*Los asuntos de Víctor Hal Díaz .
La noche del 24 de junio de 1178, en Canterbury, Inglaterra, cinco monjes fueron testigos de un hecho astronómico de gigantescas proporciones. Un meteorito de aproximadamente 2 km de diámetro chocó contra la superficie lunar, provocando una explosión que lanzó 10 millones de toneladas de rocas al espacio. Este evento dio origen al cráter más nuevo de la Luna, el “Cráter Giordano Bruno”.
En las “Crónicas de Gervasio de Canterbury” se puede leer el dramático relato: “Alrededor de una hora después del atardecer del 18 de junio de 1178, una partida de cinco testigos vio cómo el cuerno superior de la brillante luna nueva se partía repentinamente en dos. Del punto medio de esta división surgió una llameante antorcha que expelía fuego, brasas incandescentes y chispas. El cuerpo de la luna, carcomido, palpitaba como una serpiente herida”.
El impacto provocó un cráter de 22 km de diámetro, claramente visible desde la Tierra. Aún hoy, la Luna oscila en su órbita debido a ese impacto. Se estima que, si esa colisión se hubiera producido en la superficie terrestre, habría provocado una extinción masiva para los humanos de esa época.