**Sin tacto
/ Por Sergio González Levet /
Leo de mi amigo Samuel Schmidt -un reconocido politólogo de izquierda, académico, hombre inteligente y por tanto dueño de un humor único y peculiar- un artículo muy reciente en el que borda sobre un elemento que ha sido muy importante en su obra (y muy importante también para la comprensión de una faceta crucial de la política a la mexicana): el humor.
Como un estudioso muy puntual, Samuel se ha atrevido a publicar varios libros sobre el chiste político que resultaron, además de éxitos editoriales, una suerte de catarsis para muchos que se habían dedicado a estudiar en serio a la política y por solemnes habían dejado de lado una arista que es grata y profundamente reveladora del carácter del mexicano.
Recuerdo del doctor Schmidt la Antología del chiste político, y Humor en serio. Análisis del chiste político en México, ambos publicados por la Editorial Aguilar. En 1996. Después, su archiconocido En la mira. El chiste político en México, de Ediciones Santillana en 2006.
Dos años después de En la mira… amplió su universo del discurso y publicó Chistes étnicos. La risa de todos contra todos en Penguin Random House, Grupo Editorial México.
En su texto reciente empieza, obvio, con un chascarrillo:
“Le conté un chiste misógino a mi amigo queer y reclamó ofendido por esa parte de él que es mujer.”
Y cuenta don Samuel que “junto con mi libro de chiste político, la editorial publicó un libro de chistes étnicos que se agotó, ahora ambos libros tienen mucho éxito entre los lectores online.” De ahí nos revela que en esa línea de analista del humor le entregó en aquellos primeros tiempos a la editorial “un manuscrito que era el insulto final, título igual que una película de Leslie Nielsen (Naked Gun 33 1/3: The Final Insult), el título era: De mujeres, hombres, y otros. Ahí reuní chistes sobre hombres, mujeres, y las, los, les, lis, lus.”
Con él, nos enteramos que “la editora sabiendo el éxito que habían tenido los otros libros, se arredró y me dijo que ese libro no podía ir así, que requería ser prologado. Encontré a una psicóloga que aceptó abordar los chistes misóginos, acudí al intelectual queer Carlos Monsiváis quien aceptó leer el manuscrito pero nunca respondió a los mensajes posteriores. El gran ironista al parecer no tenía sentido del humor, como no lo tienen aquellos que se sienten agredidos por el poder destructor del chiste, y aclaro que acepto y abogo por la libertad de escoger.”
Ese último texto nunca fue publicado, y Samuel piensa que “ahora en la era del poshumor tal vez no pase ni en Amazon. En el dominio del meeToo, adquiere relevancia y mayor fuerza lo políticamente correcto.”
Mañana sigo con el tema, pero por mientras dejo uno de los chistes étnicos recolectados por SS:
—¿Sabes cómo puedes vaciar un Wall Mart en Texas?
—Grita: ¡la Migra!
sglevet@Gmail.com