*La Duda .
/ Por Alejandro Álvarez Manilla /
El día de hoy será la elección que definirá no solo al próximo inquilino de la Casa Blanca, y no tengo la menor duda de que también moldeará el futuro de las políticas internas de Estados Unidos y su posición en el escenario global.
Los “estados bisagra” o “swing states” tienen en sus manos la capacidad de cambiar el rumbo de esta nación.
En estos territorios indecisos, donde cualquier tendencia es frágil y cada voto cuenta, Donald Trump y Kamala Harris están destinando todos sus recursos. La lucha por estos siete estados clave es una auténtica carrera por el poder, cuyo impacto resonará no solo en Estados Unidos, sino en el mundo entero.
Kamala Harris tiene prácticamente asegurados 226 votos del Colegio Electoral, mientras que Trump cuenta con 219. La batalla se centra en los otros 93 votos, repartidos en estos siete estados clave.
Pensilvania es el que tiene más peso, con 19 votos, seguido de Georgia (16), Carolina del Norte (16), Michigan (15), Arizona (11), Wisconsin (10) y Nevada (6). Cada uno de estos estados será determinante en la definición de la contienda.
En algunas de estas zonas, las diferencias en 2016 y 2020 fueron de apenas unos miles de votos, como en Pensilvania y Arizona, lo que subraya la importancia de una movilización eficaz y del impulso al voto anticipado.
Pensilvania, la joya de la corona, con 19 votos electorales, se presenta como el estado más codiciado. Para Trump, la estrategia se centra en apelar a la población rural y a los trabajadores industriales, quienes sienten que el Partido Demócrata ya no representa sus intereses.
Harris, por su parte, espera capitalizar los proyectos de infraestructura impulsados por Biden y el respaldo de los sindicatos. Un triunfo en Pensilvania sería una victoria simbólica y estratégica para ambos candidatos, pues podría inclinar la balanza a favor de quien logre convencer a una clase trabajadora fragmentada y escéptica.
Si Kamala Harris asegura Pensilvania, las posibilidades de bloquear un segundo mandato de Trump se fortalecen; si Trump lo recupera, su camino al poder se afianza.
Georgia y el pulso religioso, Con sus 16 votos, es otro estado clave. Para Trump, su mayor activo es el respaldo del electorado conservador y religioso, especialmente después de la suspensión federal del aborto, un tema que ha cobrado peso en los sectores más conservadores.
Para Harris, el desafío está en atraer a jóvenes y minorías urbanas, sectores que tradicionalmente respaldan a los demócratas pero que requieren una participación masiva para inclinar la balanza.
En este terreno, donde en el pasado reciente hubo una sorpresiva victoria demócrata, Harris podría beneficiarse si moviliza al electorado afroestadounidense y a los votantes jóvenes, quienes rechazan el autoritarismo y muestran un fuerte compromiso social.
La pugna en Michigan (15 votos) y Wisconsin (10 votos) resulta fundamental para reconstruir el “muro azul” que Trump logró derribar en 2016.
Harris busca apoyarse en los sindicatos y en las políticas de Biden a favor de la industria automotriz. Sin embargo, Trump apela al aumento en el costo de vida y a la percepción de que la clase media ha sido la gran perjudicada en estos años.
En Wisconsin, los demócratas advierten sobre la “amenaza existencial para la democracia” que representa un segundo mandato de Trump, un mensaje que podría resonar entre los votantes moderados.
Arizona y la inmigración. Este bastión tradicionalmente republicano sorprendió en 2020 al dar la victoria a Biden, aunque no haya ganado la elección. Sin duda, la inmigración es un tema central de la estrategia de Trump, quien explota este asunto con fuerza, esperando movilizar a aquellos que ven la frontera como un problema crítico.
Para Kamala Harris, el desafío es mantener el apoyo de los votantes latinos, quienes, aunque en teoría podrían inclinarse hacia los demócratas, no necesariamente confían en la política migratoria actual.
La presencia de votantes más jóvenes y progresistas, impulsada por un crecimiento poblacional proveniente de estados vecinos, podría ser clave para la candidata demócrata.
Nevada, la apuesta demócrata, Con seis votos, ha sido fiel al Partido de Harris desde 2004. Sin embargo, la creciente distancia de algunos latinos con los demócratas podría jugar a favor de Trump.
Para los demócratas, el atractivo radica en los recién llegados al estado, trabajadores jóvenes y calificados que ven en el sector tecnológico y en la transición energética una oportunidad de estabilidad y crecimiento.
Aquí dejo una gran pregunta: ¿Kamala o Trump? ¿Quién de ellos es el riesgo para esta elección?
No me queda la menor duda: si Kamala Harris triunfa, Estados Unidos podría seguir un rumbo que apuesta por una mayor inclusión y reformas sociales, con un enfoque en derechos civiles y políticas de bienestar.
Esto representaría una continuación del legado de Biden, pero también un reto monumental en un contexto de polarización. Harris tendría que trabajar para reconciliar a una nación dividida y además convencer a una clase media que duda de los beneficios de estas políticas para su bolsillo.
Por otro lado, un regreso de Trump no solo representaría un retroceso en muchas de las políticas de Biden, sino que consolidaría un movimiento ultraconservador que pone en tela de juicio los pilares democráticos del país.
Las instituciones que lograron resistir los embates de Trump en su primer mandato podrían verse debilitadas en un segundo, con consecuencias directas para la democracia del país y su liderazgo global.
No me queda la menor duda: lo que suceda en los estados bisagra definirá no solo al próximo presidente, sino el destino de una nación que hoy, más que nunca, se debate entre dos visiones diametralmente opuestas de su futuro.