del huracán Otis? O, si invertimos la pregunta: ¿qué es un huracán para los sentidos? La pregunta va para el sentido de los seres humanos, sin dejar de considerar el sinsentido que, para muchos, debe ser tanta concentración de viento a tal velocidad que escapa a nuestra capacidad de entendimiento. ¿Cómo puede ser percibido un cuerpo de tal fuerza y tal inmensidad con nuestros ojos y nuestros oídos, con nuestro olfato o con nuestro tacto? ¿Cómo podría tocarnos un huracán sin que este nos destruya? ¿Acaso hay tacto que lo soporte? ¿Cómo se puede escuchar esa acumulación de sonidos atrapados en su propia lucha?

Y, no obstante, la experiencia acumulada durante siglos por quienes antiguamente habitan las regiones donde son habituales ciclones y huracanes, ayuda a  entender este tipo de fenómenos. La familiaridad con ellos posibilita traducirlos a sus contextos para, después, descifrarlos y entenderlos como partes de algo mayor, cuya comprensión puede quedar oculta (cifrada) para quien no piense desde esos parámetros. En este artículo pretendo, también, revivir ese tipo de familiaridades.

La discusión del posible origen etimológico de la palabra “huracán”, así como las connotaciones de etimologías populares e incluso imaginarias, nos abre un mundo de sugerencias y comprensiones de la dimensión mágica —pero, a la vez, material y plástica —, con la que se puede nombrar el ciclón tropical y evocar puestas en escena. Así, cuando decimos juracan, en lengua taína, estamos diciendo “el centro de viento” o “viento concéntrico”. En el caso del quiché, una lengua mayense, hurakan quiere decir “corazón del cielo” o “el de una pierna”. En ambas visiones, se hace notar ese desplazamiento circular que viene de su eje, comúnmente identificado como su ojo — y, según se especula en este texto, también con su boca —. Por otra parte, la tríada estruendosa de dioses quichés que juntos conformaban el hurakan: “El primero se llama Caculbá Huracán. El segundo es ChipiCaculbá. El tercero es Raxa-Caculbá. Y estos tres son el Corazón del Cielo” [2].

Respetando ese orden: personificaciones divinas del trueno, del relámpago y del rayo verde, en una típica escenografía previa a la irrupción en escena de huracanes o tifones.

Imaginemos, entonces, una obra teatral protagonizada por seres mitológicos, taínos y mayas, donde el huracán es un personaje que no actúa solo. Como una tríada de dioses en conflicto, se entrelazan el aire, el agua y la tierra. Esta aparente lucha de dioses o teomaquia en realidad es una conjura espiroidea de nuestras deidades, es decir, un entrelazamiento por retorsión de las partes, donde el mar evapora las aguas tibias y las avienta en ciclos hasta confundirse con los aires del cielo. Esta primera relación entre el océano y el viento no tiene nada de armónico. Esta mancuerna no es un matrimonio; puede verse, concebirse, incluso, como una conspiración. Tal vez quepa aludir a la filósofa italiana Adriana Cavarero, cuando nos recuerda que, en la isla de Barbados, en el mar Caribe oriental, el poeta Edward Kamau Brathwaite (1930-2020) sostenía que la voz del lenguaje poético es aquella que se hace con los sonidos del entorno acústico. El inglés escuchado entre los caribeños no puede ser el mismo que le gusta escuchar a la corona británica, porque en la isla lo que rige es el huracán, y eso crea otros ritmos y acústica. Es por eso que, con ironía, el poeta escribía: “El huracán no ruge en pentágonos”. Es decir, que el viento desborda estructuras (no solamente urbanísticas) que no están hechas para contenerlo.

Hemos visto esos desbordamientos en fenómenos como Otis y John, que han tenido impactos a distinta escala,  según las fallas urbanísticas, los errores de planificación y la precariedad recurrente que acompañan a los lugares donde han impactado. Así, ha sido frecuente ver una escena, que con esos precedentes nunca podrá ser la última, donde la misma tierra, al ser tañida por los vientos, responde y da paso al agua que primero inunda el suelo. Más adelante, su superficie mojada y golpeada por la fuerza airada empieza a ceder a los deseos del clima ventoso y, entonces, se desgaja.

En el clímax de esta puesta en escena, los deslaves forman capas de tierra que se desploman de lo alto de los cerros y de las pendientes, y arrastran consigo todo lo que anteriormente sostenían. Primero derrumban y luego entierran. Esa connivencia maldita entre la tríada divina implanta sus efectos: tumban lugares y forman tumbas que se confunden con el paisaje. Las ráfagas turbulentas que llegan sin piedad desde lo alto deben recordar más a cierto aspecto de las diosas mexicas cihuateteo (mujeres diosas o divinas, divinizadas por morir al dar a luz), mismas que bajaban a la tierra para hacer sus travesuras, que, traducidas a la dimensión de lo humano, no eran otra cosa que acontecimientos fatales.

En el siglo XX, el etnólogo cubano Fernando Ortiz Fernández (1881-1969) estudiaba las figuras espiroidales en el arte primitivo indocubano según las que remolinos, torbellinos, tornados, tifones, vendavales, ciclones y, desde luego, huracanes, aparecían representados dentro de un universo de acciones rituales, cuyo poder mágico les permitía orientarse ante la fuerza de aquel portento aterrador. Al huracán se le deificaba con propiedades y atributos muy concretos para que el saber de aquellas culturas peninsulares o antillanas pudiera reconocerlo y actuar ante aquel fenómeno.

La identificación de la forma espiral en animales, como las serpientes o los caracoles, o en algunos movimientos propios de algunos mamíferos —pensemos en la manera giratoria que tienen los perros para echarse al piso—, indica que algo de la forma sensible del viento, que luego se densifica hasta volverse esa rueda devastadora, no es ajena a nosotros. Como seres parte de ese entorno natural, reconozcamos que la espiral del huracán también es parte de uno, o que está distribuida en las vidas con las que la especie humana convive o se alimenta.

Mientras preparaba este texto, escuché a un curandero octogenario del centro de México que contaba su interés por enfrentarse a un huracán. Había que preparar con tiempo suficiente ese encuentro para lograr deshacer la formación del fenómeno climático en la troposfera, porque una vez que empieza a formarse no hay nada que lo pueda detener, decía, y no queda más que escapar de sus garras. Una suerte de ejercicios circulares —¡espirales!—, en forma de danzas y cantos, eran la herramienta precisa para conjurar la concentración de aire con vapor, y hacer que el viento gire a nuestro favor.

De alguna manera, cantarles al tiempo, al cielo y al mar, es como devolverle el rugido al que pueden llegar, y detener el huracán con un susto salido del vocabulario de su propio universo acústico. Como una escena altamente prodigiosa, imagino al hombre en el momento en que enfrenta con sus poderes curativos al embrión de huracán, en algún punto de la costa mexicana con bailes acompañados de canciones que suben y bajan en bucles vibrátiles. Un embajador humano —a cargo de un trabajo sobrehumano— que aprendió la lengua del huracán y que interviene en asuntos meteorológicos, para prevenir sus consecuencias más demoledoras, requiere una sensibilidad extraordinaria para reconocer los movimientos y las formaciones más sutiles que suceden en el orden planetario.

Pero aun así, algo de su sonoridad antiquísima parece aún vigente. El mismo lenguaje científico que estudia los fenómenos naturales como el del ciclón tropical, constantemente evoca algo de su pasado sobrenatural. ¿Acaso otorgarle nombre a cada huracán no es una supervivencia de su dimensión mítica? Llamarlos Otis, John, Pauline, Cosme, Dolores, Claudia, Berenice, Bridget o Wally, entre muchos otros, recuerda el impulso primitivo de nombrar algo para conjurar  su poder destructor. Todavía ahí, la fuerza de la palabra que se enuncia subsiste con un poder encantador.

Acaso también continuar escribiendo sobre fenómenos como Otis y sobre otros que, sin tener el mismo origen, se comienzan a asumir con idéntico fatalismo, como las crisis de desapariciones en México, tengan un sentido de aplacamiento que sea suficiente para trazar con claridad hacia dónde dirigirnos para salir de las espirales que intentan envolvernos.

*Este texto es una colaboración entre el LEVIF (https://www.colef.mx/levif/), de El Colegio de la Frontera Norte, y A dónde van los desaparecidos.

El Laboratorio de Estudios sobre Violencia en la Frontera (LEVIF) es un proyecto académico y humanista de El Colegio de la Frontera Norte que tiene como objetivo analizar la violencia criminal en esta región fronteriza, generar eventos y documentos de divulgación científica sobre el tema.

Patricio Villarreal Ávila es artista escénico y dramaturgista. Es integrante del colectivo Teatro Ojo, https://teatroojo.mx/ . Su última obra publicada es la serie 8 nuevos presagios (DocumentA/Escénicas)

La opinión vertida en esta columna es responsabilidad de quien la escribe. No necesariamente refleja la posición del LEVIF ni de A dónde van los desaparecidos.

Referencias:

Las entregas tituladas Desastre y desapariciones en Acapulco tras el huracán Otis, coordinadas por Jesús Pérez Caballero, han aparecido publicadas desde noviembre de 2023 a esta última, de octubre de 2024.

Por orden cronológico, son las siguientes:

Pérez Caballero, Jesús; Díaz Román, Mario Pavel; González Veloz, Adriana; Oliveras González, Xavier; y Villarreal Ávila, Patricio, “Desastre y desapariciones en Acapulco tras el huracán Otis (I): preámbulo”, A dónde van los desaparecidos, 27 de noviembre de 2023, https://adondevanlosdesaparecidos.org/2023/11/27/desastre-y-desapariciones-en-acapulco-tras-el-huracan-otis-i-preambulo/

Díaz Román, Mario Pavel, “Desastre y desapariciones en Acapulco tras el huracán Otis (II): apuntes introductorios desde la «sociología del desastre»”, A dónde van los desaparecidos, 18 de diciembre de 2023, https://adondevanlosdesaparecidos.org/2023/12/18/desastre-y-desapariciones-en-acapulco-tras-el-huracan-otis-ii-apuntes-introductorios-desde-la-sociologia-del-desastre/

González Veloz, Adriana, “Desastre y desapariciones en Acapulco tras el huracán Otis (III): Contexto de la desaparición en Guerrero”, A dónde van los desaparecidos, 29 de enero de 2024, https://adondevanlosdesaparecidos.org/2024/01/29/desastre-y-desapariciones-en-acapulco-tras-el-huracan-otis-iii-contexto-de-la-desaparicion-en-guerrero/

Pérez Caballero, Jesús, “Desastre y desapariciones en Acapulco tras el huracán Otis (IV): Hipótesis sobre la información de los desaparecidos en el mar”, A dónde van los desaparecidos, 26 de febrero de 2024, https://adondevanlosdesaparecidos.org/2024/02/26/desastre-y-desapariciones-en-acapulco-tras-el-huracan-otis-iv-hipotesis-sobre-la-informacion-de-los-desaparecidos-en-el-mar/

González Veloz, Adriana, “Desastre y desapariciones en Acapulco tras el huracán Otis (V): Desaparecidos en el mar. Matices de las búsquedas”, A dónde van los desaparecidos, 25 de marzo de 2024, https://adondevanlosdesaparecidos.org/2024/03/25/desastre-y-desapariciones-en-acapulco-tras-el-huracan-otis-v-desaparecidos-en-el-mar-matices-de-las-busquedas/

Pérez Caballero, Jesús, “Desastre y desapariciones en Acapulco tras el huracán Otis (VI): Desaparecidos en el mar. La cuestión de los seguros y el hundimiento de las embarcaciones”, A dónde van los desaparecidos, 29 de abril de 2024, https://adondevanlosdesaparecidos.org/2024/04/29/desastre-y-desapariciones-en-acapulco-tras-el-huracan-otis-vi-desaparecidos-en-el-mar-la-cuestion-de-los-seguros-y-el-hundimiento-de-las-embarcaciones/

Oliveras González, Xavier, “Desastre y desapariciones en Acapulco tras el huracán Otis (VII): Desaparecidos en el mar. Notas técnicas para comprender la desaparición material”, A dónde van los desaparecidos, 27 de mayo de 2024, https://adondevanlosdesaparecidos.org/2024/05/27/desastre-y-desapariciones-en-acapulco-tras-el-huracan-otis-vii-desaparecidos-en-el-mar-notas-tecnicas-para-comprender-la-desaparicion-material/

Villarreal Ávila, Patricio, “Desastre y desapariciones en Acapulco tras el huracán Otis (VIII): Carta lamento a un puerto que pudo desaparecer”, A dónde van los desaparecidos, 24 de junio de 2024, https://adondevanlosdesaparecidos.org/2024/06/24/desastre-y-desapariciones-en-acapulco-tras-el-huracan-otis-viii-carta-lamento-a-un-puerto-que-pudo-desaparecer/

Oliveras González, Xavier, “Desastre y desapariciones en Acapulco tras el huracán Otis (IX): La doble desaparición del Parque Papagayo”, A dónde van los desaparecidos, 29 de julio de 2024, https://adondevanlosdesaparecidos.org/2024/07/29/desastre-y-desapariciones-en-acapulco-tras-el-huracan-otis-ix-la-doble-desaparicion-del-parque-papagayo

Pérez Caballero, Jesús, “Desastre y desapariciones en Acapulco tras el huracán Otis (X): Las tomas de la transparencia”, A dónde van los desaparecidos, 26 de agosto de 2024, https://adondevanlosdesaparecidos.org/2024/08/26/desastre-y-desapariciones-en-acapulco-tras-el-huracan-otis-x-las-tomas-de-la-transparencia/

Pérez Caballero, Jesús, “Desastre y desapariciones en Acapulco tras el huracán Otis (XI): Paralelismos entre las lógicas de la extorsión y la desaparición”, A dónde van los desaparecidos, 30 de septiembre de 2024, https://adondevanlosdesaparecidos.org/2024/09/30/desastre-y-desapariciones-en-acapulco-tras-el-huracan-otis-xi-paralelismos-entre-las-logicas-de-la-extorsion-y-la-desaparicion/

[2] A partir del fragmento del Popol Vuh seleccionado por De la Torre, Ernesto, “La creación del hombre”, Lecturas mexicanas, https://web.seducoahuila.gob.mx/biblioweb/upload/LHMT1_002.pdf, página. 93.